¿Es realmente tonta?
FRANCISCO J. CHAVANEL
Mira, José Manuel, harto estoy de la decencia provinciana, de que no controles a tu partido, de que Pepa (Luzardo), como una virgen, haga lo que dé la gana, sin que tú la manejes. Me decepcionas. ¿A qué viene que ahora, doce años después, la gente vuelva a recordarme la privatización de Emalsa, los viajes en jet privado a París, las sospechas catalanas sobre mi freudiano comportamiento? Te he contado miles de veces que aspiro a un retiro tranquilo, tal vez traspasándote a ti todos mis poderes, odio este aire irrespirable, esta sensación de que cualquiera puede manchar mi apellido, el de mi familia, el de mis hijos, el de mi nieta. Sé que todo plan tiene un efecto boomerang, y sé que siempre hubo una primera vez. La mía fue aquella. ¿Es necesario que tú y yo hablemos de la naturaleza instintiva que mueve a las personas?
Es estúpida, perdóname mi claridad. Estúpida por no atender a nuestros ruegos para que se pliegue a un acuerdo sensato sobre el Istmo. Y más estúpida por intentar, en este preciso momento, vender el 32% de Emalsa. ¿Oyes lo que dicen mis enemigos de mí? Que fui yo, el inventor de los sectores estratégicos, quien entregó en 1993 el control del agua de la capital grancanaria. Que el agua es devoción para nosotros, que soy traidor a Román, a Gran Canaria, a lo más íntimo que poseemos. La gente me insulta y, de repente, como deseoso de demostrar mi humanidad, me hartan los asuntos morales, esta salvaje cacería contra un demonio que exorciza los demonios de los demás. ¿Puedes entenderlo, José Manuel?
En aquella época el concejal de aguas era un joven barbilampiño llamado Ricardo Cabrera, un tipo inexperto que presumía de noviazgo con una concejala, Andrea Bosanova, dueño de prontos absurdos: en una ocasión defendió bajar las tarifas de Emalsa ¡para hacerla más rentable!... Perdíamos entre 400 y 500 millones de pesetas anuales y, aunque yo ya reconocía que estábamos ante un simple problema de gestión pública, la tentación tocó a mi puerta. Ofrecían 5.000 millones por el 66%. Cerré el acuerdo con los franceses de Saur /Bouygues y luego, más tarde, introduje en la operación a Unelco para otorgarle una coartada canaria. Sé que se dijo que el concurso estaba amañado y que le dimos información privilegiada a los ganadores Es asombroso lo que comenta la gente de uno: ¿puede un político de formación comunista dejar algo, por pequeño que sea, a los caprichos del azar?... ¿Sabes lo que hizo Pepa? Votar a favor de la privatización, y en contra de que uno de los ganadores fuera Saur/Bouygues. Algo se olía la muy. Quería a Aguas de Barcelona que, como recordarás, presentó recurso y lo ganó en el Supremo. Demasiado tarde.
Te explicaré por qué lo hice. Me enfrentaba a los cincuenta años, mi vida política entraba en su recta final. Y era un outsider, no contaba, un mierda al que llamaban los señoritos de la derecha para resolverles problemas que sus protegidos no arreglaban. Estaba desesperado, esa es la verdad. Yo era Mauricio, el del liguero rojo, un romántico desesperadamente rojo, del que la burguesía no podía fiarse. O cambiaba, es decir: demostraba que no me importaba tragar un poco de maquillaje, o yo no era de confianza, material para la caja negra de los accidentes sin compasión. ¿Qué hice?: elaborar un negocio de mármol, con finura de ruiseñor, con el contorsionismo de un yudoka, pues pretendía que la derecha, los reyes del dinero y de las cloacas caribeñas, supieran que podían contar conmigo, que yo era su hombre de futuro. Lo digo sin pretenciosidad: estoy orgulloso, un torbellino de oportunidades inesperadas se abrió ante mí, pronto me percaté de yo era el catedrático de la plata sintética. Los convencí. El granuja izquierdista, maniobrero y vendedor de helados, pisaba las moquetas de los ricos; los príncipes de la ciudad venían a mis conferencias, me invitaban a sus lujosos despachos, me proponían tratos indecentes. Para que lo tengas claro: yo era mejor para ellos que Olarte; más flexible, más listo, con más visión, sin el menor temor al riesgo. Además, procedía de la progresía: ¿quién iba a sospechar de un comunista que aun predicaba la revolución permanente, y todas aquellas gilipolleces del marxismo?
