La vergüenza de El Pino
ÁNGEL TRISTÁN PIMIENTA
Otra vez se ha puesto de actualidad el ´viejo Pino´, y no porque ya esté terminada su rehabilitación como centro sociosanitario de uso polivalente (manda carallo, que dirían en Galicia) sino justo por lo contrario: por la demora de la demora que se sigue demorando, retroalimentada por una mezcla fatal de inercia, desidia, incompetencia e irresponsabilidad de todas las partes con mando en esa plaza.
El último sainete ha sido una polémica entre el Cabildo de Gran Canaria y el Gobierno regional precisamente alrededor de unos dineros virtuales. El Cabildo culpa al Ejecutivo del retraso, y le dice que pague su parte con una supuesta deuda; Sanidad no reconoce la deuda, sino, al revés, se siente adeudada. Pero toda esta discusión es pura y simple tinta de calamar. El fondo de la cuestión es que desde el principio ni el Cabildo ni el Gobierno regional han tenido este asunto por una verdadera prioridad política. Hace años ambas instituciones colocaron sus carteles anunciando al mundo lo buenas que eran que se iban a ocupar de los viejitos, y a continuación miraron para otro lado. Nada extraño si se considera que las primeras reacciones, cuando la idea se puso sobre las mesas oficiales, fueron adversas. Todos tenían puestos sus ojos en el antiguo hospital público para otras funciones: más oficinas, más despachos, y el clásico juego de mudanzas. No ha habido dudas a la hora de trasladar los laboratorios; si las hay para la asistencia social.
Hay que precisar que los trabajos que no se acaban cuando estaba previsto, lo habitual, no son la plena recuperación del edificio, sino sólo una pequeña parte. El grueso está en fase de definición y sin presupuesto, por lo que aun queda un largo camino por delante. La plataforma ciudadana ´El Pino es nuestro´, que planta un pino por cada mes que pasa, creará un verdadero bosque en el centro de la Ciudad. Cuando todo se arregle, ´ad calendas grecas´, habrá 246 camas para dependientes, personas mayores y enfermos mentales, que compartirán siete plantas. Y esto es lo que no se entiende. Que con los años que han transcurrido desde que las administraciones dijeron que sí, que bueno, que vale, que ya que se empeñan a ustedes vamos a hacer un proyecto en serio, ha habido tiempo para terminar y para que esos locales ya estuvieran cumpliendo una importantísima función dentro del ´Estado de bienestar´ en las Islas. Este es el tema. La realidad es que, como ocurre con el Hospital Militar, la madeja se lía mientras crecen las necesidades y los ancianos y enfermos mentales viven en condiciones indignas, solitarios en sus casas, hacinados en otros asilos y residencias, y con una lista de espera que aumenta sin parar porque la expectativa se vida se amplía y cada vez la población es ´más mayor´.
Basta ver las apariciones de las autoridades en los periódicos para comprobar que pese a las apariencias circunstanciales no estamos ante algo que se considere esencial. El famoso, fastuoso y supercalifragilísticoespialidoso ´eje transinsular´ es la gran operación de futuro del presidente Adán Martín; el presidente insular Soria está muy preocupado por la ´limpieza´ de inmigrantes en Lanzarote, con motivo de la visita de José Luis Rodríguez Zapatero, que él ideó, diseñó e impulsó en el Parque de Santa Catalina; los trenes de alta velocidad que son de baja velocidad son otra de las fastuosidades en cartera, así como frentes marítimo terrestres y privatizaciones de empresas estratégicas... Nunca se habla, con acompañamiento presupuestario, de Menores, por ejemplo, hasta que estalla un escándalo y hay muertos; ni de los enfermos mentales, hasta que sus familiares se manifiestan en la callen y hacen público un problema gravísimo de dejación; ni de los ancianos que ya no pueden ser cuidados como es debido por sus familiares porque hoy día una de las claves del progreso es la ocupación laboral de marido y mujer y no hay nadie para cuidar a los abuelos.
Es ridículo y ofensivo eternizar la remodelación del viejo hospital de Tomás Morales cuando muchísimas obras de complicada arquitectura e ingeniería se hacen en menos tiempo y con envidiable celeridad. Que la primera fase no se inaugure en octubre, como estaba previsto por la Corporación Insular, porque la Consejería aun no ha tramitado no se sabe bien qué papeles, es lamentable, e impresentable; pero mucho más lamentable e impresentable es que la segunda fase no tenga consignación presupuestaria, y que, encima, no existan ya nuevas alternativas para montar un servicio excelente de atención a los más desfavorecidos. Hay quien sigue sin enterarse de que la atención a los mayores dependientes es un objetivo común en toda Europa.
Lo ideal sería que hasta que se resolviera este déficit no se ofendiera la sensibilidad ni la inteligencia de la ciudadanía con despilfarros diversos y faraonismos de hormigón, no siempre convenientes. A la vista de los hechos la única realidad es que desde el principio se trabajó con la idea de echar balones (o viejos) fuera. Eso es lo que hay. Las palabras, son palabras, incluso las aparentemente indignadas.
