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La Voz de Gran Canaria

El torpedo

El torpedo ÁNGEL TRISTÁN PIMIENTA

La aparición de un torpedo de ejercicio de la Armada en una solitaria playa de La Graciosa produjo el natural revuelo en Caleta del Sebo y Pedro Barba; sin duda el hallazgo pasará a la historia del lugar. Allí no son frecuentes las noticias que rompan la monotonía. Un extraño artefacto que concita el interés de los periodistas y que hace que la Marina envíe un grupo de especialistas de la unidad de buceo, una embarcación y un helicóptero, son acontecimientos extraordinarios para una pequeña población que ha visto rota su habitual tranquilidad. Hace unos años, cuando el Consejo Social de la ULPGC se reunió en La Gomera, las autoridades
locales calificaron el episodio de "hecho histórico" comparable al paso de Cristóbal Colón. Pero el suceso que ha roto la modorra graciosera es una anécdota, a pesar de que algunos la hayan querido elevar a nivel de categoría. Hay personas que se han apresurado a enganchar este asunto con las maniobras de la OTAN, con la muerte de zifios y delfines, con el fuego real en el campo de tiro de Pájara, y hasta con una ballena varada por aquellas costas, para sacar las habituales conclusiones: fuera ejércitos y hagamos de las Islas un lugar de paz.

En cierta manera estos temas se acumulan y parece que volvemos a los años setenta y ochenta. Además, por una de esas casualidades que marca la agenda política, ha surgido el asunto de la Base Naval. El insólito pleito entre la Autoridad Portuaria y el Ayuntamiento de la capital, donde se ignoran acuerdos mutuos sobre la afectación
del litoral, ha degenerado en nuevos estudios e informes que se superponen a las docenas de estudios e informes sobre el mismo tema. Hace unas semanas José Carlos Mauricio anunció que "se podría" acudir incluso a los tribunales europeos a plantear la ilegalidad del Arsenal, si Fomento, que seguía instrucciones de Bruselas, no cesaba de "boicotear" el concurso del Istmo. Es una gran madeja que se sigue liando y que puede acabar por montar un embrollo fenomenal en el que sea imposible que las cosas avancen.

Pero volvamos al torpedo: se trata de un modelo, el MK-46, habitual en la Flota española. No lleva carga de combate, por lo que no puede explotar, sino un registro, como si fuera una ´caja negra´, que recoge todos los datos de la operación desde que fue lanzado por un submarino. Los datos son fundamentales para el adiestramiento
de las tripulaciones y para la comprobación de la eficacia de los instrumentos técnicos. Estos ensayos consiguen los mismos o más resultados que con ´carga de combate´ , aunque de vez en cuando sea preciso el impacto explosivo sobre blancos, habitualmente cascos viejos, que se efectúa en zonas previamente acotadas y comunicadas por los cauces habituales previstos en el derecho internacional. Los lanzamientos desde un sumergible de este tipo de material de maniobras son menos peligrosos y dañinos que, por ejemplo, las tracas de fuegos artificiales tan frecuentes en el Archipiélago en las fiestas patronales, y hasta en bodas, bautizos y algunos divorcios. El único riesgo, que puedan golpear a una pequeña embarcación de plástico, es inexistente: no las hay donde se llevan a cabo los ´disparos´, y encima, tienen un tiempo límite de propulsión. El que encalló en La Graciosa
simplemente flotaba ´muerto´ en superficie. Los mariscos que tenía incrustados demuestran que lleva mucho tiempo en el mar. La corriente del Golfo lo ha podido desplazar perfectamente cientos de millas náuticas.

Claro que esta noticia en Canarias tiene el plus de alarmismo de la reciente tradición que comenzó en los trepidantes 70. Y si a ella se le añade la muerte de los zifios, que por lo visto sin buques de guerra gozarían de la vida eterna, como matusalenes marinos, y en todo caso ascenderían directamente a los cielos de los peces, y las heridas que presentan algunas ballenas y delfines, como si las hélices de los buques mercantes o los ´espolones´ del jet foil no los afectaran.... pues ya tenemos un clima propicio para los tremendismos. Que cobra mayor gravedad si algunos políticos y empresarios de Lanzarote y Fuerteventura dicen que la ´militarización´
es mala para el turismo, como si los turistas procedieran todos del Vaticano, que por cierto tiene a la Guardia Suiza, todos a sueldo, porque ninguno cumple este servicio por amor al arte de Bernini.

¿Cuándo se impondrá el sentido común en las elites dirigentes? Si tenemos en cuenta lo que hay que tener en cuenta, los personajes que copan la actualidad y que rigen el presente de las Islas, y desgraciadamente condicionan el futuro, pues hay que ser francamente pesimistas. Porque no hay mayor error y riesgo que la ceguera voluntaria, el negarse a dejar que funcione la lógica y el despreciar la elemental realidad de las cosas.

No estamos en unas islas militarizadas, ni agresivas, ni que pongan en peligro la vocación de paz, solidaridad y progreso universal que impregna a la democracia española. Pero es importante que se tenga en cuenta que los Reyes Magos son los padres, que los niños no vienen de París, y que el carro de Papá Noel no vuela si no es en la bodega de carga de los aviones.

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