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La Voz de Gran Canaria

Soria rige Freedonia

Soria rige Freedonia LUIS INI

Lugar: Sala de Prensa del Cabildo de Gran Canaria, ubicada en el Edificio de Administración Insular I.
Día: Martes 1 de febrero de 2005
Hora: A partir de las 12:00.
Motivo: Rueda de Prensa en la que el presidente del Cabildo José Manuel Soria informa de diversos asuntos relacionados con el gobierno de la isla.
Hechos: Después de dedicar cerca de 25 minutos a explicar la posición del Cabildo en el tema de la huelga de hambre de los bomberos, se inicia la ronda de preguntas. Aproximadamente 15 minutos después sucede este diálogo:

Periodista: Usted dice que se está charlando de este tema (de la huelga de hambre de los bomberos) sin embargo hace seis meses que ellos vienen haciendo sus reclamos, no se entiende entonces cómo se llega a esta situación, por un lado, y por otro, ¿no considera que no ha habido una buena gestión de este tema ya que tiene que salir precisamente usted a contestar estas preguntas y no el responsable del área?

Presidente del Cabildo: No se lo tome a mal ¿eh?, pero haga lo de siempre: escriba usted las respuestas que considere oportuno. (Mirando a la sala) ¿Alguna pregunta más?

Periodista: Perdón, no me ha respondido y no sé lo que quiere decir...

Presidente del Cabildo: (A la sala) ¿Alguna otra pregunta?

Periodista: No es serio lo que está haciendo, por qué no nos explica a todos lo que quiere decir.

Presidente del Cabildo: (Al periodista) Usted pregunta lo que considera conveniente y yo respondo lo que considero oportuno (A la sala) ¿Alguna otra pregunta?
Otra periodista rápidamente consulta sobre otra cuestión.

Viéndolo en perspectiva, sería hasta gracioso, si el hecho no fuera realmente grave, comparar al presidente del Cabildo con el papel que Groucho Marx interpreta en Sopa de Ganso. Allí aparece en la piel de un dictadorcillo de una republiqueta llamada Freedonia. En lo fisonómico, para la comparación sólo bastaría con utilizar el oscuro tinte que utiliza en el cabello -peinado con raya al medio a la Groucho aunque más pulcramente corto- para cubrir el entrecano, hasta grouchesco bigote que calza (algunos pueden sugerir que lo más apropiado es mentarlo como aznariano; incluso, rebanado convenientemente, hitleriano, pero serían sugerencias malintencionadas).

Por lo pronto, fisonomías aparte, no deja de tener un toque grotesco que un funcionario público, elegido por voto popular para gestionar la cosa pública, y que cobra sueldos del erario público en función de salvaguadar el interés público, ese que preserva la constitución española, actúe, justamente, vulnerando el sagrado principio de las cuentas públicas de sus actos.

El señor Presidente, el serio Soria, ha cometido en aquel episodio antes narrado varios dislates, no sólo al no responder a una pregunta en el marco de una rueda de prensa por él convocada, sino al atacar la libertad de expresión, intentar menospreciar cualidades profesionales, y, en fin, sentar un triste, peligroso precedente al admitir preguntas discrecionalmente, algo que, si se dedicara a la actividad privada no sería reprochable, pero que se torna gravísimo en un cargo público.

Parecería que el Presidente del Cabildo sufre del Síndrome Elvis, desde que en pasados carnavales, siendo él alcalde del Ayuntamiento capitalino, lució el disfraz del llamado Rey en su última etapa, la decadente, la de los signos de manía persecutoria, depresiones y profusas ingestas de ansiolíticos. Da la impresión de que aún no se ha quitado ese traje y se comporta como un monarca guiñolesco.

Ya había mostrado esa faz al insultar a sus oponentes políticos, y continúa con esas formas autocráticas no sólo cuando actúa como una diva del bel canto en una rueda de prensa -y en otras circunstancias también- sino cuando en su discurrir en la gestión pública hace de la amenaza y la petulancia su esencia política.

Unas palabras finales para los colegas periodistas, tanto para los que asistieron al episodio mencionado como para los que se quieran dar por avisados.
No debemos permitir -más allá de los naturales y legítimos intereses empresariales en los cuales desarrollamos nuestra profesión- que esto vuelva a suceder. No es sólo una cuestión de dignidad y respeto por nuestro trabajo, se trata de una asunto de sobrevivencia, porque ¿quién garantiza que el día de mañana esto no le suceda a otro compañero de otro medio? ¿Es nuestro papel frente a determinados políticos, actuar de comparsas genuflexas, de simples transmisores de su verba obtusa, oscura, interesada?

Propongo que en el futuro, cuando algún compañero sufra el hecho de que su pregunta sea desoída o no contestada, inmediatamente sea reiterada por otro colega. Fue muy triste ver cómo ninguno de los presentes -tal vez por falta de reflejos, tal vez por entendible temor- alzara un reclamo ante un claro ataque a la libertad de expresión e información que se dio el lujo de cometer un señor llegado a un cargo público por los votos -nada más ni nada menos que eso-. De nosotros depende que sea el último.
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