Regreso a una Temisas digna
MONTSE DE LEÓN A.
Los vecinos de Temisas, en el municipio de Agüimes, echaban de menos su alegría, optimismo y su amor por el pueblo. Antonio Cerpa, primer párroco de Temisas, llegó y notó que sus tres años como sacerdote dejaron una huella imborrable. En el bar de la esquina, el agricultor y las señoras en la calle no hablaban de otra cosa. "¿Sabes que está aquí don Antonio Cerpa, ¡qué alegría! ¿Vamos a saludarlo?", decían estos vecinos.
Natural de Telde, Antonio Cerpa fue destinado a la parroquia de Temisas con 24 años. Allí ejerció durante tres, ya que fue expulsado por el Obispado debido a su lucha por cambiar la realidad de Temisas. "Yo vivía en una casita al lado de la iglesia y daba clase en el instituto de Agüimes, hablamos del año 1968 y era un época difícil. Yo quería mejorar las cosas, que el pueblo se movilizara a base de convencimiento. En Temisas había un abandono absoluto por parte de las autoridades y la gente del pueblo".
Antonio Cerpa cuenta que en Temisas no había electricidad, ni agua, los niños no iban al instituto, ni médicos, ni carreteras. "Mi función era hacer saber a los vecinos que ellos tenían derecho a esas cosas y si protestando no se conseguía nada, tener el valor de hacerlo entre nosotros". Cuando Antonio Cerpa habla se llena de nostalgia porque recuerda cómo esos tres años significaron una de las etapas más importantes en su vida. "El pueblo debía recuperar su dignidad, ése era el objetivo", recuerda.
Para él, los vecinos de Temisas eran "seres humanos ricos" a pesar de no tener un nivel cultural excesivamente alto o grandes riquezas. "Mi intención era que ganasen autoestima, a partir de ahí ellos empezaron a darse cuenta de que podían hacer lo que quisieran". Después de su lucha durante los tres años fue que ganaran esa autoestima y dignidad, "a partir de ahí", dice "nos propusimos pequeñas metas como "instalar un motor para poder tener luz, entre todos hicimos las carreteras. Conseguimos que el Cabildo de Gran Canaria asfaltase determinadas calles. Los domingos limpiábamos el pueblo".
Durante esos tres años se dedicó a hacer lo que él consideraba justo, sin perseguir un liderazgo. Sin embargo, cuando en 1971 el Obispado decide expulsarlo del sacerdocio, los vecinos vieron en él más que nunca a la persona que devolvió la dignidad a Temisas. No en vano le han hecho hijo adoptivo del pueblo y el local social lleva su nombre. "Yo siempre tuve claro que todos los seres humanos somos iguales y por lo tanto tenemos los mismos derechos. Lo que hice lo hice de forma ingenua, tenía 24 años y sólo quería ayudar a la gente. Creo que después de todo estuvo bien encontrarme en ese entonces con un Ayuntamiento dictatorial, ya que eso nos ayudó a crecer como seres humanos".
La expulsión fue de un día para otro, "de repente me echan del instituto donde daba clase", recuerda. Los vecinos se manifestaron, pero no sirvió de nada. "A partir de ahí me fui a Madrid y procuré cortar las relaciones con los vecinos de Temisas porque tenía miedo de que se mitificara la figura, lo importante era Temisas y el movimiento de lucha que se había creado".
Antonio Cerpa asegura que su periodo en Temisas fue la etapa más importante de su vida. Ahora vive en Madrid junto a su esposa y sus dos hijos.
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