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La Voz de Gran Canaria

Promoción turística dispareja

Promoción turística dispareja JOSE A. ALEMAN

Hay quienes dicen que la tenemos cogida con determinados políticos y que ya está bien. No nos conceden el derecho a la legítima defensa ante los desafueros que a diario perpetran estos personajes contra nuestras inteligencias e intereses. Lo políticamente correcto es, por lo visto, decir amén. Y pueden creerme que resulta opción tentadora, que comienza a no estar uno para batallas.

La penúltima faena ha corrido por cuenta de Pilar Parejo, viceconsejera de Turismo, que, por razones obvias, tiene bula para hacer, deshacer y barrer para Tenerife.

Sé, por supuesto, que, en llegando a este punto de mencionar a la sagrada Nivaria, se añadirán a los quejosos de que le entremos a nuestras bestias negras quienes piensan que sembramos cizaña entre islas; los que hablan de unidad regional y dos piedras, sin mirar jamás en la dirección de Parejo, que toca hoy de ejemplo; entre otras y otros, que haberlos, háylos.

Y conste: me parece muy bien que Parejo consiga sus objetivos políticos: para eso la han puesto ahí y si la sociedad grancanaria no rechista, mejor para ella. No va uno a contrariar la voluntad popular expresada en las urnas de que gobierne esta gente; a lo que sí me niego es a chuparme el dedo.

El asunto a que me refiero es la empresa de promoción turística de Canarias que ha ideado la viceconsejera para sustituir a la extinta Saturno. Ésta no era una joya así que ni una palabra a su favor. No es esa la cuestión. Además pueden estar seguros de que no mueve a Parejo el deseo de mejorar la eficiencia promocional, de modo que por ese lado no vamos a discutir.

La cuestión es que al tener Turismo su sede en Las Palmas, Saturno también habitaba en ella. Cosa que respeta Parejo formalmente por aquello de la inútil ley de Sedes, a la que en realidad burla al disponer que los trabajos de la entidad sustituta se hagan desde Tenerife con personal de su confianza y obediencia; tinerfeña, of course. En otras palabras: deja sin contenido la sede grancanaria. En lo que ni entro ni salgo, dado que los políticos grancanarios lo permiten en nombre y representación de quienes los han votado; que no es mi caso. Pero no me van a privar de señalarlo.

Contra la nueva empresa se ha revirado, de entrada, el Cabildo de Fuerteventura, que la considera dispareja, nunca mejor dicho. No está de acuerdo la corporación majorera con el sistema de votaciones: una isla, un voto, en lugar de fijar el número de votos acuerdo con el de camas de cada isla. Así, las tres islas orientales, con el mayor peso turístico, quedan a expensas de las cuatro occidentales sobre las que reina, cómo no, Tenerife y hágase su voluntad. Y para no dejar cabos sueltos, los empresarios que participen no tendrán voto.

Se quejan también los majoreros de falta de información y de cómo Parejo y su equipo cocinaron los estatutos de modo que a las seis islas menores adyacentes (o subyacentes) a la de Tenerife, la única mayor como todo el mundo sabe, no les queda sino hacer como con las lentejas, que las tomas o las dejas.

Tampoco está de acuerdo el Cabildo de Lanzarote, con lo que nos quitan de encima a los canariones el sambenito de la eterna disconformidad pleitera. Y en cuanto al Cabildo de Gran Canaria, aceptó el sistema de votación, ya ven ustedes qué portentos. Aunque su consejero de Turismo, Juan José Cardona, dice que no tolerará el vaciado de Gran Canaria, que existe un clima enrarecido y que habrá de estudiarse si merece o no la pena estar en la empresa dispareja. Bien por Cardona, si bien estamos a lo que disponga el superior criterio del macho Soria, que, como saben, no está en condiciones de ponerse flamenco con ATI y sí de tragar lo que le echen desde la isla de enfrente. Me pregunto si no será ésa la causa de que Cardona se distanciara de él y sus pendejadas.

Dicen, insisto, que nos dedicamos a meter cizaña interinsular. Están en su derecho a decirlo, bonito fuera; pero deberían mirar a Parejo. Porque es de coña que arremetan contra quienes sólo escribimos y se queden a gusto personas con capacidades ejecutivas de gobierno que usan para encabronar empleando, por si fuera poco, nuestro propio dinero.
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