¡Sálvese quien pueda!
JOSÉ A. ALEMÁN
En el plan de bachillerato que me tocó era drástica la separación de Letras y Ciencias. Tanto que, al optar por Letras, a la tierna edad de catorce años más o menos, perdí de vista para siempre las Matemáticas. Fue una elección radical que me instaló definitivamente en la duda metafísica, que sería mi medio de vida. Llegué a envidiar a los compañeros de Ciencias y su absoluta creencia en la exactitud de los números que habría de convertirlos en hombres de mayor provecho. Dos y dos son cuatro, repicaban inamovibles despreciando la posibilidad de que pudieran sumar más o menos; pero se irritaban si les hacía ver su impotencia para explicar la razón de que fueran necesariamente cuatro y no tres o cinco. Y les cabreaba que entonces yo los comparara con los curas, que nos hablaban del misterio de la Santísima Trinidad sin poder tampoco explicarlo. La Iglesia, siempre expeditiva, resolvió el problema declarando la Santísima Trinidad dogma de fe con la misma contundencia de los profesores de Matemáticas al sentar que dos más dos no podía ser sino cuatro, en cualquier circunstancia. Siempre detesté las verdades incontrovertibles y quizá por eso me metí a periodista.
No podía entonces imaginar que la política canaria vendría con el tiempo a confirmar lo que tanto mortificaba la soberbia seguridad de mis compañeros de Ciencias. Así, por ejemplo, tenemos hoy que con los mismos números el Puerto de La Luz arroja superávit según el presidente de la Autoridad Portuaria, el Arnáiz irrepetible porque vamos dados como se repita, mientras Puertos del Estado lo coloca al borde la quiebra. De igual modo, los empresarios grancanarios hablan con cifras de desequilibrios interinsulares en contra de su isla, que el Gobierno niega o acepta, según, para afirmar con sus contracifras que es Tenerife la perjudicada. Tras cada jornada electoral y sobre el cómputo de resultados todos los partidos dicen haber ganado; los índices de paro aumentan o disminuyen a tenor del sistema de conteo; para desconcierto de los parados que ya no saben si lo están porque, además, el Consejo Económico asegura que les va de puta madre y se quejan de vicio.
Ahora me entero de que Mario Rodríguez, Germán Suárez y Sergio Alonso, los denunciantes del desequilibrio y dos piedras, mantuvieron el otro día una reunión con Mar Julios, vicepresidenta del Gobierno canario y responsable de Sanidad. A la que siguió otra con el presidente, Adán Martín, en la que por lo visto se restableció milagrosamente el equilibrio.
Uno de Ciencias diría, simplemente, que se han celebrado dos reuniones. En cambio, los de Letras, que rebasamos la duda metafísica para instalarnos en la sospecha cósmica y la absoluta desconfianza, vemos algo más que la frecuencia numérica con que han visto las caras: sin ir más lejos, los problemas de la clínica de Meloneras para suscribir conciertos con el Servicio Canario de Salud como factor desequilibrador. Esa clínica la ganó en concurso el grupo San Roque compitiendo con Hospiten, el grupo de Pedro Luis Cobiella, el empresario tinerfeño favorito de ATI, que se ha introducido en el Sur grancanario y que no tiene dificultades, bonito fuera, para concertarse con Sanidad y a quien Julios no se atreve a decirle ¡basta ya!
Ocurre, además, que los tres empresarios de las dos reuniones son accionistas principales de la mentada clínica de Meloneras, de la que por supuesto no se habló, qué va, en la reunión con Adán. Una reunión y otra reunión no son, pues, simplemente, dos reuniones sino mucho más para los de Letras, insisto. Entre otras cosas, son la prueba palmaria de que la percepción de los desequilibrios, al margen de que existan o no, depende de que interese o no en cada momento advertirlos y denunciarlos.
Hay cierto cabreo entre otros representantes del movimiento empresarial, que aguardan noticias de las reuniones equilibradoras. Que les expliquen si, en verdad, dos más dos son cuatro. A lo mejor exagero, pero se está llegando al sálvese quien pueda en la isla envenenada.
