Babel
JULIO MONTSERRAT DARIAS
No salgo de mi asombro al ver que el señor Melchior, presidente del Cabildo de Tenerife, haya sido apoyado por el Partido Popular y el PSOE canario en su propuesta de nombrar al director-editor del periódico El Día para el Premio Canarias de Comunicación. Y no salgo de mi asombro porque entiendo que la proposición del presidente del Cabildo de Tenerife está fuera de lugar, puesto que el perfil del candidato a Premio Canarias se circunscribe a la isla de Tenerife, ya que el resto del Archipiélago no existe para este señor, o si existe está en un plano inferior a su isla del Averno. Sencillamente es una provocación esta disparatada propuesta. Mejor sería proponer, a título póstumo, a Pepe el Cañadulce, que comunicaba pero no ofendía.
Sabemos que ATI-CC tiene que agradecer mucho a este señor, pues no en vano ha sido el aglutinador de las voluntades del Tenerife profundo y que, además, no ha permitido que entre la luz del conocimiento a las cuevas de la ignorancia en que ha introducido intelectualmente a una gran parte de la población chicharrera, movida a ello por sus incesantes y reiterados ataques hacia la isla de Gran Canaria y sus habitantes.
Si ATI-CC quiere premiar los grandes servicios que don José les ha prestado en las últimas décadas, que le nombren Hijo Predilecto o si lo quieren distinguir con algo más rimbombante que instituyan un nuevo galardón que bien podría denominarse Premio de la Insigne e Invicta Tenerife, pero nunca Premio Canarias a un personaje que lleva 50 años ofendiendo a la mitad de la población del Archipiélago. Espero que tanto los dirigentes del PSOE como los del PP, a nivel regional, pongan cordura en este tema y paralicen esta estrambótica proposición.
Creo que a cualquier niño que se le haga saber la línea editorial del periódico El Día y se le explique pormenorizadamente lo que significan todos y cada uno de los insultos que ha proferido esta persona contra Gran Canaria, y que ahora se le quiere nombrar candidato al Premio Canarias de Comunicación, seguro que el crío, nada confundido, pronunciaría una sola palabra: Babel.
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