Un déficit anormal
ÁNGEL TRISTÁN PIMIENTA
Las cifras lo dicen todo, como casi siempre: Gran Canaria cuenta con 2.400 atraques para yates, repartidos en siete puertos deportivos. Y para alcanzar los estándares nacionales y europeos necesitaría al menos 5.000 amarres más. Otros datos de relieve: este negocio mueve 86 millones de euros y genera unos 840 puestos de trabajo.
Hace veinticinco años que no se construye ninguna nueva dársena, sólo pequeños espigones o puertos con ´tolerancia´ deportiva. Se está dejando de lado la actualización de unas infraestructuras que son fundamentales desde dos puntos de vista: la captación de un turismo de alto poder adquisitivo y la atención a una creciente demanda interior que, pese a su enorme potencialidad, se encuentra totalmente frenada. La venta de barcos, veleros o a motor, ha caído poco a poco y sólo cubre las reposiciones y los huecos que van quedando, por ´cese de la actividad´, por traslado de las embarcaciones... o por naufragio, que de todo hay. De esta manera se pierden enormes oportunidades.
En la Europa del norte hay cientos de miles de grandes yates... y sólo tres o cuatro meses en que se puede navegar. El Mediterráneo siempre es una opción a mano, aunque el Archipiélago, por su natural atracción -islas atlánticas, cercanas a África, donde se pueden hacer circuitos, con un clima extraordinario todo el año, a escasa distancia de Madeira y de Marruecos...- podría convertirse en una gigantesca base de invernada. El éxito de la regata anual ARC, y la simple visión de todos los recintos llenos a rebosar desde septiembre, en que comienzan a llegar los primeros yates que van a cruzar el Atlántico, hasta diciembre-enero, es la mejor demostración del éxito que tendría una acertada política de construcción de puertos deportivos en el plano turístico.
Pero la gran demanda es ya la del mercado interior. Con la propagación del plástico como material de construcción naval, la náutica dejó de ser un deporte de elites en el sentido tradicional. De la vela siempre se dijo que era el deporte rey, y el deporte de reyes. En los años 70 los balandros pequeños y medianos, hasta los 35 pies, se multiplicaron en toda España; en Canarias, cada recinto que se abría se llenaba de inmediato, dando lugar a una floreciente actividad económica de gran efecto multiplicador. Fue gracias a este segmento que no se notó como se esperaba el impacto de la crisis pesquera forzada por la descolonización del Sahara y la pérdida del ´banco´. Miles de personas tienen hoy empleo vinculado a los deportes marítimos y a iniciativas como la pesca de altura, las expediciones para ver a los ´calderones´ o simplemente al ocio playero.
Fuentes conocedoras de este tema afirman que se están bloqueando " cientos de millones de euros". No es ninguna exageración si se tiene en cuenta que el doble de los atraques existentes daría lugar a la adquisición de unas tres mil embarcaciones, lo que conllevaría, aparte de la inversión efectuada, un efecto multiplicador continuo y una importante creación de empleos. No es posible que en la Isla no haya zonas apropiadas para nuevos establecimientos portuarios de ocio y deporte. El radicalismo conservacionista ha de ser matizado por las realidades razonables. Cierto es que cualquier puerto constituye una modificación de la naturaleza; pero esa modificación de la naturaleza comenzó con la excavación de cuevas por el hombre primitivo y por la invención del adobe. Es obvio que no se trata de ´machacar´ indiscriminadamente todo el litoral: no toda la línea costera tiene el mismo valor. Muchos puntos verían mejoradas sus condiciones con su regeneración. Lo sensato es plantear estas actuaciones desde una óptica de complementariedad entre el componente natural y el artificial.
Una casa en un monte no es un pecado; el pecado es que la construcción sea un horror o que destroce un paraje de especial interés. Quizás un buen ejemplo sea el puerto de Agaete: el viejo muelle estaba bien integrado en el entorno; el nuevo se hizo en el peor sitio posible, que exigió un mamotreto de enorme impacto visual. Unos cientos de metros hacia Sardina, habrían mejorado sus condiciones y aumentado las ventajas ´colaterales´ para Las Nieves. Ahora parece que el Cabildo quiere salir de la calma chicha. A ver. La clave es no perder el fuelle y que todas las administraciones trabajen al unísono, combinando el respeto a la naturaleza con el respeto al sentido común.
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