Reformulación
FRANCISCO POMARES
Ya tiene cumplida respuesta Paulino Rivero a su amable invitación para que los saboteadores (sic) abandonen el proyecto nacionalista y se dediquen al parchís, a la cría de chinchillas o al tatuaje de encías. Román Rodríguez le ha contestado que no permitirá que ATI usurpe el proyecto nacionalista y que luchará desde dentro como el último mohicano. O el penúltimo, porque igual Pedro Quevedo se despista jugando al billar y se va después.
Lo tiene crudo el ex presidente Román. Y no porque algunas de sus razones no sean extremadamente razonables, sino porque sus propias decisiones en el ámbito de Coalición, sus actitudes y sus ruidosos silencios, le han dejado un margen de maniobra cada vez más estrecho, una plataforma política capitidisminuida. El problema básico de este hombre, inteligente y con madera política, es la tortícolis que le afecta desde que entró en el Gobierno como director general, hace ya más de una década. La tortícolis que le lleva siempre a mirar hacia arriba, ya sea a la Presidencia del Gobierno, ya sea a la dirección federal de Coalición, y que le impide ver la humilde tierra que pisa: Gran Canaria, Las Palmas, ICAN.
Por el momento (mientras se prepara para la lucha final) Rodríguez disfruta de meriendas tardías o cenas madrugadoras con Nacho González (será para preguntarle por Rogelio Frade,
submarino centrista desde el pasado año) y se informa sobre la situación de la durmiente tropa del PNC grancanario... Ítem más: uno de los puntos del documento presentado por Rivero
al comité ejecutivo coalicionero como base del cacofónico debate de los nacionalistas, es, precisamente, la reflexión (sic) sobre la política de pactos: sin mencionar explícitamente al PP, en el papel en cuestión se recuerda que el PP ya no gobierna España, y que, por tanto, no está en condiciones de cumplir con los compromisos firmados en su día. Se trata de una excelsa perogrullada, pero una perogrullada que Rivero no había pronunciado hasta ahora
desde el 15 de marzo. Algunos se malician que el presidente de Coalición ha introducido este apunte para desencadenar un replanteamiento del pacto con el PP en Canarias. Y Juan Carlos Alemán sigue insistiendo, a quien le quiera oír, que el PSOE estará en el Gobierno antes
de fin de año.
Puede, pero intuyo que la jugada de Rivero no va por ahí: Rivero no quiere un pacto con los socialistas. Rivero quiere una negociación con Pérez Rubalcaba para adecentar las cuentas canarias en los presupuestos generales del Estado, a través de enmiendas en su tramitación en las Cortes, y simultáneamente, reducir la presencia del PP en el Ejecutivo a dos consejerías, amenazando a los conservadores con un acuerdo con el PSOE. Y quiere, con ese botín, presentarse al congreso coalicionero de primavera y ser aclamado como presidente
sempiterno. Libre él de Rodríguez y becerras, libre Adán Martín de Águeda Montelongo.
Ya tiene cumplida respuesta Paulino Rivero a su amable invitación para que los saboteadores (sic) abandonen el proyecto nacionalista y se dediquen al parchís, a la cría de chinchillas o al tatuaje de encías. Román Rodríguez le ha contestado que no permitirá que ATI usurpe el proyecto nacionalista y que luchará desde dentro como el último mohicano. O el penúltimo, porque igual Pedro Quevedo se despista jugando al billar y se va después.
Lo tiene crudo el ex presidente Román. Y no porque algunas de sus razones no sean extremadamente razonables, sino porque sus propias decisiones en el ámbito de Coalición, sus actitudes y sus ruidosos silencios, le han dejado un margen de maniobra cada vez más estrecho, una plataforma política capitidisminuida. El problema básico de este hombre, inteligente y con madera política, es la tortícolis que le afecta desde que entró en el Gobierno como director general, hace ya más de una década. La tortícolis que le lleva siempre a mirar hacia arriba, ya sea a la Presidencia del Gobierno, ya sea a la dirección federal de Coalición, y que le impide ver la humilde tierra que pisa: Gran Canaria, Las Palmas, ICAN.
Por el momento (mientras se prepara para la lucha final) Rodríguez disfruta de meriendas tardías o cenas madrugadoras con Nacho González (será para preguntarle por Rogelio Frade,
submarino centrista desde el pasado año) y se informa sobre la situación de la durmiente tropa del PNC grancanario... Ítem más: uno de los puntos del documento presentado por Rivero
al comité ejecutivo coalicionero como base del cacofónico debate de los nacionalistas, es, precisamente, la reflexión (sic) sobre la política de pactos: sin mencionar explícitamente al PP, en el papel en cuestión se recuerda que el PP ya no gobierna España, y que, por tanto, no está en condiciones de cumplir con los compromisos firmados en su día. Se trata de una excelsa perogrullada, pero una perogrullada que Rivero no había pronunciado hasta ahora
desde el 15 de marzo. Algunos se malician que el presidente de Coalición ha introducido este apunte para desencadenar un replanteamiento del pacto con el PP en Canarias. Y Juan Carlos Alemán sigue insistiendo, a quien le quiera oír, que el PSOE estará en el Gobierno antes
de fin de año.
Puede, pero intuyo que la jugada de Rivero no va por ahí: Rivero no quiere un pacto con los socialistas. Rivero quiere una negociación con Pérez Rubalcaba para adecentar las cuentas canarias en los presupuestos generales del Estado, a través de enmiendas en su tramitación en las Cortes, y simultáneamente, reducir la presencia del PP en el Ejecutivo a dos consejerías, amenazando a los conservadores con un acuerdo con el PSOE. Y quiere, con ese botín, presentarse al congreso coalicionero de primavera y ser aclamado como presidente
sempiterno. Libre él de Rodríguez y becerras, libre Adán Martín de Águeda Montelongo.
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