Alisios azules
TEO MESA
Desde hace cierto tiempo se oyen cantos de sirena sobre los supuestos vaivenes y perversas pretensiones que puedan suceder al puerto de La Luz y de Las Palmas, como pastel de recelosos planes y nubarrosos fines, de poder estar maniqueado por extrañas codicias hacia esta isla. Nuestro carismático puerto ha significado, desde
su fundación, un claro punto de inflexión de la economía de Gran Canaria y la fuerza motriz de todas las islas.
El puerto ha sido algo más que una referencia para los grancanarios, y ha constituido el mascarón de proa de esta nave llamada Gran Canaria, sobre las procelosas aguas del Atlántico, anclada desde tiempos remotos en que emergieron de los recónditos abisales. Construido en el privilegiado refugio natural de las isletas como ideal emplazamiento por su soco a las fuertes mareas y vientos y por la idónea profundidad para la ampliación de los muelles en diversos atraques. De los 1.200 metros de su inicio a los 14 km. en la actualidad. Abierto al mundo con más de 180 puertos de correspondencia, siendo el más importante del sur de Europa y oeste africano.
Éste vino a suplir al desaparecido Muelle de Las Palmas, hecho realidad en 1811 (después de muchas diatribas oficiales). Malecón de corta longitud, habiendo constituido su ubicación un execrable error, debido al fuerte embate de las olas en el lugar, abierto al "sonoro Atlántico" que cantara Tomás Morales, no teniendo el adecuado refugio las embarcaciones que en él amarraban en sus penitentes atraques.
El puerto de La Luz y de Las Palmas se debe a la ávida visión profética de su mayor valedor para la defensa y construcción, Fernando León y Castillo, que en la pronta veinteañera de sus 21, supo preconizar un halagüeño futuro en su creación, publicando en el periódico "Las Canarias": "...fijar la vista en la construcción del puerto de la Luz; a nuestro modo de ver, este es el punto de partida para sus progresos superiores, la base de su riqueza y prosperidad". El ilustre parlamentario, ministro y embajador, nacido en Telde, pone en praxis su visionaria idea al ocupar el ministerio de Ultramar en 1881: el proyecto del puerto de La Luz. Obra encargada y ejecutada por su hermano Juan, ingeniero, sobre la rada de las isletas, que llevó a cabo con toda gratitud
profesional, e hizo posible el muelle con gran admiración técnica.
Se entregó la obra en 1907 a la constituida Junta de Obras del Puerto. La aprobación del proyecto por las Cortes de Madrid a favor de la isla grancanaria no le saldría gratis ni laxa al prolífico parlamentario, a la par ministro. En el mismo hemiciclo y varios días después de su concesión, hostigado por los poderes fácticos de la isla tinerfeña el diputado Villalba Hervás, parlamentó en áridas acusaciones contra el Gobierno, a la postre contra el ministro León y Castillo, a quien tildó de cacique por tal apoyo al proyecto portuario, y quien era considerado en Tenerife sinónimo demoniaco. Por lo que el representante por la isla picuda manifestó:
"que desde los liberales (partido de León y Castillo, y por no citarle acusadamente) subieron al poder, las desgracias se habían abatido sobre la isla de Tenerife y la capital de Canarias".
Y en el propio cenáculo político, a una recusación al Gobierno, le contestó León y Castillo con la facundia y la viveza dialéctica que le caracterizaron:
"¿Cómo el Sr. Villalba Hervás, hijo de Canarias, según creo; el Sr. Villalba Hervás, según veo, por Canarias, se atreve en el día de hoy a atravesarse en mi camino para combatir al Gobierno por la realización de una aspiración legítima de aquel país? Hasta ahora Sr. Villalba Hervás, esas pasiones de localidad, esos odios y esas miserias de localidad se han quedado a la puerta de este recinto y no ha llegado jamás a este hemiciclo".
Así se combatía el progreso de esta isla en inicios del s. XIX. El puerto de La Luz y de Las Palmas es uno de los más preciados abolengos que a futuras generaciones dejaron nuestros ancestros, como obra constructiva de sólido vórtice económico para pasadas, presentes y futuras generaciones de la ciudad y de la isla. Es un relicto que no puede dejarse al albur de negras manos de una política trufada por los filibusterismos de los que actualmente, y por un puñado de votos de una sola isla manejan las restantes islas bajo espurios intereses, teniendo por norte la capitulación de ésta como uno de los primarios objetivos de su "programa político" para el enriquecimiento de aquélla. Lo grotesco del tema es la connivencia de algunos obtusos de la función pública eventual, salidos de las urnas en esta isla, resultando ser unos acomodados impostores a los que sólo les interesa el lucro personal, obviando la honradez como bien y la defensa de los valores propios de cada sociedad y méritos de cada isla; de la valía de sus hijos y de todo el patrimonio conseguido a través del tesón del trabajo y de la brillante intelectualidad de muchos de ellos que han sabido ver el futuro y la riqueza que de cada isla se pueda extraer. Al margen de acritudes ni enfrentamientos entre islas, hechos y tropelías precedentes confirman los temores.