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Otra vez se ha puesto de actualidad el ´viejo Pino´, y no porque ya esté terminada su rehabilitación como centro sociosanitario de uso polivalente (manda carallo, que dirían en Galicia) sino justo por lo contrario: por la demora de la demora que se sigue demorando, retroalimentada por una mezcla fatal de inercia, desidia, incompetencia e irresponsabilidad de todas las partes con mando en esa plaza.
El último sainete ha sido una polémica entre el Cabildo de Gran Canaria y el Gobierno regional precisamente alrededor de unos dineros virtuales. El Cabildo culpa al Ejecutivo del retraso, y le dice que pague su parte con una supuesta deuda; Sanidad no reconoce la deuda, sino, al revés, se siente adeudada. Pero toda esta discusión es pura y simple tinta de calamar. El fondo de la cuestión es que desde el principio ni el Cabildo ni el Gobierno regional han tenido este asunto por una verdadera prioridad política. Hace años ambas instituciones colocaron sus carteles anunciando al mundo lo buenas que eran que se iban a ocupar de los viejitos, y a continuación miraron para otro lado. Nada extraño si se considera que las primeras reacciones, cuando la idea se puso sobre las mesas oficiales, fueron adversas. Todos tenían puestos sus ojos en el antiguo hospital público para otras funciones: más oficinas, más despachos, y el clásico juego de mudanzas. No ha habido dudas a la hora de trasladar los laboratorios; si las hay para la asistencia social.
Hay que precisar que los trabajos que no se acaban cuando estaba previsto, lo habitual, no son la plena recuperación del edificio, sino sólo una pequeña parte. El grueso está en fase de definición y sin presupuesto, por lo que aun queda un largo camino por delante. La plataforma ciudadana ´El Pino es nuestro´, que planta un pino por cada mes que pasa, creará un verdadero bosque en el centro de la Ciudad. Cuando todo se arregle, ´ad calendas grecas´, habrá 246 camas para dependientes, personas mayores y enfermos mentales, que compartirán siete plantas. Y esto es lo que no se entiende. Que con los años que han transcurrido desde que las administraciones dijeron que sí, que bueno, que vale, que ya que se empeñan a ustedes vamos a hacer un proyecto en serio, ha habido tiempo para terminar y para que esos locales ya estuvieran cumpliendo una importantísima función dentro del ´Estado de bienestar´ en las Islas. Este es el tema. La realidad es que, como ocurre con el Hospital Militar, la madeja se lía mientras crecen las necesidades y los ancianos y enfermos mentales viven en condiciones indignas, solitarios en sus casas, hacinados en otros asilos y residencias, y con una lista de espera que aumenta sin parar porque la expectativa se vida se amplía y cada vez la población es ´más mayor´.
Basta ver las apariciones de las autoridades en los periódicos para comprobar que pese a las apariencias circunstanciales no estamos ante algo que se considere esencial. El famoso, fastuoso y supercalifragilísticoespialidoso ´eje transinsular´ es la gran operación de futuro del presidente Adán Martín; el presidente insular Soria está muy preocupado por la ´limpieza´ de inmigrantes en Lanzarote, con motivo de la visita de José Luis Rodríguez Zapatero, que él ideó, diseñó e impulsó en el Parque de Santa Catalina; los trenes de alta velocidad que son de baja velocidad son otra de las fastuosidades en cartera, así como frentes marítimo terrestres y privatizaciones de empresas estratégicas... Nunca se habla, con acompañamiento presupuestario, de Menores, por ejemplo, hasta que estalla un escándalo y hay muertos; ni de los enfermos mentales, hasta que sus familiares se manifiestan en la callen y hacen público un problema gravísimo de dejación; ni de los ancianos que ya no pueden ser cuidados como es debido por sus familiares porque hoy día una de las claves del progreso es la ocupación laboral de marido y mujer y no hay nadie para cuidar a los abuelos.
Es ridículo y ofensivo eternizar la remodelación del viejo hospital de Tomás Morales cuando muchísimas obras de complicada arquitectura e ingeniería se hacen en menos tiempo y con envidiable celeridad. Que la primera fase no se inaugure en octubre, como estaba previsto por la Corporación Insular, porque la Consejería aun no ha tramitado no se sabe bien qué papeles, es lamentable, e impresentable; pero mucho más lamentable e impresentable es que la segunda fase no tenga consignación presupuestaria, y que, encima, no existan ya nuevas alternativas para montar un servicio excelente de atención a los más desfavorecidos. Hay quien sigue sin enterarse de que la atención a los mayores dependientes es un objetivo común en toda Europa.
Lo ideal sería que hasta que se resolviera este déficit no se ofendiera la sensibilidad ni la inteligencia de la ciudadanía con despilfarros diversos y faraonismos de hormigón, no siempre convenientes. A la vista de los hechos la única realidad es que desde el principio se trabajó con la idea de echar balones (o viejos) fuera. Eso es lo que hay. Las palabras, son palabras, incluso las aparentemente indignadas.
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