Acabarán por meternos en un lío
JOSÉ A. ALEMÁN
Hace días, un funcionario del consulado marroquí daba con la puerta en las narices a un grupo de ciudadanos que pretendían entregar un escrito en relación con el Sáhara. Con la salvedad de que no fue la puerta misma del consulado la que les cerró sino la del edificio en que se ubica la oficina consular y por la que acceden a los espacios comunes quienes viven y trabajan en el inmueble. Fue, en definitiva, un acto de soberanía de un funcionario extranjero sobre ciudadanos de las Islas que actuaban en su propio país.
No sorprende que ocurran cosas como ésta y que vayan a más. No es cosa nueva. Hay en Las Palmas de Gran Canaria policías marroquíes que adoptan actitudes intimidatorias con ciudadanos españoles participantes, merced a su libre voluntad y sus derechos, en actos de apoyo al pueblo saharaui en las calles de sus pueblos y ciudades.
Las autoridades españolas y las canarias, casi se me olvida decirlo, como si nada ocurriera. No se les conoce reacción alguna.
Tuve ocasión, hace tiempo, de observar a un joven marroquí que, además de ponerse gallo para echarse por delante de varias mujeres en una cola, replicó a quienes le afearon su conducta que las Islas son su país, que Canarias pertenece a Marruecos y que nos íbamos a enterar cuando España las devolviera. No le di mayor importancia pues era casi un niño, pero, no sé, a la vista del comportamiento del funcionario del consulado y de la presencia de policías marroquíes en plan de te vas a enterar, comienzo a preguntarme qué es lo que realmente ocurre. Por qué los marroquíes siguen elevando el tono sin que nadie los llame a capítulo y corte de raíz situaciones que afectan a la seguridad ciudadana.
Ningún país soberano toleraría unos comportamientos que, insisten mis informantes, son el pan nuestro de cada día. ¡Y no te cuento de lo que ocurre en el Sur!, me dicen.
Es imposible no relacionar estos hechos con las expectativas de inversión, no tanto en Marruecos como en el Sáhara Occidental, de algunos de nuestros excelsos empresarios que Dios libre y guarde. Políticos y empresarios que comienzan a oler más de la cuenta a lobby pro marroquí, lo que podría explicar la permisividad hacia comportamientos de súbditos del país vecino que no se sienten como en su propia casa sino convencidos de estar ya en ella. Si quienes así obran son, encima, funcionarios del Gobierno de Rabat, ya no se trata sólo de un muchacho que actúa desde su desconocimiento sino de gente que sigue instrucciones concretas. No viene mal anotarlo con lo que está ocurriendo en Ceuta y Melilla.
Dado que el Gobierno central quiere llevarse bien con Rabat y el autonómico ve a los marroquíes como problema que no afecta a Tenerife, de momento, sólo quedan las autoridades grancanarias para levantar la voz; o sea, no nos queda nadie.
Si aquí se comportan así los políticos canarios y los empresarios del lobby, se entiende que allá, en el sur de Marruecos, como llama José Miguel Suárez Gil al Sáhara, miren para otro lado cuando hablan de negocios y no quieran saber de la represión que sus amigos marroquíes ejercen sobre la población saharaui. Ya no se trata de que se sea más o menos pro marroquí o más o menos pro saharaui, sino de respeto o no respeto a los derechos humanos. Es un hecho, para nuestra vergüenza, que se las trae floja porque creen que pueden ganar algún dinerillo.
Eso es lo que hay y en estas manos estamos. Acabarán por meternos en un lío.
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Hace días, un funcionario del consulado marroquí daba con la puerta en las narices a un grupo de ciudadanos que pretendían entregar un escrito en relación con el Sáhara. Con la salvedad de que no fue la puerta misma del consulado la que les cerró sino la del edificio en que se ubica la oficina consular y por la que acceden a los espacios comunes quienes viven y trabajan en el inmueble. Fue, en definitiva, un acto de soberanía de un funcionario extranjero sobre ciudadanos de las Islas que actuaban en su propio país.
No sorprende que ocurran cosas como ésta y que vayan a más. No es cosa nueva. Hay en Las Palmas de Gran Canaria policías marroquíes que adoptan actitudes intimidatorias con ciudadanos españoles participantes, merced a su libre voluntad y sus derechos, en actos de apoyo al pueblo saharaui en las calles de sus pueblos y ciudades.
Las autoridades españolas y las canarias, casi se me olvida decirlo, como si nada ocurriera. No se les conoce reacción alguna.
Tuve ocasión, hace tiempo, de observar a un joven marroquí que, además de ponerse gallo para echarse por delante de varias mujeres en una cola, replicó a quienes le afearon su conducta que las Islas son su país, que Canarias pertenece a Marruecos y que nos íbamos a enterar cuando España las devolviera. No le di mayor importancia pues era casi un niño, pero, no sé, a la vista del comportamiento del funcionario del consulado y de la presencia de policías marroquíes en plan de te vas a enterar, comienzo a preguntarme qué es lo que realmente ocurre. Por qué los marroquíes siguen elevando el tono sin que nadie los llame a capítulo y corte de raíz situaciones que afectan a la seguridad ciudadana.
Ningún país soberano toleraría unos comportamientos que, insisten mis informantes, son el pan nuestro de cada día. ¡Y no te cuento de lo que ocurre en el Sur!, me dicen.
Es imposible no relacionar estos hechos con las expectativas de inversión, no tanto en Marruecos como en el Sáhara Occidental, de algunos de nuestros excelsos empresarios que Dios libre y guarde. Políticos y empresarios que comienzan a oler más de la cuenta a lobby pro marroquí, lo que podría explicar la permisividad hacia comportamientos de súbditos del país vecino que no se sienten como en su propia casa sino convencidos de estar ya en ella. Si quienes así obran son, encima, funcionarios del Gobierno de Rabat, ya no se trata sólo de un muchacho que actúa desde su desconocimiento sino de gente que sigue instrucciones concretas. No viene mal anotarlo con lo que está ocurriendo en Ceuta y Melilla.
Dado que el Gobierno central quiere llevarse bien con Rabat y el autonómico ve a los marroquíes como problema que no afecta a Tenerife, de momento, sólo quedan las autoridades grancanarias para levantar la voz; o sea, no nos queda nadie.
Si aquí se comportan así los políticos canarios y los empresarios del lobby, se entiende que allá, en el sur de Marruecos, como llama José Miguel Suárez Gil al Sáhara, miren para otro lado cuando hablan de negocios y no quieran saber de la represión que sus amigos marroquíes ejercen sobre la población saharaui. Ya no se trata de que se sea más o menos pro marroquí o más o menos pro saharaui, sino de respeto o no respeto a los derechos humanos. Es un hecho, para nuestra vergüenza, que se las trae floja porque creen que pueden ganar algún dinerillo.
Eso es lo que hay y en estas manos estamos. Acabarán por meternos en un lío.
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