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La Voz de Gran Canaria

La Fundación José Carlos Mauricio

La Fundación José Carlos Mauricio FRANCISCO J. CHAVANEL

La primera noticia que tuve de una fundación creada por José Carlos Mauricio fue en diciembre de 1998. La noticia me alcanzó como un rayo, hasta el punto de que la guardé inmediatamente en el relativo desorden del archivo que tengo desde hace años. Entonces era sólo una idea, un ectoplasma insípido e insignificante que, tal vez, en el futuro se transformaría en algo real. De aquéllas, Mauricio pasaba por malos días, con decaimientos de salud e insoportables digestiones. Lo que le costaba digerir era cómo Román Rodríguez se le había adelantado hasta convencer a la cúpula de Ican de que él era el candidato idóneo a la presidencia del Gobierno tras la retirada de Hermoso. La famosa carta bomba del desairado Lorenzo Olarte, que soñaba con relevar en dicha presidencia al líder chicharrero, había puesto en marcha un dispositivo inesperado de renovación que se llevaba por delante al todopoderoso “conseguidor”.

Mauricio nunca le perdonaría a Carmelo Ramírez la afrenta de apostar por Román y, por supuesto, nunca le perdonaría a Román haber convencido a Ramírez. En ese hecho se funda la traición histórica que sufrirían la mayoría de los militantes de Ican cuando Mauricio le entrega la presidencia a Adán Martín en la presente legislatura, y condena a los románticos al desierto interminable por el que vagan.

Pero entonces, en aquel diciembre, Mauricio, desdichado y sintiéndose inútil, se confesaba con sus íntimos. La vida le parecía vana y el aliento no le llegaba. De repente, como en un presentimiento, se vio a sí mismo retirado de la política, reo de una campaña orquestada que lo conduciría irremediablemente al abismo. “Son unos desagradecidos”, decía; “yo les enseñe a hacer política, a pisar la moqueta del poder, a ganar Telde, Arucas, y San Bartolomé de Tirajana…, y prefieren a un muñeco, un jovenzuelo en manos de Luis Hernández y Julio Bonis". Percibió que sobraba y que iban a por él. Pensó en un refugio. Una fundación… ¿Y por qué no? Están de moda, es un cobijo de gastos no justificados como no hay ninguno, poseen un magnífico sistema de camuflaje puesto que al ser asociaciones sin ánimo de lucro Hacienda hace la vista gorda y, además, por si fuera poco, a la opinión pública le agrada una institución que suene a mecenazgo.

Aquél era un hombre que intentaba resolver su mañana al margen de la política. Otros, seguramente con menos escrúpulos que él, presentaron en su día una fundación con su nombre, impartieron tres conferencias, y se sirvieron de ella para blanquear capitales procedentes de paraísos fiscales. Por lo que sé intentó buscar una casa por la zona de Vegueta que le sirviera de sede. Habló con varios empresarios amigos comentándoles la idea, prototipos de ésos que él va colocando en las empresas con apellido canario y que luego las venden a multinacionales al cabo de cuatro o cinco años. Inclusó citó una cantidad: mil millones. Contaba con dos avalistas: uno no había construido todavía Costa Meloneras, y con el otro acababa de renovar una incómoda amistad en la calle Triana.

Con el paso del tiempo, Mauricio se reinventaría en un nuevo conseguidor, el Gobierno presidido por Román Rodríguez entraría en fase de crisis permanente, y nuestro hombre, desconfiado de todos, en el más riguroso de los secretos, inscribiría su fundación por lo que pudiera suceder. Hay quien asegura que alguna subvención recibió; yo no lo sé, y por eso no lo afirmo. Lo que sí sé es que sus preocupaciones volvieron cuando Adán Martín le pagó al traidor con la Consejería de Economía y Comercio. Como un poseso, prisionero de una angustia que le invadía y no dominaba, rara era la reunión en la que no citase su famosa fundación. Sin embargo, en ese instante, otoño de 2003, su posición política no corría peligro ya que Martín lo había encumbrado como alter ego suyo en la provincia de Las Palmas. Era cierto que el retiro se acercaba pero también lo era que, después de cuatro años, había eliminado a una buena parte de sus enemigos, y con los que no había eliminado pactó una alianza que todavía dura. La cantidad ya había subido: 2.000 millones de pesetas. Y, curiosamente, quienes le escuchaban y le atendían sumisos, como tendidos en el suelo como una alfombra, eran los mismos que iban a resultar privilegiados en el reparto de los nuevos sectores estratégicos: gas, casinos, istmo, puertos deportivos, parques eólicos, etcétera.

No lo puedo evitar: a veces siento pena de nuestros empresarios. Llega un presidente, les convoca a una reunión para poner dinero y así salvar a la UD Las Palmas, y ellos, diligentes y responsables, suscriben un crédito con la Caja de Canarias, prestan y avalan lo que haga falta, y la opinión pública, estúpida y cerril, se obstina en no comprender que todo acuerdo lleva consigo sus contrapartidas. A mí me parece que si Mauricio presenta un rendimiento en el campo mercantil con prestaciones cercanas al 80%, bien que se merece mil millones o dos mil. Y el disfraz que le apetezca. De verdad: en esas cosas no conviene ser avaro."
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