A ti, José Manuel, te rememoro tocándome las pelotas en el 95, cuando ganaste las primeras elecciones. "Devolveré Emalsa a los ciudadanos; el Ayuntamiento recomprará el 66% de las acciones porque el agua es algo vital y la operación de venta se hizo de manera irregular?... Lo comenté a mis allegados: "A este individuo lo espero en las alturas". Te vi ascender y transformarte en un ombligo elefantasiático sin remedio. Te subías los pantalones de la gloria igual que un payaso al que se le han caído los pantalones. Siento decírtelo: nunca te tomé demasiado en serio, siempre me pareciste un cantante de boleros que interpreta sus canciones en play-back.
Al salir la sentencia te pusiste gallito. "Los tribunales me dan la razón, ahora recuperaré Emalsa para la ciudad". Vale. Todas las codornices tienen el mismo olor, todas las serpientes huelen de forma idéntica, todas las luciérnagas desprenden un unánime olor fosforescente. Tú también. Fue muy sencillo. Hablé con Rato, con Acebes, con Rajoy. Ninguno podía verte. Les expliqué lo que iba a perder Endesa/Unelco, Manuel Pizarro, el amiguísimo de Aznar, que se trataba de un asunto de Estado, que Coalición Canaria se sentiría incómoda si sus ruegos no fueran atendidos. Me costó un minuto. Les hablé y una música abstracta sonó en la estancia. Yo era El Conseguidor, el hombre de CC en Madrid, el embajador del PP en las Islas, el lobezno en la plantación de los terratenientes No, no me guardes rencor. Hiciste bien, fuiste hábil. Tu extraordinaria ambición te condujo al abrazo fraternal con el sentido común. Pactaste conmigo, te olvidaste del recurso judicial, tranquilizaste a nuestros amigos de Endesa y Bouygues. Ahí acabé de analizarte. Pensé para mí: si lo adiestro y se deja será mi jadeo. También con tu evolución estoy orgulloso.
Sin embargo alucino. Existió una hora en la que creí que eras un buen gestor. Que detrás de tu imagen de galán mejicano con corbatas de Hermès se hallaba alguien con capacidad para ejecutar un presupuesto con rigor. Pepa no se hubiera lanzado a vender Emalsa si tú no le hubieses dejado como herencia una grieta financiera aterradora. Incluso ella sabe lo que es verdaderamente impopular: el agua es la sangre de nuestra tierra. ¿No te lo consultó? ¿Fue por libre?... ¿O te lo consultó y no me informaste para no dar la impresión de que ya no manejas la totalidad del partido?
Me decepcionas, José Manuel, no me vengas con cosas de camarero celestino porque hace tiempo que no me chupo el dedo. Me dices: "Pepa está asustada por el escándalo que se ha montado; está pensando en quedarse con el 5% en vez del 2%?... ¿Crees que nací ayer? Seguro que alguien le habrá comentado que con el 5% tiene derecho a voto ¿y qué? ¿Te haces una idea de lo que pasará? Saur/Bouygues y Endesa, en función del derecho de tanteo que poseen, comprarán el resto de las acciones al precio irrisorio de 2.000 millones de pesetas. ¿Lo dudas?... Están obligados a ir los dos porque si uno pasa sus acciones se deprecian en el mercado: es una cuestión de mero oportunismo mercantil. Y después, con la compañía boyante, ganando como ya gana 500 millones de pesetas todos los años, venderán al mejor postor con el pelotazo de rigor. Y cuando eso ocurra escucharé por todas las esquinas de mi isla que fui yo el que prostituyó Emalsa, que se la entregué a fondos de pensiones extranjeros, o a compañías con accionistas desconocidos, que en el momento que quieran, si el negocio les va mal, desinvierten, arruinan la compañía, rebajan aún más la calidad del agua. Te lo confieso: sueño retirarme compartiendo la leyenda de Fernando León y Castillo, pero me temo, con aliados como tú, que terminaré como Bentejuí, con mi apellido arrojándose desde el Bentayga por los siglos de los siglos.
Es un asunto electoral, amigo, no sé si te percatas. Yo seré el rey mundial de los odios ajenos, pero tú eres nuestro cartel electoral, el de la coalición entre el nacionalismo y el PP, y si, por un casual, piensas que las tonterías de Pepa las pagará solo ella estás muy equivocado. ¿Sabes lo que la gente no perdona de mí y por eso no me vota? Que le he sido desleal a todo. A mis principios, a mis amigos, a mis compañeros, a mis compromisos. Tú ya eras casi como yo, ten cuidado.
No quiero otro santo inocente que flote en mi conciencia. Te prefiero culpable. Arregla lo de Pepa, y sé el candidato que todos esperamos de ti.
