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La Voz de Gran Canaria

La ciudad acosada

La ciudad acosada

ANDRÉS RUIZ DELGADO

¿Quiénes la defienden verdaderamente? La pregunta no es ociosa. Más bien inquisitiva. Se pasa por tantos avatares, enroques y atosigamientos cuando se incide sobre actuaciones urbanísticas en Las Palmas de Gran Canaria que, por unos motivos u otros, se abren zanjas en el camino. Unas veces, esos obstáculos proceden extrarradio de la Isla (más que sabida es su procedencia e intencionalidad). Otras, muchas, de fuero propio. Los demonios internos, que evocara Carmen Laforet. Como las meigas, un tanto esotéricos. Pero que existir, existen. Y no hace falta devanarse los sesos para encontrarlos. En cada esquina (o esquinazo) podemos toparnos con ellos, por muy a pesar nuestro que sea.

Palpables, repetidísimos, son los casos. No retrocedamos muy atrás, porque entonces se derivaría al folletín. Recordemos sólo algunos detonantes episodios recientes. Antes de construirse lo que hoy es el majestuoso edificio Woermann, en lo que era deleznable foco de indigentes y drogadictos, las clásicas voces se alzaron con su habitual trompetería, como si aquel solar infesto fuese un bien de la humanidad. Después, silencio absoluto. Se callaron -están calladitos- ocultando las vergüenzas de sus desafueros. ¡Cuántas voces y cuántas detonantes protestas contra la reforma del teatro Pérez Galdós! Corrieron barrancos de tinta y raudales de alegatos opositores. Y ahí está, por fortuna, la gran obra en marcha y a la espera de su culminación, para prestigio y enaltecimiento de una ciudad que, sin menoscabo de un pasado del que se siente orgullosa, mira hacia adelante con ansias de progreso.

Desgraciadamente, los diablillos no permanecen adormecidos. Se remueven aquí y allá. Le ha tocado reciente turno al Scalextric, extranjerismo con que se bautizó a una obra práctica en su momento, que ha desempeñado eficaz servicio como nudo de comunicaciones entre la urbe capitalina, el aeropuerto y el emporio turístico del Sur. A estas alturas, sin embargo, un trasto que desentona y afea, de erradicación necesaria. "¡Vade retro, Satanás!". Encontronazo con los empecinados objetores de siempre. En primerísimo término -faltaría más- los estamentos del Gobierno de ATI, meticulosos y estrictos en legalismos al contemplar lo que se proyecta en Las Palmas de Gran Canaria y, sin embargo, autistas en lo que concierne a actuaciones similares en el entorno santacrucero. Esto, juzgando por los antecedentes, no tiene nada de raro. Lo que resulta sorprendente, tierra adentro de nuestra ínsula, es que se les unan, formen parte del coro, quienes debieran ponerse al lado del bien de la población. No nos importa, en absoluto, el matiz de los que gobiernen en el consistorio, sea ahora o en etapas sucesivas. Lo exigible es que se actúe en beneficio de la ciudad y su progreso, por encima de fobias, filias y marcados partidismos. Muy lamentable que esto suceda porque, en definitiva, conduce a frenazos, a estancamientos irreparables de Las Palmas de Gran Canaria como descollante urbe de esta parte del Atlántico, con perspectivas singulares al amparo de su privilegiado asentamiento histórico. Tanto, que fue acosada por piratas y berberiscos.

¿Acaso nuestro fatídico sino? Estamos arrastrados por el torbellino de un descalabrado tobogán, a que conduce incomprensible dialéctica política. Hasta la lógica cae por los suelos y la razón sale aun más malparada que Don Quijote en su lucha con los molinos. Tal es el batiburrillo dialéctico-mental que, a tenor de lo que se vierte, medran las incongruencias: los detractores se erigen como defensores y, a su vez, éstos son acusados de enemigos de la cosa pública. Nietzsche (Más allá del bien y el mal) advertía: "¡Tened cuidado, amigos del conocimiento, y guardaos de sufrir "por la verdad"! ¡Cuidaos, incluso, de defenderos! Porque esto corrompe la inocencia y la mentalidad sutil de vuestra conciencia; hace que os enfrentéis con testarudez a las críticas... al tener que luchar contra la repulsa y otras consecuencias de la hostilidad más burda aún, para acabar representando el papel de defensores de la verdad... ¡Como si "la verdad" fuera tan torpe e indefensa que precisara de defensores!".

Si discernimos, apenas, sobre estas consideraciones de Nietzsche, será posible encontrar claves de lo que afecta a una gran ciudad como la nuestra. Proyectos e ideas que salen adelante sin cortapisas en otras ciudades de la geografía española, abarcando a semejanza espacios marítimos y portuarios -Barcelona, Valencia, en ésta planeamiento muy similar al de La Gran Marina, concurso restringido con participación de cuatro estudios internacionales- aquí, en Las Palmas de Gran Canaria, se repudian. Son exigidos los máximos requisitos. Lo que no nos parecía mal si en todos los lugares y en idénticas situaciones se hiciera lo mismo. Por ejemplo, en Santa Cruz de Tenerife y más concretamente en Cabo Llanos, en áreas portuarias y de litoral. Ordenación Territorial (del Ejecutivo de ATI) se abstuvo o hizo la vista gorda. Y aquí, severas reticencias. Tan equilibristas como con la corcovada Ley de Sedes.

Entre tanto, en esta Isla, ¿no hay manera de conciliar voluntades, por encima de antagonismos políticos, para que Las Palmas de Gran Canaria marche hacia adelante? Otros se aprovecharán de nuestro anclaje, en sus ensueños de preeminente capital, encandilados con ideas que por nuestro entorno se alumbraron y permanecen maniatadas. Alguien ha sentenciado: "Pierde la ciudad". Los ciudadanos asisten, atónitos, al bochornoso espectáculo de un mundo político, arisco y exacerbado, que en vez de actuar positivamente se enquista en estériles controversias.

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