Fábulas turísticas
JUAN IGNACIO JIMÉNEZ MESA
En tanto los empresarios de Las Palmas se dedican a dilucidar si lo del traslado de la Consejería de Turismo va en serio o es una fábula, nadie pone en duda que, por otras razones, el peso de la oferta turística de Canarias se ha venido desplazando en los últimos años a Tenerife, isla que como todo el mundo sabe supera en número de camas a Gran Canaria, y sobre todo en camas hoteleras nuevas, que son las que con más facilidad y menos promoción se ocupan en estos momentos.
En la comparación interprovincial sigue ganando Las Palmas, pero al ritmo de los dos últimos años, paralizado ya el crecimiento en Lanzarote y Fuerteventura, pronto tendrá Tenerife más oferta que el resto del Archipiélago. Con mejor calidad, insisto, puesto que las nuevas plazas ofertadas son casi todas en dotación hotelera de cuatro o cinco estrellas y a muy buen precio. Las consecuencias de la ansiada moratoria son esas y a quien le pese que pregunte
por qué.
La preocupación de los empresarios por el flujo de las sedes parece fundada, aunque el presidente Adán Martín lo ha considerado una fábula y probablemente lo es desde el punto de vista puramente administrativo. Las fábulas, como ustedes saben, se emplean para explicar la verdad a través de un cuento. La fábula de que se llevan la empresa pública Saturno no describe algo cierto, pero nos explica que, irremediablemente, el poder de decisión en promoción turística terminará desplazándose hacia donde está el peso de la oferta hotelera. Además, los técnicos han dicho siempre que cada isla, o cada zona de isla, es un clúster en términos de oferta, de modo que nada tiene de extraño que se publiciten por separado, difuminando por tanto la idea de una promoción conjunta del Archipiélago, que es para lo que se creó Saturno. Lo malo es que si no coordinamos las distintas promociones terminaremos
yendo desde una inevitable situación de ofertas concurrentes, a un indeseable estado de feroz competencia, en el que casi estamos ya, a tenor del nerviosismo suscitado.
Respecto a las causas por las que Gran Canaria ha perdido primacía en la oferta turística, hoy sabemos que tienen mucho más que ver con el ánimo de la llamada sociedad civil que con la autoridad política regional. Algunos de los empresarios que ahora se quejan tienen parte de protagonismo en la gestación de esas ideas paralizadoras. El mismo ánimo se ha trasladado también, aunque algo más tarde, a Tenerife, de modo que hoy existe en esa isla tanta o más contestación a todo lo que sea crecimiento y progreso, ya sea la construcción de un puerto, una carretera o un nuevo hotel. El único dato singular es que los dirigentes empresariales tinerfeños han reaccionado, se han dado de lo que eso significa y tratan de convencer a sus
dirigentes políticos de que no es bueno frenar de golpe la actividad económica. Esa es la única diferencia con el mismo fenómeno vivido en Gran Canaria años atrás, una diferencia que habrá que atribuir al mayor dinamismo de los empresarios tinerfeños y no a la situación
política en una u otra isla, como algunos pretenden.
Es curioso que cada vez que se produce una situación de éstas, con pérdida de preponderancia de los negocios de una isla sobre la otra, se tiende a explicar en supuestas prevalencias institucionales. A veces ha sido así, pero no siempre. En estas cosas, oyendo cómo se expresan en Gran Canaria y cómo se expresan en Tenerife, podemos llegar a la conclusión de que los mejores políticos, los más hábiles, son siempre los de la otra isla, que se dan una maña tremenda para favorecer a los suyos. Para que todos estemos contentos deberíamos intercambiarlos durante algún tiempo.
En tanto los empresarios de Las Palmas se dedican a dilucidar si lo del traslado de la Consejería de Turismo va en serio o es una fábula, nadie pone en duda que, por otras razones, el peso de la oferta turística de Canarias se ha venido desplazando en los últimos años a Tenerife, isla que como todo el mundo sabe supera en número de camas a Gran Canaria, y sobre todo en camas hoteleras nuevas, que son las que con más facilidad y menos promoción se ocupan en estos momentos.
En la comparación interprovincial sigue ganando Las Palmas, pero al ritmo de los dos últimos años, paralizado ya el crecimiento en Lanzarote y Fuerteventura, pronto tendrá Tenerife más oferta que el resto del Archipiélago. Con mejor calidad, insisto, puesto que las nuevas plazas ofertadas son casi todas en dotación hotelera de cuatro o cinco estrellas y a muy buen precio. Las consecuencias de la ansiada moratoria son esas y a quien le pese que pregunte
por qué.
La preocupación de los empresarios por el flujo de las sedes parece fundada, aunque el presidente Adán Martín lo ha considerado una fábula y probablemente lo es desde el punto de vista puramente administrativo. Las fábulas, como ustedes saben, se emplean para explicar la verdad a través de un cuento. La fábula de que se llevan la empresa pública Saturno no describe algo cierto, pero nos explica que, irremediablemente, el poder de decisión en promoción turística terminará desplazándose hacia donde está el peso de la oferta hotelera. Además, los técnicos han dicho siempre que cada isla, o cada zona de isla, es un clúster en términos de oferta, de modo que nada tiene de extraño que se publiciten por separado, difuminando por tanto la idea de una promoción conjunta del Archipiélago, que es para lo que se creó Saturno. Lo malo es que si no coordinamos las distintas promociones terminaremos
yendo desde una inevitable situación de ofertas concurrentes, a un indeseable estado de feroz competencia, en el que casi estamos ya, a tenor del nerviosismo suscitado.
Respecto a las causas por las que Gran Canaria ha perdido primacía en la oferta turística, hoy sabemos que tienen mucho más que ver con el ánimo de la llamada sociedad civil que con la autoridad política regional. Algunos de los empresarios que ahora se quejan tienen parte de protagonismo en la gestación de esas ideas paralizadoras. El mismo ánimo se ha trasladado también, aunque algo más tarde, a Tenerife, de modo que hoy existe en esa isla tanta o más contestación a todo lo que sea crecimiento y progreso, ya sea la construcción de un puerto, una carretera o un nuevo hotel. El único dato singular es que los dirigentes empresariales tinerfeños han reaccionado, se han dado de lo que eso significa y tratan de convencer a sus
dirigentes políticos de que no es bueno frenar de golpe la actividad económica. Esa es la única diferencia con el mismo fenómeno vivido en Gran Canaria años atrás, una diferencia que habrá que atribuir al mayor dinamismo de los empresarios tinerfeños y no a la situación
política en una u otra isla, como algunos pretenden.
Es curioso que cada vez que se produce una situación de éstas, con pérdida de preponderancia de los negocios de una isla sobre la otra, se tiende a explicar en supuestas prevalencias institucionales. A veces ha sido así, pero no siempre. En estas cosas, oyendo cómo se expresan en Gran Canaria y cómo se expresan en Tenerife, podemos llegar a la conclusión de que los mejores políticos, los más hábiles, son siempre los de la otra isla, que se dan una maña tremenda para favorecer a los suyos. Para que todos estemos contentos deberíamos intercambiarlos durante algún tiempo.
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