Firmado: José Carlos.
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Mira, José Manuel, harto estoy de la decencia provinciana, de que no controles a tu partido, de que Pepa (Luzardo), como una virgen, haga lo que dé la gana, sin que tú la manejes. Me decepcionas. ¿A qué viene que ahora, doce años después, la gente vuelva a recordarme la privatización de Emalsa, los viajes en jet privado a París, las sospechas catalanas sobre mi freudiano comportamiento? Te he contado miles de veces que aspiro a un retiro tranquilo, tal vez traspasándote a ti todos mis poderes, odio este aire irrespirable, esta sensación de que cualquiera puede manchar mi apellido, el de mi familia, el de mis hijos, el de mi nieta. Sé que todo plan tiene un efecto boomerang, y sé que siempre hubo una primera vez. La mía fue aquella. ¿Es necesario que tú y yo hablemos de la naturaleza instintiva que mueve a las personas?
Es estúpida, perdóname mi claridad. Estúpida por no atender a nuestros ruegos para que se pliegue a un acuerdo sensato sobre el Istmo. Y más estúpida por intentar, en este preciso momento, vender el 32% de Emalsa. ¿Oyes lo que dicen mis enemigos de mí? Que fui yo, el inventor de los sectores estratégicos, quien entregó en 1993 el control del agua de la capital grancanaria. Que el agua es devoción para nosotros, que soy traidor a Román, a Gran Canaria, a lo más íntimo que poseemos. La gente me insulta y, de repente, como deseoso de demostrar mi humanidad, me hartan los asuntos morales, esta salvaje cacería contra un demonio que exorciza los demonios de los demás. ¿Puedes entenderlo, José Manuel?
En aquella época el concejal de aguas era un joven barbilampiño llamado Ricardo Cabrera, un tipo inexperto que presumía de noviazgo con una concejala, Andrea Bosanova, dueño de prontos absurdos: en una ocasión defendió bajar las tarifas de Emalsa ¡para hacerla más rentable!... Perdíamos entre 400 y 500 millones de pesetas anuales y, aunque yo ya reconocía que estábamos ante un simple problema de gestión pública, la tentación tocó a mi puerta. Ofrecían 5.000 millones por el 66%. Cerré el acuerdo con los franceses de Saur /Bouygues y luego, más tarde, introduje en la operación a Unelco para otorgarle una coartada canaria. Sé que se dijo que el concurso estaba amañado y que le dimos información privilegiada a los ganadores Es asombroso lo que comenta la gente de uno: ¿puede un político de formación comunista dejar algo, por pequeño que sea, a los caprichos del azar?... ¿Sabes lo que hizo Pepa? Votar a favor de la privatización, y en contra de que uno de los ganadores fuera Saur/Bouygues. Algo se olía la muy. Quería a Aguas de Barcelona que, como recordarás, presentó recurso y lo ganó en el Supremo. Demasiado tarde.
Te explicaré por qué lo hice. Me enfrentaba a los cincuenta años, mi vida política entraba en su recta final. Y era un outsider, no contaba, un mierda al que llamaban los señoritos de la derecha para resolverles problemas que sus protegidos no arreglaban. Estaba desesperado, esa es la verdad. Yo era Mauricio, el del liguero rojo, un romántico desesperadamente rojo, del que la burguesía no podía fiarse. O cambiaba, es decir: demostraba que no me importaba tragar un poco de maquillaje, o yo no era de confianza, material para la caja negra de los accidentes sin compasión. ¿Qué hice?: elaborar un negocio de mármol, con finura de ruiseñor, con el contorsionismo de un yudoka, pues pretendía que la derecha, los reyes del dinero y de las cloacas caribeñas, supieran que podían contar conmigo, que yo era su hombre de futuro. Lo digo sin pretenciosidad: estoy orgulloso, un torbellino de oportunidades inesperadas se abrió ante mí, pronto me percaté de yo era el catedrático de la plata sintética. Los convencí. El granuja izquierdista, maniobrero y vendedor de helados, pisaba las moquetas de los ricos; los príncipes de la ciudad venían a mis conferencias, me invitaban a sus lujosos despachos, me proponían tratos indecentes. Para que lo tengas claro: yo era mejor para ellos que Olarte; más flexible, más listo, con más visión, sin el menor temor al riesgo. Además, procedía de la progresía: ¿quién iba a sospechar de un comunista que aun predicaba la revolución permanente, y todas aquellas gilipolleces del marxismo?
