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La Voz de Gran Canaria

Fuego y conciencia

Fuego y conciencia ÁNGEL TRISTÁN PIMIENTA

Por fortuna, el incendio que quemó las cumbres grancanarias, y que fue provocado, porque es imposible la coincidencia de siete focos, no ha arrasado el pinar tal como se temía en un principio. El pino canario, como otros ejemplares de regiones volcánicas, se ha hecho resistente al fuego. Cuando comenzaron a crecer, junto con otras especies endémicas, allá por el lejano Cuaternario, las erupciones apenas habían acabado; y de hecho hubo algunas posteriores. Esta circunstancia ha sido la clave de la supervivencia del pinar en las islas del Archipiélago en que llegaron a formarse bosques, y que no fueron expoliados con la fiebre de la madera en dos o tres episodios históricos que por un lado fueron afortunados, y por el otro, desgraciados. La conquista y colonización deAmérica originó una enorme demanda de madera para la reparación de las naves o para la construcción de flotas que hicieran la travesía del Atlántico; y en paralelo el crecimiento demográfico consumía
igualmente grandes cantidades de árboles, en su mayor parte pinos y laurisilva, que poco a poco fueron replegándose hasta reductos muy concretos en las cumbres.

Tras estos periodos vinieron otros que fueron asimismo destructivos para la masa verde insular: las necesidades de carbón, sobre todo con el corte del suministro marítimo en la primera Guerra Mundial y la reducción del tráfico naviero cuando la Guerra de Cuba - y una probable invasión USA al Archipiélago, que fue reforzado militarmente para esa posibilidad- y el permanente incremento de su población. Así se llega a la posguerra civil: la isla había sufrido un largo proceso deforestador que impulsó su desertización. Con un agravante: la agricultura, en especial la del plátano, pero de la misma manera la de subsistencia, exigía grandes cantidades de agua para los riegos tradicionales ´a manta´. Seguían multiplicándose los habitantes y aparecían nuevas necesidades higiénicas e industriales, que iban consumiendo los recursos disponibles. Los cauces se llenaron de tuberías para aprovechar las avenidas; se construyeron presas, pero a la vez se multiplicaron los pozos, que fueron bajando el nivel freático, una circunstancia que se produjo coincidiendo con el hecho de que en la corteza terrestre había desaparecido la capa vegetal.

Se cortó un ciclo de vida fundamental: desapareció la lluvia horizontal, que es una de las grandes características de la laurisilva, que trajo de inmediato una drástica reducción de los manantiales y escorrentías, mientras las talas indiscriminadas talas del pinar provocaron una galopante desertización. Fue en
los 50 cuando Matías Vega empezó la titánica labor repobladora, definiendo en principio un ´casquete central´ en el que se concentraron todos los esfuerzos para la reintroducción de ´pinus canariensis´, con algún que otro ´insignis´, y se actuaba asimismo en relictos de laurisilva, como en Los Tiles de Moya. A finales de los 60
se produjo una decisión política trascendental: una estrategia de ahorro de agua, que incentivó el riego por goteo y los cultivos de bajo requerimiento hidráulico, como los bajo cierro e hidropónicos, construyéndose la primera planta desalinizadora de agua de mar. Todo ello, conforme a las indicaciones de organismos internacionales planteados en los estudios SPA y MAC-21.

El problema es que muchos ciudadanos no tienen conciencia de esta historia y de una realidad incontrovertible: la naturaleza es muy sabia, y puso los pinos donde deben estar, y la laurisilva, en las vertientes abiertas al norte, para que reciban a los alisios y hagan el milagro de convertir en agua las nubes. La moda de las barbacoas, que sustituyó a los ´picnic´ con tortillas y bistec empanados, han constituido una carga de profundidad contra el patrimonio forestal; la colilla arrojada desde el coche, los fuegos encendidos por irresponsables... han contribuido al desastre. Que ha tenido el concurso de algunos descerebrados que propugnan
una vuelta a la época en que no había árboles en los montes. Estos plantean la alternativa de sustituir lo que hay y plantar frutales porque en su cortedad de miras e ignorancia supina creen que son más productivos. Que los albaricoques, los nísperos, las castañas, los almendros pueden sustituir a los ecosistemas macaronésicos que contribuyen a crear agua y a mantener la tierra, y que su aclimatación los hace relativamente inmunes a la cerilla.

Otros aprovechan a esta gente como compañeros de viaje y tontos útiles -que se decía en la terminología marxista- para dejar expedito el camino para el bloque del 20, que quién sabe, a lo mejor pasa un mister Marshall por Cueva Corcho. Llegados a este punto es fundamental que el Cabildo, y la Consejería de Educación, y los ayuntamientos, lo que sobra no daña en este caso, organicen campañas de mentalización, escolares o extraescolares; y que la Guardia Civil, a través del Seproma y los cuartelillos rurales, sigan la pista de las doctrinas que son como las del nacionalismo radical con el fenómeno de ETA y la ´kale borroka´. Viendo el humo se sabe donde está el fuego. Y a partir de ahora, más cuidado con los que se echan al campo, que algunos tienen
dos patas, y deberían tener cuatro.
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