Canarias, paraíso riveriano
NICOLÁS GUERRA AGUIAR
No sé si don Paulino Rivero Baute (alcalde, presidente de Coalición Canaria, diputado, portavoz en el Congreso, vocal de ocho delegaciones -entre ellas, de amistad con China-, siete veces portavoz de otras tantas comisiones, presidente de la Comisión del 11-M, "bisagra nacionalista"...) tiene tiempo para la lectura de los clásicos canarios, aunque he de suponer que su condición de maestro y su compacta ideología nacionalista lo llevaron -en aquellos pasados del aula- al estudio de nuestros autores.
Tampoco sé si conoció al poeta Cairasco de Figueroa, afincado en la G punto Canaria, por lo que fue considerado traidor a las ocho islas por don José Rodríguez -director de El Día de Tenerife- en una de sus preclaras, iluminadas, prudentes, sabias, rigurosas y muy científicas aportaciones literarias, cuya vida Dios guarde muchos años para recreo, regocijo y solaz de los canariones y perpetuo agradecimiento de los enseñantes (en cuyos discursos escritos nos apoyamos -por contraste-para explicar qué es la visión universal, intelectual y razonada de las cosas).
Tan pérfido, traicionero, alevoso, desleal y felón poeta -"¡A la hoguera, a la hoguera"!, gritaría don José- escribió sobre la selva de Doramas. Y dijo que las Islas recibieron el nombre de "...Campos Elíseos / por su temperie y fértil abundancia". Y que la Naturaleza juntó las mejores virtudes en ellas.
Si el señor Rivero no leyó al pérfido Cairasco, más a su favor en la visión celestial, ingrávida y divina que sobre Canarias defiende, pues su consideración de que la maloliente realidad política "Son hechos aislados que no tienen por qué constituir una trama de corruptela" no hace más que confirmar la contemplación de Canarias como un paraíso mundano-riveriano-bauteano, más próximo al edén por su peculiar bonhomía. Tal es así que, atraídas por tan endiosado lugar, las gentes de otros continentes emigran de sus tierras seducidas por voces y melodiosas llamadas de una perpetua primavera ética y ática.
Sin duda, las palabras del señor Rivero no sólo animan y reclaman prudencia y seriedad en las consideraciones, sino que minimizan y reducen casi a la nada los "muy aislados" comportamientos de quienes no son conscientes del mundo en que pacen. Total, ¿qué importancia tiene que se hable de cuentas corrientes en Luxemburgo, de registros domiciliarios, de ingresos en prisión, de libertades bajo fianza, de libertad sin fianza, de investigaciones sobre suelo supuestamente dado, de suspensiones cautelares? Que se presenten denuncias por injurias y calumnias; que se acuse a algunos de mentirosos; que se hable de primos hermanos de alguna ex, de "indicios fundados de responsabilidad criminal" en la persona de una señoría; que se sospeche de adjudicaciones de concursos públicos en una consejería, que declare en el juzgado media corporación de Santa Brígida, ¿qué son sino estelas en la mar?
¿Tiene traducción alguna que se culpe de afirmaciones falsas a políticos, que se expediente a un magistrado sospechosamente relacionado, que los Verdes pidan una investigación sobre el parque eólico de los Acantilados el Mármol en Guía, o que se haga responsable al Cabildo grancanario de supuesta implicación en algún escabroso tema? ¿Son acaso algo más que actuaciones de hijos malos que no merecen a sus padres?
Que investigaciones internas concluyan ausencia de irregularidades y que, al poco, un ex director general de la cosa investigada entre en prisión, ¿qué trascendencia puede tener en una sociedad -el señor Rivero dixit- "que ya es madura y que se deja engañar menos cada vez"? Qué suerte, añado: ¿se imagina usted, estimado lector, si las personas en Canarias fuéramos algo más simples y conformistas, más verdes e irreflexivas por menos prudentes, sesudas y sensatas?
En efecto: de la misma manera que el señor Rivero nunca fue partidario de "tirar hacia arriba para emborronarlo todo" (criterio que, según él, mantuvo cuando los casos Tindaya, Aeromédica, Icfem), ¿por qué hemos de considerar que algo funciona mal por los simples hechos de que se hable de supuestas corruptelas en los concursos de viajes del Gobierno de Canarias, en las denuncias del PP contra la simbiosis Coalición / PSOE para que no se investigue el caso Amorós (gestión de Economía y Hacienda en el 2002, año en que el señor presidente era titular de esa consejería)?
¡Ah!, y las excreciones de las aspas quijotescas, ¿no son acaso un desliz, una nimiedad, un átomo en medio del Universo? ¿Que hubo dinero por medio, sospéchase? Bueno, pues se devuelve y ya está. A fin de cuentas, como afirma el señor Rivero -visión casi universal y contundente de quien está de vuelta de muchas cosas- estas nimiedades suceden hasta en las mejores familias, "en todas las Comunidades Autónomas".
Por tanto, concluyo, el señor Rivero no sólo tiene razón cuando comenta tan insignificantes comportamientos humanos: es que convence por su contundencia y rigor. Lo importante, lo que importa, es que este año ha llovido a gusto de todos, tal como CC había prometido que conseguiría del señor Zapatero, al que controla y domina. ¿Puede encontrarse en otro lugar del mundo recreación espiritual más rigurosa que aquí? Con semejante padrazo que vela por nosotros y hace milagros por el CD Tenerife, ¿qué son los "hechos aislados"? Pues eso, digo: los que se producen en las Islas. Nimiedades.
0 comentarios