Bien por Chavanel
JOSE A. ALEMAN
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Me ha reconfortado la lectura y la escuchada por CANARIASAHORA Radio- del texto de Paco Chavanel titulado El clan de la avaricia. No por su contenido, que habla de la miseria humana del clan denunciado, sino porque es una invitación a combatir el fantasma del miedo que les da a tantos estos sujetos.
Sé de qué habla Chavanel porque he soportado los zarpazos de algunos de los personajes que menciona. Por más que poco daño han podido hacerme porque, como suele decirse, tenía a mis hijos más que criados y lejos. Aunque, eso sí, me inspiraran el vehemente deseo de irme a vivir a otro sitio, que aún no he abandonado. Quisiera marcharme no por desamor a mi tierra y a mi gente sería negarme a mí mismo- sino para no saber más de ese pequeño núcleo de políticos y empresarios que han hecho irrespirable la vida pública.
No les contaré de cuánto comprendo la ruptura de Chavanel con Juan Francisco García, sátrapa de Canarias7, porque, al fin y al cabo, a mí me tocó el encargo de reclutar la primera Redacción del periódico, durante el verano del 82, y tuve ocasión después de saber cómo se las gasta. No me sorprende que pretendiera de él no ya sólo sus servicios profesionales, que para eso estamos todos, sino que le entregara su alma y su conciencia.
La cosa no empieza ni termina en García. El clan de la avaricia no puede entenderse sin la figura, las prácticas, la inmisericordia y la falta de escrúpulos políticos del actual consejero de Hacienda, José Carlos Mauricio. Chavanel hace el relato de la interrelación de García, Eustasio López, Germán Suárez, etcétera, subrayando adecuadamente el papel de factótum perverso y pervertidor de Mauricio. Yo no sé si es, como dicen algunos, el mayor corruptor de Canarias; sí digo que es el principal envenenador de la convivencia política y de los comportamientos honorables y leales. Es difícil de entender que sus conocidos desmanes en La Caja (contra Marrero, contra el propio García con quien ha hecho las paces, en el asunto de la entrada de la entidad en Lopesan Touristik que cuenta Chavanel) se los premiaran precisamente con la Consejería de Hacienda; o que se hayan olvidado episodios como su desastroso paso por el Ayuntamiento de Las Palmas o su denuncia escandalosa de las mafias del Sur, a las que culpó de una operación de la que él no andaba lejos: la salida de la alcaldía de San Bartolomé de Tirajana de José Juan Santana para colocar en ella al PP. Una ristra de escandaleras que generaron alarma social que no le impidió seguir tan campante repitiendo faenas.
Desde hace años, incluso de antes de la democracia, considero a Mauricio el político más nefasto y destructivo con el que me he tropezado. Para algunos yo andaba obsesionado con él. Quienes me conocen saben que no es así pero que tampoco me importaba parecerlo con tal de contribuir a desenmascararlo porque esta tierra tiene derecho a despegar y a librarse de personaje tan siniestro.
Hoy son pocos los que dudan de su calaña. Sólo le bailan el agua sus beneficiarios, quienes dependen para vivir de obedecerle y los que le temen. Gente como Chavanel, Carlos Sosa o Roy, por citar a los de CANARIASAHORA, que hay otros, pueden contribuir a la regeneración de la vida pública canaria, especialmente en Gran Canaria donde el mal ha adquirido especial intensidad. Pertenecen a la generación de periodistas que está acabando de sustituir a la mía, que va de retirada. Lo mismo que La Provincia me inició en este oficio y allí aprendí casi todo, incluido el afán de independencia profesional, CANARIASAHORA me ha redimido del silencio al que quieren condenar a los disconformes con la situación creada en la vida pública por el clan de la avaricia. O el Régimen político empresarial del que les he hablado más de una vez. Por eso me reconfortó el texto de Chavanel. Y ya, en plan de franco pelotilleo, la entereza de Carlos Sosa, artífice periodístico de que el proyecto de CANARIASAHORA esté cuajando y nos proporcione un respirito.
