Una falta de respeto con el silencio de ATI
FRANCISCO SUÁREZ ÁLAMO
El periódico 'El Día', referencia del insularismo tinerfeño más recalcitrante, dio ayer un paso que obliga a reflexionar sobre la responsabilidad de los medios de comunicación. En su editorial, el citado rotativo plantea abiertamente que el nombre de Gran Canaria ha de ser modificado, de tal manera que desaparezca el adjetivo Gran, y recomienda aprovechar la revisión del Estatuto de Autonomía, que ahora se debate en ponencia parlamentaria para introducir tal variación. Para sorpresa de propios y extraños, El Día admite desconocer si hay justificación histórica para el citado nombre, como tampoco la hay para el cambio que propone, y todo lo envuelve en los términos ya habituales de desprecio a Gran Canaria, sus instituciones, sus políticos y empresarios y, en conjunto, sus ciudadanos.
La libertad de expresión y de opinión, que son pieza básica para el funcionamiento de un sistema democrático, tropiezan aquí con la historia, el sentido común y, como se apuntaba al principio, la responsabilidad. No es de recibo que una cabecera con tanta relevancia social haga llegar a sus lectores propuestas tan peregrinas que encajan mejor en una inocentada o en la letra de una murga carnavalera. Pero ni es 28 de diciembre ni estamos en Carnavales: vivimos en una Canarias que mira atónita cómo las propuestas de consolidación regional tropiezan sistemáticamente con el afán de algunos de reescribir la historia, utilizando para ello los renglones torcidos de una visión maniquea de las islas, fomentando el egoísmo y aplaudiendo el odio al que vive enfrente.
En principio, se podría argumentar que estamos ante una exageración más de ese insularismo ultramontano que cada domingo busca en Gran Canaria la causa de todos los males de Tenerife. Sin embargo, no hay que olvidar el contexto en que se produce este pronunciamiento y los silencios que lo acompañan. El Día quiere reducir a Gran Canaria en la misma legislatura en que el Gobierno de Canarias, con su presidente Adán Martín a la cabeza y su partido (Coalición Canaria) como soporte ideológico, fijó como objetivo central de su mandato la desaparición de esas fronteras mentales entre las Islas. ¿Es así como interpreta Tenerife esa Canarias unida que nos ha de hacer fuertes para defender los intereses de todos en el contexto nacional e internacional? ¿Es éste el balance de dos años de pedagogía de Adán Martín sobre la conveniencia de creer en la región? ¿Refleja El Día el sentir mayoritario de ATI?.
Gran Canaria no puede permanecer muda ante esa falta de respeto. Lo mismo cabría decir de Lanzarote, Fuerteventura, La Palma, La Gomera y El Hierro. E incluso de Tenerife si mañana llegase alguien que plantease volver a las cuevas de los guanches o instaurar el culto al Teide como asignatura obligatoria en las aulas. Y esa mudez no es de recibo, sobre todo, en un Gobierno que -ahora más que nunca, por la abrumadora mayoría de ATI en su composición- debe demostrar que cree en la región y que profesa esa creencia de palabra y de acción. Su silencio hasta la fecha ha sido probablemente el caldo de cultivo de estos excesos de El Día. ¿O acaso no es silencio sino complicidad?.
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