El grancanario Andrés Santana desvela alguna de las claves sobre las que articula su oficio. Pocas películas, historias en las que cree como espectador, trabajo en equipo, a pie de campo a la espera de que aparezca "la magia" del cine. El próximo 19 de febrero puede triunfar de nuevo en los Goya con su última criatura, 'Blackthorn', del teldense Mateo Gil.
Para entender y conocer el cine español contemporáneo hay que mirar a Las Lagunetas, en el municipio grancanario de San Mateo. Allí nació en enero de 1949 el productor Andrés Santana, que el próximo 19 de febrero puede convertirse en uno de los grandes triunfadores de los premios Goya del cine español gracias a su última criatura, Blackthorn, western dirigido por el teldense Mateo Gil. Si esta película, rodada en Bolivia y protagonizada por el norteamericano Sam Shepard, logra alguno o todos los premios a los que ha sido nominada –once en total–, engrosarán el ya de por si envidiable currículum de este «enamorado» del séptimo arte, tal y como el propio Santana se autodefine. Las películas que llevan su firma como productor o director de producción han logrado hasta el momento 60 nominaciones para estos galardones.
La fortuna y el respaldo de los compañeros de profesión han otorgado hasta ahora 21 premios Goya a sus filmes –8 para Días contados y El rey pasmado, respectivamente, otros cuatro para Secretos del corazón, y uno para Mararía– . Una cosecha espectacular para un productor que, como mucho, se pone al frente de una película de ficción o documental cada año o año y medio. Esta forma de trabajar forma parte de su ideario. «Cada película la hago a conciencia. Unas salen mejor y otras peor, pero en cada una lo doy todo. Hasta que no tengo entre manos una historia que de verdad que me llene, que como espectador sé que me va a emocionar o interesar, no la llevo a cabo. Nunca he hecho, ni haré, una película en la que no crea. Que no me guste. Reconozco que desde leo un guión, lo veo en imágenes. Me pongo en la piel de un espectador más. Por ejemplo, a los personajes les pongo rostro, muchos de actores conocidos, para identificarlos mentalmente y darle forma a la película», asegura desde su oficina madrileña.
«Otra cosa fueron mis comienzos dentro de la industria, cuando llegué en Madrid. Yo era un técnico, me contrataban y hacía mi trabajo, pero yo no era responsable del resultado final de la película», rememora de sus primeros trabajos como figurante y ayudante de producción dentro de una industria que malvivía en pleno franquismo.
«Mi vida se va en mis películas. Si creo que no merece la pena la película, ¿para qué la voy a hacer? Cuando veo ahora en televisión una de las películas que he hecho, veo un reflejo de mi propia vida. Yo estaba en ese momento allí. Viví allí. Recuerdo mi vida a partir de ellas», asegura el productor del documental Ciudadano Negrín, nominado también el pasado año al premio Goya en su categoría.
Para poner en marcha una nueva producción, Andrés Santana tiene muy claro cuáles son los pasos iniciales que debe dar para llevar a buen puerto la empresa. «Lo primero que hago, una vez que tenemos el guión y hemos decidido que lo queremos llevar a cabo, es coger al director y, tras reunirnos con el responsable de arte, irnos por ahí los dos solos para buscar las localizaciones». Así hizo, por ejemplo, con Mateo Gil para Blackthorn. «Le dije que nos fuéramos a Bolivia para ver los sitios donde debía desarrollarse la acción de la película. Pero como allí no hay industria, nuestra idea inicial era rodar en Chile o Argentina. Fuimos para ambientarnos. Yo tenía un contacto allí, lo llamé y me hizo una composición de lugar. Nos puso un coche y en los primeros viajes nos acompañó. Cuando terminamos de ver todos aquellos lugares maravillosos, Mateo me preguntó en el hotel: ¿qué hacemos? Yo le respondí que era muy fácil, la película la rodaríamos allí y los equipos los traeríamos de otro sitio», explica muy satisfecho con el resultado final de esta película en torno a la figura del forajido Butch Cassidy y que, aprovechando las nominaciones conseguidas, ha vuelto a reestrenarse en las salas comerciales.
Esta forma de trabajar nace de su pasión por el cine. «Si no me gustara el cine, no haría ya más películas. Tengo que reconocer que yo vengo de una generación de profesionales que amaban este arte. Fui parte de las primeras películas de unos directores como Fernando Trueba, Fernando Colomo, Eloy de la Iglesia o Ricardo Franco, que además de ser cineastas se convirtieron también en productores y cambiaron la forma de hacer este arte. Con ellos desapareció aquella figura del productor que no se movía de su despacho y que tenía como único objetivo ganar dinero», añade.
Como un matrimonio
Santana considera que hasta que finaliza la película en cuestión, ha cambiado su estado civil. «Yo siempre le digo a los directores con los que nunca he trabajado que se hagan a la idea de que los meses previos con las localizaciones, durante el rodaje y hasta que acaba el montaje estamos casados. Estaremos juntos casi las 24 horas del día. Una vez que la película esté lista para que se estrene, la relación se rompe. Nos divorciamos», explica entre risas.
