La canción del huerfanito
FRANCISCO J. CHAVANEL
El huerfanito es Gran Canaria. Como en las leyendas artúricas el mundo sin rey, sin espada, dividido, sin orden, sumido en el caos por la traición de Ginebra.
Alguien ha invertido toda su salud, su tiempo y sus fuerzas en negocios espirituales completamente ruinosos. Las cosas, verdaderamente, tenían que haber sucedido de otra manera. En el periodo 1999-2003 se dormía junto a un cuerpo que ronca, comprobábamos su progresiva pudrición en los espejos, en una sucesión casi infinita y clónica de chantajismo a cargo de analfabetos. Pues eso era Ican: un grupo de hambrientos salidos de la noche de los tiempos que te agarraban por el cuello y no te soltaban hasta que pasaras por el aro.
Ya entonces, ATI, que apostaba por una homologación nacionalera de derechas, se asustó. En ésas llegó Mauricio y ofreció su célebre amputación. Después Mauricio sondeó a Soria, le dio el visto bueno, se lo mostró a ATI, lo hizo pasear por donde los funambulistas practicaban sus equilibrios, y pasó el examen. En Tenerife se aceptó a Soria como el representante genuino grancanario, por encima de Román, sin comparación posible, era de ellos, uno de ellos, con parecidas teorías liberales, con un grado de civilización incontestable, Soria rey en la isla mayor grancanaria, Adán rey en la isla mayor tinerfeña: el mundo en paz.
En cambio, en Gran Canaria, Soria era líder compartido. Aceptando una importante mayoría que a las barrabasadas de Ican había que ponerles freno, se salvaba a Román, pequeño dios en un anuncio de champú. Como si fuera un ser independiente a sus circunstancias el joven presidente simbolizaba el nacionalismo racional que siempre se pretendió alcanzar desde Olarte. De hecho lo confundieron con Olarte, y lo utilizaron como antagonista a Soria, porque a Soria, desde cerca, se le nota el crujir de la cara, y los ojos enrojecidos de ira, y la mirada dura y pétrea del que te guarda venganza eternamente por una inconveniencia. Román era como el antídoto para todo. Contra Mauricio, contra el expansionismo de ATI, contra el yoísmo de Soria. Demasiados contras para seguir existiendo.
El triunfo electoral de los conspiradores Adán/Paulino/Mauricio/Soria eliminó de cuajo uno de los dos referentes grancanarios. Román pudo ser consejero de Economía y Hacienda, o vicepresidente con Economía y Transportes, y se negó a aceptar propuesta alguna, cegado por la ira, convencido de que antes o después sería despojado de todo, protagonista de un trágico error por el que cedió su primogenitura a Mauricio y a Soria.
Llegado el momento histórico de Soria, liberado de competencia en su isla de origen, el líder del PP podría estar dando todos los días gracias por su suerte, pues sin relevantes acciones por su parte, con una política simplista de gestos, con un populismo vacío pero eficaz, sobrevino en Prometeo liberando a los hombres del despotismo de Zeus. Todos le adoraban, todos esperaban una palabra, una reunión, una promesa. ATI estaba encantada: era una matrimonio para diez o quince años más.
De cómo Soria dilapidó su fortuna en dos años se ha escrito bastante. De sus equivocaciones, aniquilando su inmortalidad, de las de Román, procede todo este vacío contemporáneo que flota en el ambiente, y el hueco que intenta rellenar ATI con un gobierno monocolor calculado para mantener quince parlamentarios por la provincia occidental en los comicios de 2007. Manteniendo esos quince, más cuatro o cinco en la provincia oriental, vuelven a confeccionar gobierno con quien quieran de pareja. Eso creen.
Ahora, casi al caer, vendrá a velar el mal sueño grancanario (el fruto de una apuesta de la que sólo es culpable el propio Soria) el presidente del consejo de administración de ATI. Durante dos noches por semana nos acunará mientras susurra en sus finos labios la canción del huerfanito.
