La verdadera crisis
JOSÉ A. ALEMÁN
Paso de la porfía acerca de si Mauricio maquinó o no con Soria la liquidación de sus compañeros de CC-Gran Canaria. Paso porque, total, lo negarán los aprovechados del mauricismo y lo afirmarán los contrarios. Me quedo con la afirmación del propio Mauricio: no hubo conjura, qué va, sino simple coincidencia de intereses para calzar por Román y los suyos. Nos sigue creyendo pollabobas.
Mauricio pasó página y el sábado escenificó el cambio de partitura con Jerónimo Saavedra durante una boda en Meloneras. En cuanto le comunicaron que CC acababa de enviudar de Soria, el consejero de Hacienda se acercó a Saavedra sonriente, sin guardarle al difunto un instante de luto en memoria al menos de los buenos ratos. La foto de ambos dos privados de su juicio la subió a la Red sobre la marcha CANARIASAHORA; aunque la instantánea fetén fuera la facilitada ayer, en primera de La Provincia: Mauricio y Saavedra en pose de brindis; pero sus copas estaban vacías. Alegórico total, oye.
En realidad, la ruptura CC-PP y la remodelación del Gobierno poco interesa en Gran Canaria. La salida del PP no cambia la situación de la que ya es la mayor de las seis islas menores, en gráfica frase de don Olarte. Ni la ruptura con el PP ni los nuevos cariños con el PSOE la modifican como sería de desear, si no se quiere que sigan ganando adeptos quienes abogan por la secesión autonómica. Como cada vez que hablo de esto me insultan, volveré a aclarar que no me mola lo que hay sino que me niego a cerrar los ojos e ignorar lo que veo. Eso lo dejo para los políticos y algún que otro lector: no hay manera de convencerlos de que el que veas venir un tsunami y avises de que ahí llega no quiere decir que te encante semejante exageración de ola.
Ésa es la cuestión y el Gobierno no tiene respuesta. Ni siquiera se plantea que la crisis continuada de esta legislatura tiene significativamente su origen en Gran Canaria. Ahora pretenden hacer creer que todo lo inició el despecho de Román Rodríguez tras las últimas elecciones autonómicas, pero no es así.
Es preciso recordar que Mauricio combatió a Román durante los cuatro años en que éste ocupó la presidencia. El bloqueo en las últimas elecciones fue, por tanto, un episodio más de la ya larga persecución. Pero la cuestión no es, oye, si Román merecía o no ocupar un lugar público destacado o si Mauricio hizo bien o mal compinchándose con ATI (y Soria) para acabar con él. Esa discusión ya no tiene sentido. Lo que fue, fue.
La cuestión, lo repetiré de nuevo, es que CC propuso al electorado grancanario la candidatura de Román a la vicepresidencia del Gobierno para que aceptara a Adán Martín de presidente. Se trataba, pues, de una promesa electoral. El meollo de la cosa no era, pues, Román y su limitadísimo crédito político, sino que hubo fraude electoral al adquirirse un compromiso que CC no tenía la menor intención de cumplir, como se vio después. CC engañó al electorado grancanario que ya no volverá a tragarse otra: ése es el asunto.
El hecho mostró el desequilibrio a favor de ATI en la correlación de fuerzas. Y lo que es aún peor: dañó la confianza en las promesas electorales, fundamental en una democracia. Todo eso quebró entonces; no porque se apoyara a Román, sino, repito, porque se engañó al electorado. Ésta es una de las causas del alejamiento grancanario del sistema autonómico; además de las patadas que la isla recibe. Un extremo en el que no interesa entrar a los mandarines y que sin embargo hace que el interés por el nuevo Gobierno tenga más que ver con la novelería de saber quiénes serán los próximos becarios que con cualquier expectativa. No hay expectativas.
No se puede reducir el papel de Gran Canaria (como no se podría empequeñecer, en su caso, el de Tenerife) sin instalar a las Islas en la inestabilidad permanente, que es lo que han hecho. Nada tiene de particular que otro tema grancanario, el istmo de Santa Catalina, hiciera de fulminante de la ruptura CC-PP.
La estabilidad no la garantiza el Estatuto de Autonomía por estar ahí; menos cuando se gestiona en detrimento de una isla. Nada de esto se ha querido contemplar a pesar de ser el momento, con la reforma estatutaria y electoral de por medio, de reorientar una autonomía que hace aguas y que a punto está de resucitar en todo su esplendor el síndrome del 27. La crisis del Gobierno es una tontería con lo que se adivina. O se sabe. El que avisa no es traidor sino avisador.
