Los Finados, Halloween y la globalización
ANTONIO MORALES MENDEZ
Alcalde de Agüimes
En las últimas semanas he publicado distintos artículos en los medios de comunicación hablando de los vivos y su andadura por la política canaria. Sin obviar esta realidad, que pesa sobre nosotros como una enorme losa, hoy me apetece escribir sobre los muertos, y no precisamente de los que nos dejan algunos día a día, sino de la celebración ancestral de Los Finados, una tradición arraigada desde siglos en nuestro pueblo y que está siendo desplazada, irremisiblemente y con la colaboración de los padres, maestros y gobiernos por una fiesta de mascaritas, de importación, denominada Halloween.
Recuerdo de niño vivir con mis padres y más tarde con mis amigos este día como una auténtica fiesta. Dulces, refrescos, castañas, garrapiñadas, crocantes, nueces, eran los elementos gastronómicos que degustábamos y compartíamos, al tiempo que íbamos al cementerio a llevar flores. Hoy todavía en sitios como Agüimes o San Mateo se vive intensamente esta celebración el primero de noviembre de cada año, Día de Todos los Santos y víspera del Día de los Difuntos.
En la mayoría de los países latinoamericanos la evocación de Los Finados se hace desde hace siglos desde una especial simbiosis entre las culturas aborígenes y las tradiciones cristianas importadas por los conquistadores. En México, Ecuador, Colombia y en tantos otros países de Sudamérica ese día se reza, se baila, se come y se bebe con especial fruición. Vengo ante ustedes, señores,/ con mi puesiya modesta/ en este día en que los / muertos están de fiesta, reza una copla popular en Cuscatlán.
Aquí como allí, el día de los finados es un pretexto para recordar a los muertos, para hablar con ellos, para invitarlos a participar de alguna manera con el mundo terrenal. Son manifestaciones de fe religiosa y de rituales anclados en el andar de los siglos y en el espíritu de nuestros pueblos.
Pues bien, en los últimos años, tanto en estos países como aquí, en Canarias, fruto de la parte más negativa de la globalización que hace todo lo posible por crear un pensamiento único, y no sólo económico, al servicio de un imperio, un sistema y un idioma, este acervo cultural milenario está desapareciendo. Hoy podemos ver en los colegios, en las calles, en discotecas, en fiestas de pueblos o comunidades de vecinos, cómo, sin saber por qué y a qué responde, cada vez un mayor número de personas celebra el dichoso Halloween.
Probablemente muy pocos sepan que el Halloween es una costumbre celta que fue popularizada en EEUU por los irlandeses en la segunda mitad del siglo XIX y que no empezó a celebrarse de forma masiva hasta 1921 cuando se realizó el primer desfile de Halloween en Minnesota y que ahora nos vamos imponiendo aquí cada vez a un ritmo más vertiginoso, siguiendo las pautas de la televisión, el cine americano y el acoso a la diversidad.
Es lo mismo que está sucediendo con el Papá Noel y los Reyes Magos. Con la excusa de que los niños tienen así más tiempo para jugar, muchas familias han trasmutado al día 24 de diciembre la celebración de la Navidad en torno a la rechoncha figura de un Papá Noel, prefabricado, que tiene sus orígenes en el norte de Europa donde era conocido como Santa Claus, Sinterklaas o Pére Noel, un obispo turco al que se representaba como un hombre delgado y muy alto hasta que en el siglo XVII unos emigrantes holandeses lo llevaron a EEUU. Allí lo engordaron, y le añadieron un trineo, renos y la bolsa de juguetes, en el siglo XIX.
Pero lo más grave de todo, y lo que nos convierte en auténticas marionetas del mercado capitalista, es que en 1931 la Coca Cola encargó al diseñador Haddon Sundblon que dibujara un Papá Noel para esta marca, de ahí los colores rojo y blanco. A partir de esa fecha todos celebramos, cada vez más, a una botellita de Coca Cola, a la que vamos metiendo poco a poco en todos nuestros hogares desplazando a otra tradición de siglos: los Reyes Magos.
Hoy Melchor, Gaspar y Baltasar sobreviven a duras penas frente a esta invasión de elementos de otras culturas que ahogan y hacen desaparecer nuestra memoria histórica. Por cierto, les recuerdo que cada 5 de enero se celebra en Agüimes un extraordinario Auto de Reyes, organizado por la Asociación La Salle, donde cientos de actores y miles de personas participan, viven y se emocionan con los Magos de Oriente.
Me da rabia y siento una enorme impotencia ante esta colonización cultural que va matando nuestras tradiciones y nos invade, poco a poco, con modos de vida que nada tienen que ver con nuestra historia y nuestra identidad. Con el bagaje de este pueblo.
