Homenaje a Pancho Guerra, el quijote de Tirajana
El consistorio sureño nombra hoy a Pancho Guerra, autor de los Cuentos de Pepe Monagas, hijo predilecto del municipio a título póstumo en Las Casas Consistoriales de Tunte
Thaidi Llamas
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"Solo le falta un timple", eso fue lo que exclamó Chano Monagas cuando vio nacer a su hijo Pepito enchumbado de ron a la sombra de un ventorrillo, en el camino de una romería a Tunte. Así relata el escritor Francisco Guerra, más conocido como Pancho Guerra, en sus cuentos las circunstancias costumbristas en las que ve la luz el personaje ficticio de Pepe Monagas. En reconocimiento por su obra literaria e identitaria, San Bartolomé de Tirajana nombra hoy a este tirajanero hijo predilecto del municipio a título póstumo.
De la Tirajana profunda, allí donde se aprecia la idiosincrasia canaria en su esplendor, nace el escritor Pancho Guerra en 1909. Hijo del maestro de escuela de Tunte, Pancho bebe durante su niñez grandes dosis de costumbrismo canario, que luego reproducirá con ingenio en sus obras.
A la edad de los 14 años, a su padre lo destinan a dar clases en un colegio de la capital grancanaria, urbe que en aquella época efervescía de barrios periféricos, como San Cristóbal, y de un tímido movimiento marítimo en el Puerto.
Ante el cambio de residencia, Tunte por Vegueta, el tirajanero descubre lugares emblemáticos en la ciudad, como la librería de Paquita Mesa, lo que hoy es el edificio CICCA, donde refugiarse de las aburridas clases de bachillerato.
"Guerra fue un estudiante de mal aprovechamiento académico; ya que no le interesaban las clases; el era un bohemio que prefería observar y leer por su cuenta", relata Miguel Guerra, sobrino del escritor y presidente de la Fundación que lleva por nombre al homenajeado.
De alma libre y mente creativa, poco a poco aquel nuevo vecino de Vegueta encontró un sitio donde expresar sus ideas y darle rienda suelta a su literatura indigenista: La Escuela Luján Pérez.
Junto a Santiago Santana o Plácido Fleitas, Pancho comienza a componer guiones de obras de teatro, como La Sirena Varada, en las que además de dirigir también interpreta algún papel. A este guión le siguen un sinfín de caricaturas escénicas que reflejan el sentir y la forma de hablar de su pueblo, "con una delgada línea de ironía y crítica a la sociedad del momento", matiza Miguel, quien añade: "Fue la época donde el escritor comenzó a idear el personaje ficticio de Pepe Monagas y sus historias, que retrataban múltiples situaciones de la vida cotidiana canaria; desde las peleas de gallos hasta el pleito insular, pasando por la emigración y la miseria", dice el presidente de la fundación.
Cuentos
Los primeros soportes en los que se publicaron estos populares cuentos de manera semanal fueron el Diario de Las Palmas (ahora La Provincia) y el Noticiero del Lunes, "un medio deportivo cuyos lectores esperaban con anhelo los episodios del joven periodista", agrega Miguel.
Acrecentadas sus diferencias con su padre, quien le obligó a estudiar la carrera de Derecho en la Universidad de La Laguna, el escritor hace las maletas con destino a Madrid, en busca de horizontes más abiertos y bohemios.
Desde 1947 hasta 1961, año en el que fallece, Guerra trabaja en la capital española como redactor de tribunales en el periódico Informaciones, en el que firmaba sus crónicas con el seudónimo de Doramas a la vez que en una correduría de seguros, "ya que tenía que ganase la vida en la gran ciudad", apunta el sobrino. Durante estos años, el propio autor edita sus obras: Los cuentos famosos de Pepe Monagas, los Entremeses y las Memorias de Pepe Monagas.
De forma paralela, el tirajanero comienza a defender su forma de hablar frente a un español hegemónico en la Península. Como anécdota, su sobrino cuenta una vez que Pancho fue en compañía de la periodista María Dolores de la Fe a una ferretería en Madrid y le pidió al tendero: "Por favor, medio kilo de tachas y un pizco de hilo carreto" y el ferretero les preguntó: "¿Y qué son tachas?", ya que en Madrid se les llama puntas a este objeto de bricolaje. Orgulloso de su habla, sus localismos y la propia cultura canaria que se transmite través del lenguaje, Guerra crea y difunde con esmero el léxico canario; "ya que le preocupaba que las futuras generaciones no conocieran la manera canaria de entender el mundo", señala Miguel.
Durante una de sus visitas veraniegas a la Isla, Pancho entra en contacto con vecinos de origen marinero del barrio de San Cristóbal, por eso de observar las rutinas de la gente cotidiana, y compone la letra de la pieza Somos costeros.
"Se colaba en carpinterías, tiendas de aceite y vinagre o en las plazas; cualquier sitio en el que podía escuchar a la gente", apunta Guerra, quien concreta: "Pero a pesar de sus textos de humor, era una persona tímida y seria, de aspecto quijotesco, que solo mostraba su desparpajo en público con sus amigos en las parrandas". A la temprana edad de 49 años, Pancho Guerra muere a causa de un infarto en una sala de cine de Madrid.
Ante el inminente nombramiento de hijo predilecto del municipio a título póstumo, Miguel afirma que la familia agradece el homenaje, pero que a la misma vez el consistorio debería reactivar las actividades culturales del centro que bautizaron con el nombre del escritor en Tunte, "y reanudar la concesión de premios literarios en el municipio".
La Provincia, 11-10-2013
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