La prensa y los líos
ÁNGEL TRISTÁN PIMIENTA
Se quejan próceres de ATI de las filtraciones judiciales y de la avalancha de escándalos, pero lo único nuevo es que es en Tenerife. ´Ándeme yo caliente, y ríase la gente´, dice el famoso poema de Luis de Góngora (1561-1627):
Cuando cubra las montañas/de blanca nieve el Enero/tenga yo lleno el brasero/de bellotas y castañas/y quien las dulces patrañas/del Rey que rabió me cuente/y ríase la gente.
Hace años que los periódicos publican noticias sobre asuntos escandalosos que afectan a la vida pública con todo lujo de detalles. Desde que la Constitución española consagró los derechos fundamentales de información y opinión, en muchos muros almenados desde la dictadura se han ido abriendo ´kelkaportas´ por las que ha ido entrando la libertad de prensa. Nada ha quedado al margen. Ni siquiera el mundo de la justicia. Es más, por si no fuera suficientemente expresa la doctrina del Tribunal Supremo y del Tribunal Constitucional, emanada de un abundante caudal de sentencias, el propio Consejo General del Poder Judicial que ahora termina su mandato ha elaborado un protocolo específico para facilitar la información, aunque el debate y la práctica demuestran que algunos jueces y fiscales son reacios a abrir puertas y ventanas. Consideran que tan malo es no llegar como pasarse, y que en caso de duda, ´in dubio pro reo´, siendo reo en este supuesto una visión garantista conservadora.
La jurisprudencia, sin embargo, va por el camino de la transparencia y, en todo caso, de la protección prioritaria, que no privilegiada, del derecho de información especialmente en temas de interés público o que afecten a personas públicas, cuya intimidad, expresan numerosas sentencias tanto del TS como del TC, se ve limitada por su misma condición representativa. Incluso hay ejemplos jurisprudenciales que van contra el criterio de algunos jueces de entender el ´secreto del sumario´ como un todo absoluto, como un sarcófago de plomo que impida la entrada del más mínimo rayo de luz. El juez puede decretar el secreto del sumario, pero los periodistas pueden tener la obligación profesional de eludirlo para ofrecer a sus lectores noticias sobre asuntos de relieve, fundamentadas y que se ajusten a las exigencias de ´verosimilitud´, y no, hay que recordarlo, a un concepto de verdad absoluta, dogmática e indiscutible.
No hay la menor duda de que el negocio que un grupo de empresarios hizo alrededor de la playa de Las Teresitas tiene puntos oscuros; una zona de sombra que fue el acicate para que relevantes ciudadanos tinerfeños presentaran una denuncia en la Fiscalía Anticorrupción de Santa Cruz de Tenerife. También el auto del magistrado de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón - a quien se le consideró el Llanero Solitario cuando puso al ´felipismo´ contra las cuerdas- esgrime indicios de peso para pedir a un juzgado de instrucción local que averigüe lo que haya de verdad en ciertas a cusaciones sobre el comportamiento del alcalde Zerolo en relación con un tráfico de influencias que habría tenido como objetivo privilegiar especulaciones urbanísticas de Forum Filatélico.
Alrededor de estos dos episodios se ha montado, por el comité de campaña permanente de ATI, un nuevo esperpento victimista que mezcla gotas de indignación, obviedades y advertencias de una persecución universal. Tratan de encontrar sospechoso que los periodistas, especialmente los de Gran Canaria - para sacar en procesión el viejo pendón del Pleito- consigan noticias que otros ignoran; echan la culpa de las actuaciones al ministro de Justicia, poniendo mutatis mutandis como peleles a jueces, magistrados y fiscales; y claman contra las filtraciones, encontrando en ello la razón oculta que demuestra la existencia de una conjura.
No hay nada de ello. Detrás de las supuestas filtraciones lo que hay es un impecable ejercicio de la profesión periodística y del deber de informar, en especial cuando la opinión pública tiene el derecho de saber qué hacen, además de poner primeras piedras y railes de tranvía, los políticos salidos de una elección, sometidos, por lo tanto, a los controles de la democracia: uno de ellos, el de los medios de comunicación. No se olvide.
Lo que sí extraña es que muchos de los que ahora denuncian al borde del histerismo la manipulación, la persecución y el contubernio antipatriótico, antitinerfeño y antitodo, hayan actuado conforme a lo de ´ándeme yo caliente y ríase la gente´, cuando son otros los afectados, echando, no faltaría más, más leña al fuego.
Dice el sabio Eclesiastés, Qui in altum mittit lapidem, super caput eius cadet.
Información de: La Provincia, 10-12-2006
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