Carta abierta al grupo de gobierno de Telde
JOSÉ CARLOS MARTÍN PUIG
El Ayuntamiento de Telde no paga. Esa es, a día de hoy y desde hace muchos meses, la principal preocupación de cientos de padres de familia que, profesional o empresarialmente, firmaron contratos para la provisión de bienes o la realización de obras y servicios, creyendo que lo hacían con una entidad seria, solvente, dirigida y gestionada por personas responsables y cabales. Esa entidad que no nos paga es la misma administración local que nos exige caros impuestos como ciudadanos, como comerciantes o como empresarios; la misma que nos recarga abusivamente si nos demoramos en nuestras obligaciones. La misma que, sin embargo, en un ejercicio de falta de vergüenza de sus responsables, no paga o lo hace tarde y mal, que pone pegas al cobro de los intereses de demora que van acumulando sus deudas; la misma que está contribuyendo a hacer quebrar a decenas de pequeñas empresas y a destruir cientos de empleos directos e indirectos.
Después de tres años en el gobierno, de mil días para tomar decisiones efectivas al respecto, personalmente no me valen las excusas de la deuda anterior. No me valen porque he visto mucho dinero para el bombo y platillo, mucho proveedor amigo que cobra puntual y religiosamente, pero sobre todo porque he visto poco interés por hacer los deberes, por tomar decisiones de altura. Pero no sólo ha faltado el dinero. Ha faltado la educación para sobrellevar dignamente esto. En su lugar han brillado el desprecio, la desidia y el toreo con que algunos funcionarios y muchos cargos de confianza han tratado y siguen tratando a los proveedores. Una falta de educación y saber estar extendida entre unos concejales que ni reciben, ni dan la cara, ni se ponen al teléfono, demostrando con ello quedarles grande lo de cargos públicos. De poco sirve, pensamos muchos, una alcaldía con las puertas abiertas, si desde sus delegaciones se ningunea a ciudadanos que exigen también su derecho a cobrar lo que han trabajado honrada y diligentemente.
Problemas como éste no se afrontan con palmaditas en la espalda o sonrisas estudiadas, sino con soluciones materializadas por la vía de urgencia. Conductas como éstas no llaman a la confianza y sí a la desobediencia fiscal y hasta civil si me apuran, a poco que lo juntamos con el llamado Caso Faycán. Prácticas como éstas no llaman a votar precisamente, sino a querer botarlos a todos de las instituciones, por incapaces. Invito al señor alcalde a que investigue con qué criterios arbitrarios se está pagando a unos proveedores y a otros no. Invito al señor alcalde a que investigue si esas prácticas pudieran ser constitutivas de delito, no sea que pronto tenga que acudir ante un juez y sólo pueda decir que oyó algún rumor en la prensa. Invito a los y las concejalas a no sentirse estrellas y si tienen que ganarse experiencias positivas, lo hagan tratando a los ciudadanos con el respeto que merecen y haciendo el trabajo por el que cobran, con diligencia. Dice el refranero que, a buen entendedor pocas palabras bastan y que quien avisa no es traidor, sino avisador. La vergüenza está muchas veces unida a la inocencia, pero no se confundan, aquí lo que falta no es inocencia sino vergüenza.
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