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Desde hace cierto tiempo se oyen cantos de sirena sobre los supuestos vaivenes y perversas pretensiones que puedan suceder al puerto de La Luz y de Las Palmas, como pastel de recelosos planes y nubarrosos fines, de poder estar maniqueado por extrañas codicias hacia esta isla. Nuestro carismático puerto ha significado, desde
su fundación, un claro punto de inflexión de la economía de Gran Canaria y la fuerza motriz de todas las islas.
El puerto ha sido algo más que una referencia para los grancanarios, y ha constituido el mascarón de proa de esta nave llamada Gran Canaria, sobre las procelosas aguas del Atlántico, anclada desde tiempos remotos en que emergieron de los recónditos abisales. Construido en el privilegiado refugio natural de las isletas como ideal emplazamiento por su soco a las fuertes mareas y vientos y por la idónea profundidad para la ampliación de los muelles en diversos atraques. De los 1.200 metros de su inicio a los 14 km. en la actualidad. Abierto al mundo con más de 180 puertos de correspondencia, siendo el más importante del sur de Europa y oeste africano.
Éste vino a suplir al desaparecido Muelle de Las Palmas, hecho realidad en 1811 (después de muchas diatribas oficiales). Malecón de corta longitud, habiendo constituido su ubicación un execrable error, debido al fuerte embate de las olas en el lugar, abierto al "sonoro Atlántico" que cantara Tomás Morales, no teniendo el adecuado refugio las embarcaciones que en él amarraban en sus penitentes atraques.
El puerto de La Luz y de Las Palmas se debe a la ávida visión profética de su mayor valedor para la defensa y construcción, Fernando León y Castillo, que en la pronta veinteañera de sus 21, supo preconizar un halagüeño futuro en su creación, publicando en el periódico "Las Canarias": "...fijar la vista en la construcción del puerto de la Luz; a nuestro modo de ver, este es el punto de partida para sus progresos superiores, la base de su riqueza y prosperidad". El ilustre parlamentario, ministro y embajador, nacido en Telde, pone en praxis su visionaria idea al ocupar el ministerio de Ultramar en 1881: el proyecto del puerto de La Luz. Obra encargada y ejecutada por su hermano Juan, ingeniero, sobre la rada de las isletas, que llevó a cabo con toda gratitud
profesional, e hizo posible el muelle con gran admiración técnica.
Se entregó la obra en 1907 a la constituida Junta de Obras del Puerto. La aprobación del proyecto por las Cortes de Madrid a favor de la isla grancanaria no le saldría gratis ni laxa al prolífico parlamentario, a la par ministro. En el mismo hemiciclo y varios días después de su concesión, hostigado por los poderes fácticos de la isla tinerfeña el diputado Villalba Hervás, parlamentó en áridas acusaciones contra el Gobierno, a la postre contra el ministro León y Castillo, a quien tildó de cacique por tal apoyo al proyecto portuario, y quien era considerado en Tenerife sinónimo demoniaco. Por lo que el representante por la isla picuda manifestó:
"que desde los liberales (partido de León y Castillo, y por no citarle acusadamente) subieron al poder, las desgracias se habían abatido sobre la isla de Tenerife y la capital de Canarias".
Y en el propio cenáculo político, a una recusación al Gobierno, le contestó León y Castillo con la facundia y la viveza dialéctica que le caracterizaron:
"¿Cómo el Sr. Villalba Hervás, hijo de Canarias, según creo; el Sr. Villalba Hervás, según veo, por Canarias, se atreve en el día de hoy a atravesarse en mi camino para combatir al Gobierno por la realización de una aspiración legítima de aquel país? Hasta ahora Sr. Villalba Hervás, esas pasiones de localidad, esos odios y esas miserias de localidad se han quedado a la puerta de este recinto y no ha llegado jamás a este hemiciclo".
Así se combatía el progreso de esta isla en inicios del s. XIX. El puerto de La Luz y de Las Palmas es uno de los más preciados abolengos que a futuras generaciones dejaron nuestros ancestros, como obra constructiva de sólido vórtice económico para pasadas, presentes y futuras generaciones de la ciudad y de la isla. Es un relicto que no puede dejarse al albur de negras manos de una política trufada por los filibusterismos de los que actualmente, y por un puñado de votos de una sola isla manejan las restantes islas bajo espurios intereses, teniendo por norte la capitulación de ésta como uno de los primarios objetivos de su "programa político" para el enriquecimiento de aquélla. Lo grotesco del tema es la connivencia de algunos obtusos de la función pública eventual, salidos de las urnas en esta isla, resultando ser unos acomodados impostores a los que sólo les interesa el lucro personal, obviando la honradez como bien y la defensa de los valores propios de cada sociedad y méritos de cada isla; de la valía de sus hijos y de todo el patrimonio conseguido a través del tesón del trabajo y de la brillante intelectualidad de muchos de ellos que han sabido ver el futuro y la riqueza que de cada isla se pueda extraer. Al margen de acritudes ni enfrentamientos entre islas, hechos y tropelías precedentes confirman los temores.
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