Unanimidad
FRANCISCO POMARES
Ya conocen la unánime decisión del Cabildo tinerfeño de proponer al intrépido editorialista y simpar medallista como Premio Canarias de Comunicación. Resulta que ese Premio, según la ley que lo regula "será concedido a aquellas personas o entidades cuya labor haya contribuido? a divulgar los valores propios de nuestra Comunidad Autónoma". Ahí es nada, qué adecuado: como si la Asociación Rabínica propusiera premiar al doctor Menguele.
Nuestro agreste cazador de canariones, moros y negros de diferente tamaño y pelaje se ha hecho merecedor en los últimos años de un sinfín de reconocimientos, placas, medallas y distinciones. La lista completa, incluyendo el diploma del club de ping-pong de Candelaria, ronda todavía por la Web, para mayor gloria de éste patricio híbrido del Mr. Scrooge dickensiano y el pérfido señor Burns de los Simpson.
Y digo yo que aunque muchos nos hayamos acostumbrado a que se trabaje los premios con el mismo entusiasmo con el que da codazos para salir al lado de los famosos en las fotos o para sentarse a la diestra de quien sea en los ágapes, eso no debiera justificar ni la cobardía ni el silencio. Porque si hay alguien que no merece un Premio Canarias es precisamente quien anda empeñado en cruzadas tan peregrinas como la de quitarle a Gran Canaria el Gran, o se prodiga en gestos de particular buen gusto, como calificar editorialmente a los ´gcanarios´ de "ratas que muerden y soplan" (sic), o -ya en lo humanitario- defendió militante la marcha racista que contaminó las calles chicharreras.
José Rodríguez es alguien conocido en Tenerife. Y eso a pesar de que sus editoriales no los lee nadie, no lucen mucho más que sus comportamientos y sus titulares, a veces zafios y a veces directamente ridículos, actitudes y estilos que no soporta ni su sufrido personal de redacción. Él contesta a los de dentro con presiones feudales, y a los de fuera alegando estratosféricas difusiones logradas multiplicando por diez cada uno de sus periódicos vendidos, y vociferando cual Franco subido a la peña que cualquier ataque a él es un ataque a Tenerife. Su vesania y salvajismo en el insulto a quienes disienten de su patriótica forma de entender el mundo como sucursal de su patio de Monipodio es proverbial.
Pero el hombre goza de una suerte de impunidad social. Una impunidad que no es fruto del respeto a su provecta ancianidad, sino del interés de parte de la dirigencia tinerfeña por tener de compañero de viaje a alguien tan blando y servil con ellos, alguien que es capaz de ponerse al servicio de lo que sea, a cambio de una croqueta preferente en un cóctel, una mención honorífica o una placa distinguida.
Entre los que quieren una prensa mansa y sumisa, y la cobardía de los que no son nunca invitados al banquete concertado entre el poder y su medio predilecto -pero aspiran a serlo-, se urden unanimidades tan bochornosas como la del Cabildo tinerfeño. Una pequeñita vergüenza.
Información de: La Provincia, 22-12-2006
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Jose Rodrigues -