Considera determinante para su trabajo estar presente en el set de rodaje todos los días, porque, asegura, las películas, por muy planificadas que estén, cobran vida «y tienen unas necesidades» que hay que resolver sobre la marcha. Pone como ejemplo su experiencia con Los santos inocentes (1984), de Mario Camus. «Rodábamos en Alburquerque, cerca de Badajoz. Una zona que se caracterizaba porque no suele llover. Resulta que, desde que llegamos, no llovía sin parar. En los primeros días, quemamos todos los interiores y una noche, mientras cenábamos, decidimos que cada día llevaríamos a todos los actores a los sitios previstos para rodar. Según estuviera el tiempo, decidiríamos sobre la marcha qué escena se rodaba y la que se quedaba para otro día. Mientras se decidía sobre la marcha, los actores pasaban el tiempo leyendo, jugando a las cartas... Creo que aquello dotó a la película de una fuerza tremenda. Una potencia inesperada. La película se hizo por sí misma, paso a paso».
Situaciones «mágicas», propias del oficio, según asegura este productor que siempre ha tenido como espejo en su oficio a Elías Querejeta. «En todas las películas que he hecho, siempre, en algún momento, ha pasado algo inesperado que acaba siendo favorable para la película. En El rey pasmado, en Secretos del corazón, en Días contados para qué te voy a contar... Imagínate, la hicimos en un momento muy duro de ETA. Ganamos la Concha de Oro en San Sebastián cuando ni siquiera teníamos distribuidor. Después arrasó en los Goya y se disparó en taquilla, donde hasta ese momento no funcionaba», recuerda. Con Secretos del corazón, de Montxo Armendariz, recuerda las dudas del propio cineasta con el proyecto porque no encontraban al niño protagonista. «Llegó un momento en el que le dije a Montxo. ¿Tú crees en la película, verdad? Me dijo que sí. Pues no te preocupes por el niño, no nos podemos echar abajo. Ya verás que aparece. No se dónde, pero lo encontraremos. Al final, descubrimos a Andoni Urburu en Pamplona. Una madre se presentó al casting con su hijo y al final el elegido fue el niño que les acompañaba».
A la hora de rodar, Andrés Santana tiene por costumbre entregar una copia del guión de la película a todos los que trabajarán en la misma. «Se acostumbra a hacerlo con los responsables de cada departamento. Pero a mí me gusta que todos lo tengan, porque son igual de importantes. Desde el que barre hasta el que controla la fotografía. Todos duermen en el mismo hotel y comen del mismo catering. Después, cada uno tiene su salario correspondiente. Así haces equipo, escuchas las sugerencias de todos y ya después los responsables del proyecto nos encargamos de tomar las decisiones. Consigues que todos crean en la película y la historia que se cuenta. Eso es hacer cine. La magia del cine es eso», desvela el grancanario.
Saber dónde están los límites
A pesar de su experiencia y de conocer todos o casi todos los secretos de este arte, Andrés Santana solo ha dirigido en una ocasión. Fue para el cortometraje Para unas prisas, que se filmó en 1978, como un divertimento en medio del rodaje de La mano negra, de Fernando Colomo, con buena parte del equipo de este largometraje. «Dirigir es muy complicado. Puedes saber cómo contar la historia, pero la clave reside en transmitir sensaciones al espectador y esto me infunde mucho respeto. Lograrlo es muy complicado y hay que nacer para ello», explica.
Tener claro las propias limitaciones y saber hasta dónde se puede llegar no solo le ha llevado a tener claro que su oficio no es el de director. También ha determinado qué tipo de películas son las que acomete como productor. «No hago comedias, porque aunque me gustan como espectador, no me identifico con ellas. No sé hacerlas. Me gusta hacer otro tipo de cine, más social, que aporte y que diga algo al espectador», aunque matiza que «si cae en mis manos un guión como el de El apartamento, de Billy Wilder, pues igual...».
En el Polo Norte, con Isabel Coixet
Andrés Santana es consciente de la complicada situación económica actual, a la que las producciones cinematográficas no son ajenas. A pesar de ello, asegura, «no se puede tirar la toalla». Toca seguir adelante y trabajar en nuevos proyectos. Aún en fase muy primigenia se encuentra uno de gran envergadura. Se trata, explica, de una película que se rodará en el Polo Norte y que tendrá como directora a Isabel Coixet.
«Se trata de una historia muy dura, pero estupenda. Es un guión de Miguel Barros, el mismo que escribió Blackthorn. Pero si la llevamos a cabo será un rodaje complicado, que habrá que planificar muy bien y que no creo que se lleve a cabo durante este año», avanza.
Antes, confía, espera que arranque el rodaje de un documental en torno a la figura del artista lanzaroteño César Manrique, un personaje que le fascina. Sigfrid Monleón es el director que tiene previsto para este proyecto que espera que arranque este año, a pesar de la crisis.
Andrés Santana está a la espera de ver qué pasos da el nuevo gobierno de Mariano Rajoy con respecto al cine. «Hay que tener en cuenta que si las ayudas bajan, descenderá la calidad. Sobre todo porque los bancos no sueltan un duro.
No dan crédito y no hay forma de conseguir financiación. Como mal menor, esperamos que las cosas no cambien mucho al respecto», avanza. Considera fundamental también que se trabaje en el desarrollo de una ley de mecenazgo eficaz, con importantes desgravaciones fiscales para captar capital privado. Este lunes, el nuevo ministro, Ignacio Wert, aseguró que este capítulo está entre sus prioridades.
[Información de CanariasAhora.com, 22-1-2012]