Soria y el bloqueo de Gran Canaria
JOSÉ A. ALEMÁN
A José Manuel Soria, según dijo él mismo, no le cambia su agenda ninguna ministra. A mi tampoco, bonito fuera. Pero él es presidente del Cabildo de Gran Canaria, lo que implica un compromiso de presencia institucional adquirido en las urnas que ha vuelto a incumplir con la visita de la titular de Fomento, Magdalena Álvarez.
Mi primer impulso fue pasar. Soria fatiga y empobrece humana e intelectualmente a quienes se ocupan de él. Los hay que se lo toman en serio, pero les aseguro que no es mi caso. Me repugna dedicarle comentarios que precisen de algún esfuerzo de análisis político. Ni siquiera puedo ironizar con sus cosas porque la ironía necesita cierto grado de consideración o de aprecio por el personaje y a mí Soria me resulta patético. Por petulante y prepotente, como un jefe de centurias.
No es la primera vez que ignora una visita de miembros del Gobierno central. No creo que a éstos les preocupe ni mucho ni poco; sé, incluso, que agradecen no tener que aguantarlo. Pero si trascendemos las meras anécdotas puntuales, queda el hecho de que continúa Soria en la línea de reforzar el bloqueo político a que ha llevado a la corporación y a la isla.
En más de una ocasión les he hablado de este bloqueo. Soria se lleva a muerte con el Gobierno canario, con un buen número de alcaldes y no pocos colectivos sociales y desdeña sistemáticamente cualquier posibilidad de interlocución con el Gobierno central. Ya no tiene con quien hablar ni posibilidad de acometer proyectos que necesite apoyos extrainsulares. Ahora acaba de eludir a la ministra de Fomento, que vino a presentar el plan de infraestructuras aeroportuarias de las Islas. Si alguien cree que no es asunto de suficiente enjundia para que acuda la primera autoridad insular grancanaria (a discrepar, criticar o rechazar) está en su derecho. Yo no lo creo así, pienso que era su obligación. Qué vamos a hacer.
Con todo, la cuestión no es el bloqueo en sí sino en que es consecuencia de la línea política de Mariano Rajoy que, valgan verdades, nos toca de refilón. Ese es otro circo. Pero Soria pone por delante de los intereses canarios, a los que convienen los contactos con el Gobierno central, los objetivos partidistas del PP. Y no del PP canario, sino de la estrategia de la cúpula madrileña que mantiene el leit motiv de la ilegitimidad del Gobierno Zapatero.
Sus declaraciones, fíjense, responden a las consignas del PP nacional, con añadidos inefables como emparentar a Zapatero y Tejero porque, aseguró, hay muchas maneras de dar un golpe de Estado. A lo mejor, quién sabe, tiene un manual con diversos modelos. Debe pensar que le favorece que los de Madrid lo vean tan entregado a la causa que la pone por delante de la isla que gobierna. Madrid es su escapatoria si le salen mal las elecciones de 2007 y en eso está el hombre.
Como anécdota de la anécdota, para rizar el rizo, añadió Soria que Magdalena Álvarez le recordó las visitas de los ministros franquistas. Un recordatorio revelador de que no tiene idea de lo que eran aquellas visitas. Con un ministro no se hubiera atrevido a portarse de esa manera.
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