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La Voz de Gran Canaria

Hay que hablar claro sobre Gran Canaria

Hay que hablar claro sobre Gran Canaria JOSÉ A. ALEMÁN

El espectáculo de Luzardo y Soria a cuenta del istmo de Santa Catalina, unido a la crisis política, es exponente de la degradación política y social de Gran Canaria. No le busquemos paños calientes y hablemos claro.

Hay que responsabilizar de la situación en Gran Canaria a los cargos públicos, por supuesto; pero en el buen entendido de que ellos no son más que la excrecencia, un reflejo, de la clase política, económica y empresarial que los puso y los ha sostenido y promocionado en los casos que nos ocupan con notable falta de visión, ausencia de autoestima, bajo nivel intelectual y crítico; además de un considerable desamor por la tierra, tremendo egoísmo y formidable cobardía cívica.

Haré un poco de historia. Hubo un primer error: las ingenuas convicciones regionalistas de la progresía grancanaria de los años 60 y 70, que hoy considero un fracaso generacional. Aquello permitió a los políticos canarios (“canario” es el auténtico gentilicio de los grancanarios, a ver si se enteran) actuar sin las presiones insularistas a que estaban sometidos los tinerfeños y así quedó marcada la posterior evolución de la autonomía.

En ese marco de tira y afloja, en que ATI entronizó la competencia interinsular como parte de la naturaleza íntima de las Islas, las iniciativas grancanarias han ido menguando sometidas al desgaste cuando no hostilización de la administración autonómica. No es fácil iniciar un proyecto en Gran Canaria y sé de decenas de abandonos porque cansa el puteo y no puede uno pasarse la vida llamando al 922.

Pero las razones de la postración grancanaria no vienen principalmente por ahí. Hay razones internas también necesitadas de un toque histórico. Por ejemplo, la utilización repetida en los últimos años de La Caja de Ahorros como escenario de escandalosas batallas para hacerse con su control político, al precio de inutilizarla como motor de la economía de la isla. Hoy La Caja es un chiste. Ha sido zarandeada por políticos y ejecutivos sin escrúpulos ante la indiferencia de los dirigentes sociales, empresariales y sindicales; hasta el punto de que quien desencadenó y alentó esas escandaleras es hoy consejero de Hacienda: un sarcasmo de ATI, que debió agadecerle así los servicios prestados.

En cuanto a la permanente crisis política, vuelve a flaquear la memoria. Se inició con las maniobras del sector icánico mauriciano contra Román Rodríguez, entonces presidente. Éste actuó como otro calzonazos y Mauricio no cesó de vapulearlo, aliándose, para quitarlo de en medio, con ATI, a la que vino bien esa consolidación del vacío político grancanario. Ya no se vislumbra, en ningún partido, un líder fiable y mucho menos viable para dirigir la isla. El machaqueo a Román tuvo su continuidad con el mantenimiento del pacto CC-PP que Mauricio defendió a ultranza; hasta ahora, en que se muestra partidario de romperlo y ahí andan dale que te pego.

Pero, a lo que iba: el daño que Mauricio y los suyos, junto con ATI, le han hecho a Gran Canaria está a la vista. Y no es que trate Mauricio de dañarla de manera intencionada, sino que le da igual perjudicarla o beneficiarla: él busca sus objetivos y el favorecimiento de sus especuladores amigos y lo demás le tiene sin cuidado. Se trata de un estilo político perverso, el mauriciano, que ha calado en la dirigencia política y económica y que contribuye a desmontar cualquier mecanismo de vertebración grancanaria y a favorecer el aplastamiento de disidentes por quienes han hecho de la cobardía y la falta de autoestima virtudes denotativas de calidad empresarial. Es la maurisilva asfixiante.

Aunque cargue las tintas en Mauricio, él no tiene la culpa, repito. Él es como es y si allí donde pisa no vuelve a crecer la hierba se debe a su natural y no puede evitarlo. No puede reprochársele a la hiena que carroñee. Son quienes le permiten corretear, le aplauden sus caracoleos y le ríen las gracias los responsables.

En esa vida pública desvertebrada, descoyuntada, sin criterios, surgen también personajes menores, como Soria y Luzardo, hijos de la falta de autoestima y de sentido del ridículo. Gente capaz de provocar conflictos institucionales que comprometen inversiones públicas futuras mediante la promoción de ilegalidades con el dinero de todos. Políticos que desprestigian a las corporaciones que presiden y que ahí siguen sin la menor reconvención; porque no puede considerarse tal la nota del viernes de la Confederación Canaria de Empresarios (CCE) destinada a agradar a Mauricio. Una nota servil y manipulada que se atreve a a hablar, nada menos, que del “sentido social de la RIC”. Como si fuéramos idiotas.

Acabo donde comencé el viernes: o provocamos una reacción cívica en Gran Canaria que acabe con la desvergüenza y el bochorno; o comenzamos a recomendar a nuestros jóvenes que hagan las maletas o que no regresen si están fuera sino a coger sol.
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