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El huerfanito es Gran Canaria. Como en las leyendas artúricas el mundo sin rey, sin espada, dividido, sin orden, sumido en el caos por la traición de Ginebra.
Alguien ha invertido toda su salud, su tiempo y sus fuerzas en negocios espirituales completamente ruinosos. Las cosas, verdaderamente, tenían que haber sucedido de otra manera. En el periodo 1999-2003 se dormía junto a un cuerpo que ronca, comprobábamos su progresiva pudrición en los espejos, en una sucesión casi infinita y clónica de chantajismo a cargo de analfabetos. Pues eso era Ican: un grupo de hambrientos salidos de la noche de los tiempos que te agarraban por el cuello y no te soltaban hasta que pasaras por el aro.
Ya entonces, ATI, que apostaba por una homologación nacionalera de derechas, se asustó. En ésas llegó Mauricio y ofreció su célebre amputación. Después Mauricio sondeó a Soria, le dio el visto bueno, se lo mostró a ATI, lo hizo pasear por donde los funambulistas practicaban sus equilibrios, y pasó el examen. En Tenerife se aceptó a Soria como el representante genuino grancanario, por encima de Román, sin comparación posible, era de ellos, uno de ellos, con parecidas teorías liberales, con un grado de civilización incontestable, Soria rey en la isla mayor grancanaria, Adán rey en la isla mayor tinerfeña: el mundo en paz.
En cambio, en Gran Canaria, Soria era líder compartido. Aceptando una importante mayoría que a las barrabasadas de Ican había que ponerles freno, se salvaba a Román, pequeño dios en un anuncio de champú. Como si fuera un ser independiente a sus circunstancias el joven presidente simbolizaba el nacionalismo racional que siempre se pretendió alcanzar desde Olarte. De hecho lo confundieron con Olarte, y lo utilizaron como antagonista a Soria, porque a Soria, desde cerca, se le nota el crujir de la cara, y los ojos enrojecidos de ira, y la mirada dura y pétrea del que te guarda venganza eternamente por una inconveniencia. Román era como el antídoto para todo. Contra Mauricio, contra el expansionismo de ATI, contra el yoísmo de Soria. Demasiados contras para seguir existiendo.
El triunfo electoral de los conspiradores Adán/Paulino/Mauricio/Soria eliminó de cuajo uno de los dos referentes grancanarios. Román pudo ser consejero de Economía y Hacienda, o vicepresidente con Economía y Transportes, y se negó a aceptar propuesta alguna, cegado por la ira, convencido de que antes o después sería despojado de todo, protagonista de un trágico error por el que cedió su primogenitura a Mauricio y a Soria.
Llegado el momento histórico de Soria, liberado de competencia en su isla de origen, el líder del PP podría estar dando todos los días gracias por su suerte, pues sin relevantes acciones por su parte, con una política simplista de gestos, con un populismo vacío pero eficaz, sobrevino en Prometeo liberando a los hombres del despotismo de Zeus. Todos le adoraban, todos esperaban una palabra, una reunión, una promesa. ATI estaba encantada: era una matrimonio para diez o quince años más.
De cómo Soria dilapidó su fortuna en dos años se ha escrito bastante. De sus equivocaciones, aniquilando su inmortalidad, de las de Román, procede todo este vacío contemporáneo que flota en el ambiente, y el hueco que intenta rellenar ATI con un gobierno monocolor calculado para mantener quince parlamentarios por la provincia occidental en los comicios de 2007. Manteniendo esos quince, más cuatro o cinco en la provincia oriental, vuelven a confeccionar gobierno con quien quieran de pareja. Eso creen.
Ahora, casi al caer, vendrá a velar el mal sueño grancanario (el fruto de una apuesta de la que sólo es culpable el propio Soria) el presidente del consejo de administración de ATI. Durante dos noches por semana nos acunará mientras susurra en sus finos labios la canción del huerfanito.
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