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En el plan de bachillerato que me tocó era drástica la separación de Letras y Ciencias. Tanto que, al optar por Letras, a la tierna edad de catorce años más o menos, perdí de vista para siempre las Matemáticas. Fue una elección radical que me instaló definitivamente en la duda metafísica, que sería mi medio de vida. Llegué a envidiar a los compañeros de Ciencias y su absoluta creencia en la exactitud de los números que habría de convertirlos en hombres de mayor provecho. Dos y dos son cuatro, repicaban inamovibles despreciando la posibilidad de que pudieran sumar más o menos; pero se irritaban si les hacía ver su impotencia para explicar la razón de que fueran necesariamente cuatro y no tres o cinco. Y les cabreaba que entonces yo los comparara con los curas, que nos hablaban del misterio de la Santísima Trinidad sin poder tampoco explicarlo. La Iglesia, siempre expeditiva, resolvió el problema declarando la Santísima Trinidad dogma de fe con la misma contundencia de los profesores de Matemáticas al sentar que dos más dos no podía ser sino cuatro, en cualquier circunstancia. Siempre detesté las verdades incontrovertibles y quizá por eso me metí a periodista.
No podía entonces imaginar que la política canaria vendría con el tiempo a confirmar lo que tanto mortificaba la soberbia seguridad de mis compañeros de Ciencias. Así, por ejemplo, tenemos hoy que con los mismos números el Puerto de La Luz arroja superávit según el presidente de la Autoridad Portuaria, el Arnáiz irrepetible porque vamos dados como se repita, mientras Puertos del Estado lo coloca al borde la quiebra. De igual modo, los empresarios grancanarios hablan con cifras de desequilibrios interinsulares en contra de su isla, que el Gobierno niega o acepta, según, para afirmar con sus contracifras que es Tenerife la perjudicada. Tras cada jornada electoral y sobre el cómputo de resultados todos los partidos dicen haber ganado; los índices de paro aumentan o disminuyen a tenor del sistema de conteo; para desconcierto de los parados que ya no saben si lo están porque, además, el Consejo Económico asegura que les va de puta madre y se quejan de vicio.
Ahora me entero de que Mario Rodríguez, Germán Suárez y Sergio Alonso, los denunciantes del desequilibrio y dos piedras, mantuvieron el otro día una reunión con Mar Julios, vicepresidenta del Gobierno canario y responsable de Sanidad. A la que siguió otra con el presidente, Adán Martín, en la que por lo visto se restableció milagrosamente el equilibrio.
Uno de Ciencias diría, simplemente, que se han celebrado dos reuniones. En cambio, los de Letras, que rebasamos la duda metafísica para instalarnos en la sospecha cósmica y la absoluta desconfianza, vemos algo más que la frecuencia numérica con que han visto las caras: sin ir más lejos, los problemas de la clínica de Meloneras para suscribir conciertos con el Servicio Canario de Salud como factor desequilibrador. Esa clínica la ganó en concurso el grupo San Roque compitiendo con Hospiten, el grupo de Pedro Luis Cobiella, el empresario tinerfeño favorito de ATI, que se ha introducido en el Sur grancanario y que no tiene dificultades, bonito fuera, para concertarse con Sanidad y a quien Julios no se atreve a decirle ¡basta ya!
Ocurre, además, que los tres empresarios de las dos reuniones son accionistas principales de la mentada clínica de Meloneras, de la que por supuesto no se habló, qué va, en la reunión con Adán. Una reunión y otra reunión no son, pues, simplemente, dos reuniones sino mucho más para los de Letras, insisto. Entre otras cosas, son la prueba palmaria de que la percepción de los desequilibrios, al margen de que existan o no, depende de que interese o no en cada momento advertirlos y denunciarlos.
Hay cierto cabreo entre otros representantes del movimiento empresarial, que aguardan noticias de las reuniones equilibradoras. Que les expliquen si, en verdad, dos más dos son cuatro. A lo mejor exagero, pero se está llegando al sálvese quien pueda en la isla envenenada.
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