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La Voz de Gran Canaria

Ocurrencias y trampitas

Ocurrencias y trampitas ÁNGEL TRISTÁN PIMIENTA

Los consumados alquimistas de Coalición Canaria han permanecido encerrados durante meses trajinando con sus pócimas, apuntes arcanos, probetas y búhos aconsejadores. Buscaban con afán el legendario secreto de la fórmula que convierte el barro en oro. Los socialistas exigen una reforma electoral que incluya una lista regional, y las discusiones de los grandes popes se habían eternizado. El problema estaba empantanado, y las discusiones se tornaban bizantinas, sin que fuera posible llegar a un punto de encuentro. Coalición Canaria no es un todo homogéneo; ni siquiera siete, uno por isla. Cada caso tiene su familia, su sindicato y su municipio; sus distintas procedencias ideológicas, la derecha, el centro y la izquierda, y en cada una de ellas hay matices.
Así que cuando parecía llegarse a un acuerdo, una de las partes contratantes, los herreños, los gomeros, los palmeros, ponía su ´pero´ ... y volvía el punto muerto y la marcha atrás. El PSC, con el nuevo poder que le daba el Gobierno de la Nación, y los vientos favorables que hinchan sus velas electorales, presionó para que los nacionalistas superaran de una vez esta asignatura pendiente de la autonomía.

La ´triple paridad´ cumplió, dicen todos los expertos, un papel fundamental en la formación más o menos tranquila de la Comunidad Autónoma, pero los años transcurridos, y las nuevas circunstancias que aparecen con el tiempo, convirtió la medicina en enfermedad, la solución en problema. La escena del abandono de la comisión
estatutaria por parte del PSC tuvo un efecto taumatúrgico. En unas semanas, Adán Martín y la plana mayor de ATI acercaron sus posiciones a las del PSOE y comenzó a plantearse un entendimiento. Pero no hay que olvidar la larga tradición surrealista del Archipiélago, y la capacidad Guinnes de fabricación de ocurrencias por minuto
y metro cuadrado de algunos políticos.

Frente a la ´lista regional´ propia de países normales, o sea, una candidatura de ámbito archipielágico elaborada libremente,como debe ser, por los partidos políticos, y de la que saliera el candidato a la Presidencia, CC empezó a lanzar globos sonda. Como, por ejemplo, una ´plancha´ autonómica pero insularizada,
esto es, que reflejara dentro de sí todas las paridades habidas y por haber; paridades en su acepción de igualdad y no de parida, aunque la evolución semántica vaya por este último camino. Ante la negativa socialista, se produjo una innovación: lista regional, sí, pero incluida en una lista insular, es decir, que los electores no pueden votar al Parlamento en la isla de Lanzarote a unos candidatos distintos a los diputados por la circunscripción insular. Por penúltimo, el dirigente de la Agrupación Palmera Independiente, Antonio Castro Cordobez, que por algo es uno de los decanos de la política canaria - en la que empezó con el inicio de la Transición- acaba de proponer el más increíble todavía, aunque es tan increíble la prolijidad de las cautelas para salvaguardar la presencia de las islas menores, las mayores y las no saben/no contestan que es prácticamente imposible de explicar.

Resumiendo, que en vez de mantener un debate razonable sobre problemas reales, como es la grave crisis que atraviesa el regionalismo a causa de la utilización de las paridades en un sistema perverso de monopolio, se vuelve a lo de siempre: a intentar el atajo, la engañifa, la perífrasis y el circunloquio. Ojos que no ven,
corazón que no siente. Pero es un remedio que siempre lleva al cementerio, porque el puntito se convierte en tumor, y el tumor en necrosia.

La alternativa no es la doble autonomía, que es, como propuesta viable, un absoluto disparate. La doble provincialidad fue posible en 1927, manu militari de la mano del Dictador Primo de Rivera y con unas islas menores que no tenían nada que perder y sí algo que ganar, pero hoy día ni Lanzarote ni Fuerteven tura acompañarían a Gran Canaria en la escisión; como no lo harían, con respecto a Tenerife, las islas de La Palma, La Gomera o El Hierro. Este discurso, que mueve unas cuantas miles de personas - fijas cinco mil en Las Palmas de Gran Canaria- es un espejismo. Al actual estado de cosas sólo se le puede combatir o con un Estatuto radicalmente diferente, que entregue todo el poder a los Cabildos, algo improbable, por no decir impensable, o con un mayor y más maduro compromiso político de los ciudadanos, que exijan explicaciones a sus representantes
y honren a los competentes y honestos y expulsen o denigren a los pazguatos, a los vendidos y a los trepas (serpientes o corchos). Y no es la mejor forma de tranquilizar los ánimos acudir a las clásicas trampitas.
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