Lealtad y sumisión en el PP grancanario
Francisco Suárez Alamo
El Partido Popular de Gran Canaria celebra hoy su congreso insular con cierta sensación de que se ha perdido una oportunidad excepcional: la de demostrar que es posible contar con una organización coordinada con la dirección regional pero al mismo tiempo con el margen de autonomía suficiente para fijar sus criterios en beneficio de la Isla. Todo eso se fue por la borda en dos momentos cercanos en el tiempo: el día en que José Manuel Soria escribió otra página en su particular libro del autoritarismo al cargarse a Víctor Jordán como viceconsejero de Pesca, y la tarde en que Paulino Montesdeoca arrojó la toalla y optó por retirarse en la lucha por la presidencia.
No deja de resultar llamativo que esas diferencias internas hayan aflorado precisamente en la Isla que tradicionalmente ha sido el feudo de los populares. O al menos lo fue durante doce años. Y es que conviene recordar todo lo que llegó a tener el PP grancanario y, por consiguiente, todo lo que perdió: el Cabildo de Gran Canaria, el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria y alcaldías de tanto peso específico en la estructura insular como Telde, San Bartolomé de Tirajana y Mogán. Casi nada... o más bien, casi todo.
El electorado, que es el juez sabio que premia o castiga, acabó dando la espalda al PP en las pasadas elecciones. ¿Hubo entonces examen de conciencia, ejercicio de autocrítica, voluntad de enmienda? Ciertamente, no. El PP, o al menos el PP más próximo a Soria, se contentó con el enésimo pacto con Coalición Canaria y quedó pendiente el debate sobre las causas del fiasco electoral. Larry Álvarez lo intentó tímidamente desde su posición al frente de la oposición del Cabildo de Gran Canaria, pero en lugar de recibir el reconocimiento a su empeño en la renovación, lo único que ha cosechado es el sonoro silencio de la dirección regional, por no hablar de las zancadillas y en ocasiones hasta los desprecios. En esa línea, Paulino Montesdeoca también puso su grano de arena, pero le flaquearon las fuerzas en el momento decisivo, a lo que se suma la cobardía de muchos militantes que comparten su discurso pero que temen la ira divina, la misma que mandó a Jordán a galeras.
Con todo eso, el PP grancanario que hoy puede salir de su congreso corre el riesgo de no aportar nada al debate político. María Australia Navarro y Rosa Rodríguez deben demostrar que son algo más que clones de Soria o simples ejecutoras de sus designios, y así como hay que admitir que ambas atesoran valía suficiente, también hay que reconocer que en todo este proceso sus palabras han sido un calco de las del presidente regional. Es lo que pasa cuando, por desgracia para un partido tan necesario para Canarias como el PP, la lealtad se confunde con la sumisión.
Información de: Canarias7, 22-11-2008
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