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La Voz de Gran Canaria

Aborígenes machacados

Aborígenes machacados

ANTONIO CACEREÑO

El Ayuntamiento de Gáldar acaba de dirigirse al Gobierno de Canarias y al Cabildo de Gran Canaria para que hagan todo lo posible de cara a que el Museo Canario le devuelva las piezas arqueológicas que se han extraído de los principales yacimientos aborígenes del municipio, que no son pocos. Se trata de una iniciativa que coincide en el tiempo con la reivindicación del Cabildo de Tenerife para traerse al Archipiélago una momia guanche que se exhibe en el Museo Nacional de Antropología y a la que también se le ha tratado de buscar algún tipo de paralelismo -que particularmente no acierto a encontrar- con las reivindicaciones catalanas respecto a una parte del archivo general de la guerra civil, con sede en Salamanca.

La verdad es que mientras en el caso del Cabildo de Tenerife uno de los argumentos que se esgrime está relacionado con lo que supone de canallada que a uno lo saquen de donde le han enterrado y lo exhiban por ahí en plan ´pasen y vean, aquí la mujer barbuda y más allá el hombre elefante´ y tal, en el caso de Gáldar da cierta grima que quienes componen tan norteño ayuntamiento no se preocupen por mejorar lo que tienen más que pedir lo que de momento parece a buen recaudo independientemente de esté donde esté.

No hay más que darse una ligera vueltecilla por algunos de los yacimientos del municipio, de la comarca y del conjunto de la isla de Gran Canaria para comprobar el grado de degradación en la que se encuentran sitios que fueron sagrados no tanto para nuestros antepasados sino para quienes vivieron antes que nosotros por aquí.

Resulta vergonzoso ver desde condones hasta latas de cerveza, no ya por los alrededores, sino en el interior de algunos de los túmulos que albergaban los cadáveres de los miembros de un colectivo desaparecido y en la práctica sodomizado por el progreso. Ahí están los no pocos enterramientos encontrados al paso de las carreteras con las que se colonizó ese sur turístico de Dios esperando por un lugar más digno que la triste nave de tres al cuarto que los cobija. La falta de respeto que demostramos hacia los vestigios que dejaron esos tipos no deja de ser una evidencia más de esa idiosincrasia tan nuestra de no ser nada, no querer nada, no respetar nada. Nada de nada.

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