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Me ha reconfortado la lectura y la escuchada por CANARIASAHORA Radio- del texto de Paco Chavanel titulado El clan de la avaricia. No por su contenido, que habla de la miseria humana del clan denunciado, sino porque es una invitación a combatir el fantasma del miedo que les da a tantos estos sujetos.
Sé de qué habla Chavanel porque he soportado los zarpazos de algunos de los personajes que menciona. Por más que poco daño han podido hacerme porque, como suele decirse, tenía a mis hijos más que criados y lejos. Aunque, eso sí, me inspiraran el vehemente deseo de irme a vivir a otro sitio, que aún no he abandonado. Quisiera marcharme no por desamor a mi tierra y a mi gente sería negarme a mí mismo- sino para no saber más de ese pequeño núcleo de políticos y empresarios que han hecho irrespirable la vida pública.
No les contaré de cuánto comprendo la ruptura de Chavanel con Juan Francisco García, sátrapa de Canarias7, porque, al fin y al cabo, a mí me tocó el encargo de reclutar la primera Redacción del periódico, durante el verano del 82, y tuve ocasión después de saber cómo se las gasta. No me sorprende que pretendiera de él no ya sólo sus servicios profesionales, que para eso estamos todos, sino que le entregara su alma y su conciencia.
La cosa no empieza ni termina en García. El clan de la avaricia no puede entenderse sin la figura, las prácticas, la inmisericordia y la falta de escrúpulos políticos del actual consejero de Hacienda, José Carlos Mauricio. Chavanel hace el relato de la interrelación de García, Eustasio López, Germán Suárez, etcétera, subrayando adecuadamente el papel de factótum perverso y pervertidor de Mauricio. Yo no sé si es, como dicen algunos, el mayor corruptor de Canarias; sí digo que es el principal envenenador de la convivencia política y de los comportamientos honorables y leales. Es difícil de entender que sus conocidos desmanes en La Caja (contra Marrero, contra el propio García con quien ha hecho las paces, en el asunto de la entrada de la entidad en Lopesan Touristik que cuenta Chavanel) se los premiaran precisamente con la Consejería de Hacienda; o que se hayan olvidado episodios como su desastroso paso por el Ayuntamiento de Las Palmas o su denuncia escandalosa de las mafias del Sur, a las que culpó de una operación de la que él no andaba lejos: la salida de la alcaldía de San Bartolomé de Tirajana de José Juan Santana para colocar en ella al PP. Una ristra de escandaleras que generaron alarma social que no le impidió seguir tan campante repitiendo faenas.
Desde hace años, incluso de antes de la democracia, considero a Mauricio el político más nefasto y destructivo con el que me he tropezado. Para algunos yo andaba obsesionado con él. Quienes me conocen saben que no es así pero que tampoco me importaba parecerlo con tal de contribuir a desenmascararlo porque esta tierra tiene derecho a despegar y a librarse de personaje tan siniestro.
Hoy son pocos los que dudan de su calaña. Sólo le bailan el agua sus beneficiarios, quienes dependen para vivir de obedecerle y los que le temen. Gente como Chavanel, Carlos Sosa o Roy, por citar a los de CANARIASAHORA, que hay otros, pueden contribuir a la regeneración de la vida pública canaria, especialmente en Gran Canaria donde el mal ha adquirido especial intensidad. Pertenecen a la generación de periodistas que está acabando de sustituir a la mía, que va de retirada. Lo mismo que La Provincia me inició en este oficio y allí aprendí casi todo, incluido el afán de independencia profesional, CANARIASAHORA me ha redimido del silencio al que quieren condenar a los disconformes con la situación creada en la vida pública por el clan de la avaricia. O el Régimen político empresarial del que les he hablado más de una vez. Por eso me reconfortó el texto de Chavanel. Y ya, en plan de franco pelotilleo, la entereza de Carlos Sosa, artífice periodístico de que el proyecto de CANARIASAHORA esté cuajando y nos proporcione un respirito.
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