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La Voz de Gran Canaria

Carta abierta a doña Josefa Luzardo

Carta abierta a doña Josefa Luzardo

PEDRO RAMIREZ ROMERO

Querida alcaldesa:

Quisiera pedirle un pequeño favor. Por favor, coja un taxi. Uno de esos con televisión en los asientos traseros. Por favor, deje por una vez el coche oficial y hágalo. Aunque sea sólo por mí, señora alcaldesa. Y cójalo de noche, cuando las pantallas queman los ojos y marean más que de día, cuando el mirar a una pantalla a menos de 30 centímetros de tu cara te da ganas de echar la sopa.

Entonces, por favor, tenga la bondad de pedir al taxista que apague las televisiones. Sí, esas que le marean y que le están deslumbrando. Esas mismas. Entonces el taxista le dirá que no es posible, que están conectadas al sistema eléctrico del coche y no se pueden apagar. Usted tiene que callar y tragarse lo que sale en las pantallas. Sí, esas que le queman los ojos. Qué cosas.

Entonces, señora alcaldesa, seguramente usted, con razón claro, se enfadará. Se sentirá estafada y molesta, porque esas televisiones que la están mareando, molestas para los ojos y para el estado normal del estómago de cualquiera, no se pueden apagar. Se planteará por qué pagando lo mismo que en otros taxis tiene usted que pasar por ese suplicio. ¿Por qué no nos descuentan algo de la carrera que compense la inyección de publicidad? ¿Por qué usan los taxistas métodos tan invasivos, desagradables y hostiles hacia los ciudadanos que les dan de comer? ¿Qué les hemos hecho de malo? ¿Quién es el responsable de todo esto?

Y entonces, claro, usted comprenderá: el responsable es usted, señora alcaldesa.

Usted autoriza esas cosas. Usted ha puesto publicidad del Ayuntamiento de Las Palmas en esas pantallas. Usted, bueno, la concejalía responsable, cobra unos euritos por cada pantalla. Pero los ciudadanos no vemos nada de ese dinero. Nadie nos devuelve los mareos y el hastío que supone, la merma de calidad de vida, de ver un espacio más invadido por la publicidad. Uno más.

Mire, señora. En esto hay una rara unanimidad: la gente ya de por sí está bastante caliente con usted (¿le recuerdo cositas como el Carnaval, el cierre de los chiringos, su plan de la Gran Marina, la huelga de la policía municipal, la ciudad insegura, entre otras lindezas?) como para que encima les meta teles con anuncios en los taxis, teles que queman los ojos, que marean sin comerlo ni beberlo. Se publican cartas en los medios, editoriales, la gente se queja y los taxistas están cabreados porque pierden clientes –muchos ciudadanos si vemos un taxi con pantallitas preferimos esperar a otro que no las tenga; es que queremos digerir la comida, qué le vamos a hacer-. Y total porque no se pueden apagar, porque el instalador ha desactivado el botón de apagar que hay en cada pantalla.

Eso, señora, es un atropello. Ni usted ni una asociación de taxis pueden obligarme a consumir publicidad porque sí. Y los taxistas lo saben, muchos me cuentan que están hartos de broncas con los clientes a cuenta de las pantallitas, señora alcaldesa. ¿Y sabe lo que les responden los instaladores cuando piden algo tan sencillo como poder apagar las pantallas a petición del usuario? Les responden con un “vuelva usted mañana”. Vaya, como en el Ayuntamiento. Qué cosas.

Señora, yo y otros ciudadanos estamos hartos. ¿Cree usted de verdad que renta tensar más aún la cuerda por unos euritos de impuestos más?.

Señora alcaldesa, por favor, póngase en el lugar de los ciudadanos. Coja un taxi.

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