Recuperar las calles
Vicente Llorca
Rafael Robaina, padre de Iván, el joven asesinado a golpes la madrugada del pasado domingo en la calle Franchy y Roca de la capital grancanaria, ha dicho: «El sistema de libertades está amenazado. Se ha luchado durante años para que estas cosas no ocurran y ahora hay que seguir con esa lucha. Es el momento de recuperar las calles».
En la tragedia, desde el más grande de los dolores, el padre de Iván se erige como figura ejemplar de una sociedad que he permitido que anide en ella el germen de la barbarie. Toca pisar las calles nuevamente y que no sean tuya ni mía sino calle de todos.
El padre de Iván, desde ese profundo vacío que sólo conocen los que han perdido a un hijo, lo más amado, nos ha dado una lección de compromiso democrático que ya quisiéramos recibir, siquiera tibiamente, de esos que se dedican profesionalmente a la política y que tanto alardean de sus convicciones democráticas.
Si se dice que los políticos son referentes morales, aunque hay que reconocer que, tristemente, en estos tiempos, en la mayoría de los casos, son malos referentes, qué decir de Rafael Robaina, el padre de Iván. Su compromiso en pro del sistema de libertades, cuando padece el mayor de los desgarros que se pueda imaginar, le erige como un referente moral sin parangón.
Recuperemos las calles. Reconquistemos el derecho a transitar por ellas sin miedo. Desterremos la convicción de que el mundo es un lugar peligroso. Repudiemos a la industria del miedo, a quienes la aventan y evitemos que éste se instale como un ingrediente de la vida en este sistema democrático que no puede seguir fallando tan clamorosamente.
La inseguridad es contagiosa. Vacunémonos contra ella. Somos más, muchos más, los amantes de la concordia y la convivencia pacífica. El temor sólo conduce a la esclavitud. Toca volver a las calles y hacer de ellas ensenadas de libertad. Toca ser solidarios, porque si éstas, las calles, han pasado al dominio de los bárbaros, que son pocos, muchos menos que nosotros, es porque hemos permitido que la insolidaridad se haya extendido como un flagelo.
Poligoneros, chandaleros, cuatreros, coyotes, salteadores, pandilleros, bronquistas o matones sólo reinarán si nuestra desidia se los consiente. La calle es nuestra. En carnaval y las noche de fin de semana. De Lomo los Frailes al Puerto. Siempre.
Poco dice a favor de nosotros, los que somos muchos más, el que cuatro indeseables hayan conseguido que casi todos arguyamos el miedo a ellos para dejar de estar en esas noches de carnaval que eran nuestras, o en algunas zonas de ocio, o donde quiera que nos plazca.
Asumamos la responsabilidad de que es tarea de todos la construcción de una sociedad segura. Toca participar y exigir a los responsables públicos que corrijan los mecanismos que tantos fallos van sumando, permitiendo que los desmanes de unos pocos se repitan con dolorosa frecuencia. Los ciudadanos no podemos consentir ser irrelevantes y mucho menos que se instale en nosotros el descreimiento en el sistema democrático. La democracia es convivencia pacífica y, también, participación.
Información de: Canarias7, 12-12-2008
Rafael Robaina, padre de Iván, el joven asesinado a golpes la madrugada del pasado domingo en la calle Franchy y Roca de la capital grancanaria, ha dicho: «El sistema de libertades está amenazado. Se ha luchado durante años para que estas cosas no ocurran y ahora hay que seguir con esa lucha. Es el momento de recuperar las calles».
En la tragedia, desde el más grande de los dolores, el padre de Iván se erige como figura ejemplar de una sociedad que he permitido que anide en ella el germen de la barbarie. Toca pisar las calles nuevamente y que no sean tuya ni mía sino calle de todos.
El padre de Iván, desde ese profundo vacío que sólo conocen los que han perdido a un hijo, lo más amado, nos ha dado una lección de compromiso democrático que ya quisiéramos recibir, siquiera tibiamente, de esos que se dedican profesionalmente a la política y que tanto alardean de sus convicciones democráticas.
Si se dice que los políticos son referentes morales, aunque hay que reconocer que, tristemente, en estos tiempos, en la mayoría de los casos, son malos referentes, qué decir de Rafael Robaina, el padre de Iván. Su compromiso en pro del sistema de libertades, cuando padece el mayor de los desgarros que se pueda imaginar, le erige como un referente moral sin parangón.
Recuperemos las calles. Reconquistemos el derecho a transitar por ellas sin miedo. Desterremos la convicción de que el mundo es un lugar peligroso. Repudiemos a la industria del miedo, a quienes la aventan y evitemos que éste se instale como un ingrediente de la vida en este sistema democrático que no puede seguir fallando tan clamorosamente.
La inseguridad es contagiosa. Vacunémonos contra ella. Somos más, muchos más, los amantes de la concordia y la convivencia pacífica. El temor sólo conduce a la esclavitud. Toca volver a las calles y hacer de ellas ensenadas de libertad. Toca ser solidarios, porque si éstas, las calles, han pasado al dominio de los bárbaros, que son pocos, muchos menos que nosotros, es porque hemos permitido que la insolidaridad se haya extendido como un flagelo.
Poligoneros, chandaleros, cuatreros, coyotes, salteadores, pandilleros, bronquistas o matones sólo reinarán si nuestra desidia se los consiente. La calle es nuestra. En carnaval y las noche de fin de semana. De Lomo los Frailes al Puerto. Siempre.
Poco dice a favor de nosotros, los que somos muchos más, el que cuatro indeseables hayan conseguido que casi todos arguyamos el miedo a ellos para dejar de estar en esas noches de carnaval que eran nuestras, o en algunas zonas de ocio, o donde quiera que nos plazca.
Asumamos la responsabilidad de que es tarea de todos la construcción de una sociedad segura. Toca participar y exigir a los responsables públicos que corrijan los mecanismos que tantos fallos van sumando, permitiendo que los desmanes de unos pocos se repitan con dolorosa frecuencia. Los ciudadanos no podemos consentir ser irrelevantes y mucho menos que se instale en nosotros el descreimiento en el sistema democrático. La democracia es convivencia pacífica y, también, participación.
Información de: Canarias7, 12-12-2008
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