Sucede con la manera de comer, con los deportes que seguimos y practicamos, con el cine que vemos y la literatura que leemos y con el idioma al que todos estamos avocados a aprender a hablar. Como dice Manuel Vicent, a la hora de firmar un contrato internacional y de acceder a las últimas conquistas del cerebro humano, la lengua de Cervantes no sirve para nada. Hay que saber inglés. En este sentido conviene inculcar a nuestros escolares una idea básica: el castellano sirve para soñar, para rezar, para escribir bellas historias, para rememorar grandes hazañas del pasado, pero no interviene en absoluto en la economía mundial ni en el pensamiento científico. Su zona de máxima influencia está en los sótanos del Imperio, donde se friegan los platos y se cargan los paquetes.
Ser un pueblo abierto a otras culturas; ser una plataforma de encuentro de pueblos en el Atlántico nos obliga a enriquecer nuestro patrimonio, nunca a destruirlo o malvenderlo.
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Alcalde de Agüimes
En las últimas semanas he publicado distintos artículos en los medios de comunicación hablando de los vivos y su andadura por la política canaria. Sin obviar esta realidad, que pesa sobre nosotros como una enorme losa, hoy me apetece escribir sobre los muertos, y no precisamente de los que nos dejan algunos día a día, sino de la celebración ancestral de Los Finados, una tradición arraigada desde siglos en nuestro pueblo y que está siendo desplazada, irremisiblemente y con la colaboración de los padres, maestros y gobiernos por una fiesta de mascaritas, de importación, denominada Halloween.
Recuerdo de niño vivir con mis padres y más tarde con mis amigos este día como una auténtica fiesta. Dulces, refrescos, castañas, garrapiñadas, crocantes, nueces, eran los elementos gastronómicos que degustábamos y compartíamos, al tiempo que íbamos al cementerio a llevar flores. Hoy todavía en sitios como Agüimes o San Mateo se vive intensamente esta celebración el primero de noviembre de cada año, Día de Todos los Santos y víspera del Día de los Difuntos.
En la mayoría de los países latinoamericanos la evocación de Los Finados se hace desde hace siglos desde una especial simbiosis entre las culturas aborígenes y las tradiciones cristianas importadas por los conquistadores. En México, Ecuador, Colombia y en tantos otros países de Sudamérica ese día se reza, se baila, se come y se bebe con especial fruición. Vengo ante ustedes, señores,/ con mi puesiya modesta/ en este día en que los / muertos están de fiesta, reza una copla popular en Cuscatlán.
Aquí como allí, el día de los finados es un pretexto para recordar a los muertos, para hablar con ellos, para invitarlos a participar de alguna manera con el mundo terrenal. Son manifestaciones de fe religiosa y de rituales anclados en el andar de los siglos y en el espíritu de nuestros pueblos.
Pues bien, en los últimos años, tanto en estos países como aquí, en Canarias, fruto de la parte más negativa de la globalización que hace todo lo posible por crear un pensamiento único, y no sólo económico, al servicio de un imperio, un sistema y un idioma, este acervo cultural milenario está desapareciendo. Hoy podemos ver en los colegios, en las calles, en discotecas, en fiestas de pueblos o comunidades de vecinos, cómo, sin saber por qué y a qué responde, cada vez un mayor número de personas celebra el dichoso Halloween.
Probablemente muy pocos sepan que el Halloween es una costumbre celta que fue popularizada en EEUU por los irlandeses en la segunda mitad del siglo XIX y que no empezó a celebrarse de forma masiva hasta 1921 cuando se realizó el primer desfile de Halloween en Minnesota y que ahora nos vamos imponiendo aquí cada vez a un ritmo más vertiginoso, siguiendo las pautas de la televisión, el cine americano y el acoso a la diversidad.
Es lo mismo que está sucediendo con el Papá Noel y los Reyes Magos. Con la excusa de que los niños tienen así más tiempo para jugar, muchas familias han trasmutado al día 24 de diciembre la celebración de la Navidad en torno a la rechoncha figura de un Papá Noel, prefabricado, que tiene sus orígenes en el norte de Europa donde era conocido como Santa Claus, Sinterklaas o Pére Noel, un obispo turco al que se representaba como un hombre delgado y muy alto hasta que en el siglo XVII unos emigrantes holandeses lo llevaron a EEUU. Allí lo engordaron, y le añadieron un trineo, renos y la bolsa de juguetes, en el siglo XIX.
Pero lo más grave de todo, y lo que nos convierte en auténticas marionetas del mercado capitalista, es que en 1931 la Coca Cola encargó al diseñador Haddon Sundblon que dibujara un Papá Noel para esta marca, de ahí los colores rojo y blanco. A partir de esa fecha todos celebramos, cada vez más, a una botellita de Coca Cola, a la que vamos metiendo poco a poco en todos nuestros hogares desplazando a otra tradición de siglos: los Reyes Magos.