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Paso de la porfía acerca de si Mauricio maquinó o no con Soria la liquidación de sus compañeros de CC-Gran Canaria. Paso porque, total, lo negarán los aprovechados del mauricismo y lo afirmarán los contrarios. Me quedo con la afirmación del propio Mauricio: no hubo conjura, qué va, sino simple coincidencia de intereses para calzar por Román y los suyos. Nos sigue creyendo pollabobas.
Mauricio pasó página y el sábado escenificó el cambio de partitura con Jerónimo Saavedra durante una boda en Meloneras. En cuanto le comunicaron que CC acababa de enviudar de Soria, el consejero de Hacienda se acercó a Saavedra sonriente, sin guardarle al difunto un instante de luto en memoria al menos de los buenos ratos. La foto de ambos dos privados de su juicio la subió a la Red sobre la marcha CANARIASAHORA; aunque la instantánea fetén fuera la facilitada ayer, en primera de La Provincia: Mauricio y Saavedra en pose de brindis; pero sus copas estaban vacías. Alegórico total, oye.
En realidad, la ruptura CC-PP y la remodelación del Gobierno poco interesa en Gran Canaria. La salida del PP no cambia la situación de la que ya es la mayor de las seis islas menores, en gráfica frase de don Olarte. Ni la ruptura con el PP ni los nuevos cariños con el PSOE la modifican como sería de desear, si no se quiere que sigan ganando adeptos quienes abogan por la secesión autonómica. Como cada vez que hablo de esto me insultan, volveré a aclarar que no me mola lo que hay sino que me niego a cerrar los ojos e ignorar lo que veo. Eso lo dejo para los políticos y algún que otro lector: no hay manera de convencerlos de que el que veas venir un tsunami y avises de que ahí llega no quiere decir que te encante semejante exageración de ola.
Ésa es la cuestión y el Gobierno no tiene respuesta. Ni siquiera se plantea que la crisis continuada de esta legislatura tiene significativamente su origen en Gran Canaria. Ahora pretenden hacer creer que todo lo inició el despecho de Román Rodríguez tras las últimas elecciones autonómicas, pero no es así.
Es preciso recordar que Mauricio combatió a Román durante los cuatro años en que éste ocupó la presidencia. El bloqueo en las últimas elecciones fue, por tanto, un episodio más de la ya larga persecución. Pero la cuestión no es, oye, si Román merecía o no ocupar un lugar público destacado o si Mauricio hizo bien o mal compinchándose con ATI (y Soria) para acabar con él. Esa discusión ya no tiene sentido. Lo que fue, fue.
La cuestión, lo repetiré de nuevo, es que CC propuso al electorado grancanario la candidatura de Román a la vicepresidencia del Gobierno para que aceptara a Adán Martín de presidente. Se trataba, pues, de una promesa electoral. El meollo de la cosa no era, pues, Román y su limitadísimo crédito político, sino que hubo fraude electoral al adquirirse un compromiso que CC no tenía la menor intención de cumplir, como se vio después. CC engañó al electorado grancanario que ya no volverá a tragarse otra: ése es el asunto.
El hecho mostró el desequilibrio a favor de ATI en la correlación de fuerzas. Y lo que es aún peor: dañó la confianza en las promesas electorales, fundamental en una democracia. Todo eso quebró entonces; no porque se apoyara a Román, sino, repito, porque se engañó al electorado. Ésta es una de las causas del alejamiento grancanario del sistema autonómico; además de las patadas que la isla recibe. Un extremo en el que no interesa entrar a los mandarines y que sin embargo hace que el interés por el nuevo Gobierno tenga más que ver con la novelería de saber quiénes serán los próximos becarios que con cualquier expectativa. No hay expectativas.
No se puede reducir el papel de Gran Canaria (como no se podría empequeñecer, en su caso, el de Tenerife) sin instalar a las Islas en la inestabilidad permanente, que es lo que han hecho. Nada tiene de particular que otro tema grancanario, el istmo de Santa Catalina, hiciera de fulminante de la ruptura CC-PP.
La estabilidad no la garantiza el Estatuto de Autonomía por estar ahí; menos cuando se gestiona en detrimento de una isla. Nada de esto se ha querido contemplar a pesar de ser el momento, con la reforma estatutaria y electoral de por medio, de reorientar una autonomía que hace aguas y que a punto está de resucitar en todo su esplendor el síndrome del 27. La crisis del Gobierno es una tontería con lo que se adivina. O se sabe. El que avisa no es traidor sino avisador.
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