A ti, José Manuel, te rememoro tocándome las pelotas en el 95, cuando ganaste las primeras elecciones. "Devolveré Emalsa a los ciudadanos; el Ayuntamiento recomprará el 66% de las acciones porque el agua es algo vital y la operación de venta se hizo de manera irregular?... Lo comenté a mis allegados: "A este individuo lo espero en las alturas". Te vi ascender y transformarte en un ombligo elefantasiático sin remedio. Te subías los pantalones de la gloria igual que un payaso al que se le han caído los pantalones. Siento decírtelo: nunca te tomé demasiado en serio, siempre me pareciste un cantante de boleros que interpreta sus canciones en play-back.
Al salir la sentencia te pusiste gallito. "Los tribunales me dan la razón, ahora recuperaré Emalsa para la ciudad". Vale. Todas las codornices tienen el mismo olor, todas las serpientes huelen de forma idéntica, todas las luciérnagas desprenden un unánime olor fosforescente. Tú también. Fue muy sencillo. Hablé con Rato, con Acebes, con Rajoy. Ninguno podía verte. Les expliqué lo que iba a perder Endesa/Unelco, Manuel Pizarro, el amiguísimo de Aznar, que se trataba de un asunto de Estado, que Coalición Canaria se sentiría incómoda si sus ruegos no fueran atendidos. Me costó un minuto. Les hablé y una música abstracta sonó en la estancia. Yo era El Conseguidor, el hombre de CC en Madrid, el embajador del PP en las Islas, el lobezno en la plantación de los terratenientes No, no me guardes rencor. Hiciste bien, fuiste hábil. Tu extraordinaria ambición te condujo al abrazo fraternal con el sentido común. Pactaste conmigo, te olvidaste del recurso judicial, tranquilizaste a nuestros amigos de Endesa y Bouygues. Ahí acabé de analizarte. Pensé para mí: si lo adiestro y se deja será mi jadeo. También con tu evolución estoy orgulloso.
Sin embargo alucino. Existió una hora en la que creí que eras un buen gestor. Que detrás de tu imagen de galán mejicano con corbatas de Hermès se hallaba alguien con capacidad para ejecutar un presupuesto con rigor. Pepa no se hubiera lanzado a vender Emalsa si tú no le hubieses dejado como herencia una grieta financiera aterradora. Incluso ella sabe lo que es verdaderamente impopular: el agua es la sangre de nuestra tierra. ¿No te lo consultó? ¿Fue por libre?... ¿O te lo consultó y no me informaste para no dar la impresión de que ya no manejas la totalidad del partido?
Me decepcionas, José Manuel, no me vengas con cosas de camarero celestino porque hace tiempo que no me chupo el dedo. Me dices: "Pepa está asustada por el escándalo que se ha montado; está pensando en quedarse con el 5% en vez del 2%?... ¿Crees que nací ayer? Seguro que alguien le habrá comentado que con el 5% tiene derecho a voto ¿y qué? ¿Te haces una idea de lo que pasará? Saur/Bouygues y Endesa, en función del derecho de tanteo que poseen, comprarán el resto de las acciones al precio irrisorio de 2.000 millones de pesetas. ¿Lo dudas?... Están obligados a ir los dos porque si uno pasa sus acciones se deprecian en el mercado: es una cuestión de mero oportunismo mercantil. Y después, con la compañía boyante, ganando como ya gana 500 millones de pesetas todos los años, venderán al mejor postor con el pelotazo de rigor. Y cuando eso ocurra escucharé por todas las esquinas de mi isla que fui yo el que prostituyó Emalsa, que se la entregué a fondos de pensiones extranjeros, o a compañías con accionistas desconocidos, que en el momento que quieran, si el negocio les va mal, desinvierten, arruinan la compañía, rebajan aún más la calidad del agua. Te lo confieso: sueño retirarme compartiendo la leyenda de Fernando León y Castillo, pero me temo, con aliados como tú, que terminaré como Bentejuí, con mi apellido arrojándose desde el Bentayga por los siglos de los siglos.
Es un asunto electoral, amigo, no sé si te percatas. Yo seré el rey mundial de los odios ajenos, pero tú eres nuestro cartel electoral, el de la coalición entre el nacionalismo y el PP, y si, por un casual, piensas que las tonterías de Pepa las pagará solo ella estás muy equivocado. ¿Sabes lo que la gente no perdona de mí y por eso no me vota? Que le he sido desleal a todo. A mis principios, a mis amigos, a mis compañeros, a mis compromisos. Tú ya eras casi como yo, ten cuidado.
No quiero otro santo inocente que flote en mi conciencia. Te prefiero culpable. Arregla lo de Pepa, y sé el candidato que todos esperamos de ti.
Firmado: José Carlos.
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