Hoy Melchor, Gaspar y Baltasar sobreviven a duras penas frente a esta invasión de elementos de otras culturas que ahogan y hacen desaparecer nuestra memoria histórica. Por cierto, les recuerdo que cada 5 de enero se celebra en Agüimes un extraordinario Auto de Reyes, organizado por la Asociación La Salle, donde cientos de actores y miles de personas participan, viven y se emocionan con los Magos de Oriente.
Me da rabia y siento una enorme impotencia ante esta colonización cultural que va matando nuestras tradiciones y nos invade, poco a poco, con modos de vida que nada tienen que ver con nuestra historia y nuestra identidad. Con el bagaje de este pueblo.
Sucede con la manera de comer, con los deportes que seguimos y practicamos, con el cine que vemos y la literatura que leemos y con el idioma al que todos estamos avocados a aprender a hablar. Como dice Manuel Vicent, a la hora de firmar un contrato internacional y de acceder a las últimas conquistas del cerebro humano, la lengua de Cervantes no sirve para nada. Hay que saber inglés. En este sentido conviene inculcar a nuestros escolares una idea básica: el castellano sirve para soñar, para rezar, para escribir bellas historias, para rememorar grandes hazañas del pasado, pero no interviene en absoluto en la economía mundial ni en el pensamiento científico. Su zona de máxima influencia está en los sótanos del Imperio, donde se friegan los platos y se cargan los paquetes.
Ser un pueblo abierto a otras culturas; ser una plataforma de encuentro de pueblos en el Atlántico nos obliga a enriquecer nuestro patrimonio, nunca a destruirlo o malvenderlo.
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10 comentarios
natalia -
Y la segunda aqui en los comentarios que vi ponen que los reyes no existen y yo pienso que esto no es mentira si existen y para los que no lo creen se ponen asi porque no les dan regalos y dejen de star poniendo a los niños tristes por eso y no es por ofenderlos nada mas para que lo sepan busque aqui por que tengo que hacer un trabajo del cole vi un comentario sobre esto y me parecio bien ponerlo
Shirley Aguirre Garcia -
Jordan Flight 45 -
Laura -
Y me dirijo al señor Julio Pacheco que no me parece correcto que diga eso de estas fiestas porque son unas tradiciones que yo por lo menos he conocido en lo que llevo de vida, pero cada uno opina lo que piensa y esta opinión es la mia.
Mis felicitaciones al señor Antonio Morales Mendez su texto me ha conmovido porque tiene toda la razón.
Julio Pacheco -
Donde dice 6 de diciembre debe decir 6 de enero.
Y donde dice ¡Recuperemos... se refiere a la persona del mensaje anterior y no al Sr.Morales Mendez.
Julio Pacheco -
Donde escribí 6 de diciembre quise escribir 6 de enero. Y en píses se me fué el dedo donde quise escribir países.
Julio Pacheco -
Los Reyes Magos o los Magos de Oriente,tal como los conocemos, son un invento de la cultura popular cristiana. La gente a partir de esto les otorga una especie de función que consiste en recibir cartas de nuestros niños que les piden regalos, que luego compraremos en el shoppin'center,(uy perdón! que esto es anglosajón)con la condición, eso si, de que estos niños hayan sido "buenos" para obtener su recompensa. Vamos, que son como unos policias o vigilantes que sobornan el comportamiento infantil.
En algún evangelio bíblico se les menciona, pero curiosamente ni eran tres ni eran reyes, y como siempre los católicos haciendo sus "adaptaciones" de historias y fechas de antes de cristo.
Que se les llame Magos, de entrada, tiene que provenir de astrólogos o sacerdotes rituales que son prácticas que nada tienen que ver, y están censuradas por la iglesia católica.
España y Canarias basan la festividad del 6 de diciembre en estos pretextos.
Para colmo, en época de la colonización española, en píses como Cuba, a los esclavos se les "permitia" bailar y festejar; lo que da nombre a la celebración de la Pascua de los Negros (aún conocida así en algunos países).
Total, lo de Papa Noel son minucias.
En cuanto a los Finados citados en este artículo, el Dia de los Muertos es una fiesta mexicana de origen prehispánico y que en Brasil recibe el nombre de Finados palabra portuguesa que significa "muerto". Así que no sé a que se refiere este señor con lo de: ¡Recuperemos nuestras tradiciones!
Como político debería saber que bastante se han cargado ya las VERDADERAS fiestas canarias inspiradas en los aborígenes, como el Beñesmeo por ejemplo.
Feliz halloween.
Anónimo -
Ängeles -
NuriiaA.:!! -