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La Voz de Gran Canaria

Las huestes grancanaristas

Las huestes grancanaristas José A. Alemán

A veces, el lector ático habitual alude a unas supuestas “huestes del ultrainsularismo grancanario” como un “amplísimo movimiento social que se extiende por todo el espectro ideológico”. La leche, oye, las tales huestes, que, dice, recibieron con “indisimulada alegría” a Soria a quien, asegura, yo le dediqué loas. Además de no enterarse, no anda muy impuesto en géneros literarios o es un mentiroso.

Dejo a un lado las “huestes”. Allá él si no logra a partir de esa idea hilar un análisis político. Pero presume de buena memoria, la que no le alcanza para recordar las circunstancias en que Soria se presentó por primera vez a la alcaldía de Las Palmas. El Ayuntamiento estaba en el piso tras la devastación provocada por Mauricio y algunos de los que confluirían con ATI en CC y los psocialistas, que ya eran un desastre. No había fuerza política que ofreciera garantía alguna para sacar a la corporación del pozo y sólo quedaba Soria como posibilidad de poner un poco de orden.

Las loas supuestas sólo reflejaban el ejercicio de pragmatismo de grandes sectores del electorado; eran la descripción de un estado de cosas que no tenía otra salida practicable que el único partido que no había gobernado aún la corporación. No era cuestión de ideología sino de que el Ayuntamiento no acabara de derrumbarse. Soria se estrenaba entonces en política, no se sabía lo que daría de sí frente a lo que ya habían dado los responsables del hundimiento municipal y obtuvo así su primera mayoría absoluta. No hubo entusiasmo ni loas: a quienes están en el fondo del pozo les da igual si la mano de que se agarran es la izquierda o la derecha.

Cuando Soria despejó su incógnita, demostró que era más de lo mismo y a peor. Ahora es socio de ATI-cc y San Paulino bendito, patrono de los áticos. En cuanto a mí, no voté a Soria porque siempre fui abstencionista. Hasta las últimas elecciones, en que pedí públicamente el voto, esta vez sí, para Saavedra como tratamiento contra la soriasis luzardina aguda. Lo que no me impide ahora, bonito fuera, participar de la decepción que ha provocado la gestión del alcalde que me devolverá al abstencionismo.

El ático de mi cuento no entiende nada. Ignora que con los bueyes de que se dispone hay que arar; que si la yunta elegida no sirve, la cambias; y si ninguna funciona, dejas de arar. No hay más cera que la que arde. Y ya metido en la pendiente de lo sentencioso, tan grata a la Universidad de la Vida, diréles de este ático lector cortito de mente que más habla quien más tiene que le digan.

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