Caos culpable en Menores
ÁNGEL TRISTÁN PIMIENTA
Uno de los grandes fracasos del Gobierno de Canarias es la política de Menores. En los últimos años el desastre ha sido de récord Guinnes, como de Guinnes ha sido la estrategia del avestruz de los responsables políticos, anclados en un patético no nos moverán. Como diría Fraga, que parece haber impregnado el comportamiento de la ex consejera Águeda Montelongo " Nuestra situación es mejorable pero bastante razonable". Consecuentemente, nada ha variado durante el mandato del PP en el departamento que tenía a su cargo a los jóvenes conflictivos o en situación de riesgo; pero la responsabilidad alcanza por igual a CC y a la presidencia del Ejecutivo. En estos tiempos hay una respuesta más eficaz ante un socavón que ante una serie de reiterados incendios y motines en los locales de ´régimen cerrado´ para jóvenes con medidas judiciales; y asimismo ante el relajo de muchos centros de acogida diseminados por las Islas.
En la campaña de las elecciones gallegas se ha puesto de relieve que no tienen la misma consideración para la Xunta las inversiones ´visibles´ que las ´invisibles´, tema de moda. Las visibles son las autovías, los puentes, los túneles, los edificios; las invisibles son las I+D, la asistencia social... Parece obvio que la Comunidad Autónoma ha marginado aquellas estrategias a las que no se les pueda colocar una placa y cortar una cinta. El pío discurso de Adán Martín cuando dio cuenta de su cambio de equipo tuvo uno de sus ejes en la necesidad de erradicar la pobreza y las desigualdades: en materia de menores se puede pasar de las palabras a las medidas concretas, con el debido acompañamiento presupuestario. Cierto es que el previsto encargo al consejero de Presidencia José Miguel Ruano de que tome las riendas de esta área, y el anuncio de una serie de medidas para profesionalizar el servicio, constituyen al menos un cambio de actitud, aunque sea imposible
olvidar la desidia pasada. Por supuesto, hay que destacar la rápida respuesta sobre el terreno de la recién nombrada consejera Marisa Zamora y de su flamante director general nada más conocida la tragedia.
El diputado del Común, Manuel Alcaide, ha advertido con alarma en varias ocasiones de la situación explosiva y de la urgencia de aumentar la dotación para estas competencias; por su parte la jueza de Menores pidió hace un mes el cierre de Tabares´´ por falta de ventilación, y la Fiscalía tinerfeña pidió al juez, que lo autorizó, el desalojo inmediato del ´Nivaria´, porque "no garantiza el derecho a la vida de los internos". Sólo en lo que va de año ha habido tres incendios provocados en el ´Tabares´ y otro en el ´Nivaria´. Resultado: una adolescente de 16 años murió en las primeras horas de ayer, otras dos resultaron heridas graves, varios chicos más sufrieron las consecuencias de los fuegos anteriores... Sin contar otros muchísimos incidentes y revueltas, que han afectado en otros momentos a los locales de Gáldar. Pero es que la desorganización, el desmadre y la incompetencia es un síndrome global, nada funciona correctamente, porque, de entrada, ni hay dinero suficiente ni se ha optado por una profesionalización jerarquizada dependiente de la Administración. Estos chicos están bajo la tutela directa del Presidente del Gobierno, máximo responsable de la Administración autonómica, pero tampoco pueden desligarse del problema los Cabildos y los Ayuntamientos, aunque no tengan una competencia directa. Tampoco la tienen con la meteorología y asumen el alcantarillado. Ante la gravedad de la situación, el nuevo consejero de la Presidencia, José Miguel Ruano, ha dicho en Comisión que tratará de arreglar el desaguisado. Pero hace falta un ´plan de choque´, y una profunda convicción sobre el deber público. La transferencia de la responsabilidad y de la gestión a ONG y fundaciones y la privatización encubierta, peloteo practicado por todos los niveles institucionales, han sido el cimiento de una arquitectura social que se derrumba.
Y no es ésta una cuestión baladí. Además de las directrices que puedan vislumbrarse en el discurso inaugural de la nueva etapa de Adán Martín, se necesita una comparecencia parlamentaria del presidente y un proyecto concreto y generoso que debe enunciar con celeridad el consejero, o la consejera, y respaldar una mayoría amplia en la Cámara. Ya no es hora de palabras y declaraciones rimbonbantes sino de hechos que pongan fin al caos y al riesgo, desde la base misma del fenómeno. Y esto significa que el fenómeno uramente ´carcelario´
es sólo una parte. Todo empieza en la infancia, en los colegios, en la falta de respuesta ante los primeros síntomas, en la quiebra brusca de la tutela administrativa, en el enorme fracaso escolar de los que quieren una oportunidad en la adversidad, en el abandono de todos en la edad más difícil. Sigue sin publicarse, suponiendo
que se haya hecho, un estudio sobre el número de menores ´amparados´ que han conseguido salir adelante, y el número de los que acaban en las prisiones o en las calles dedicados a la prostitución o al trapicheo de drogas. Todo se confunde en una madeja. Sólo hay que saber tirar de la punta para llegar al ovillo. No es difícil.
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Uno de los grandes fracasos del Gobierno de Canarias es la política de Menores. En los últimos años el desastre ha sido de récord Guinnes, como de Guinnes ha sido la estrategia del avestruz de los responsables políticos, anclados en un patético no nos moverán. Como diría Fraga, que parece haber impregnado el comportamiento de la ex consejera Águeda Montelongo " Nuestra situación es mejorable pero bastante razonable". Consecuentemente, nada ha variado durante el mandato del PP en el departamento que tenía a su cargo a los jóvenes conflictivos o en situación de riesgo; pero la responsabilidad alcanza por igual a CC y a la presidencia del Ejecutivo. En estos tiempos hay una respuesta más eficaz ante un socavón que ante una serie de reiterados incendios y motines en los locales de ´régimen cerrado´ para jóvenes con medidas judiciales; y asimismo ante el relajo de muchos centros de acogida diseminados por las Islas.
En la campaña de las elecciones gallegas se ha puesto de relieve que no tienen la misma consideración para la Xunta las inversiones ´visibles´ que las ´invisibles´, tema de moda. Las visibles son las autovías, los puentes, los túneles, los edificios; las invisibles son las I+D, la asistencia social... Parece obvio que la Comunidad Autónoma ha marginado aquellas estrategias a las que no se les pueda colocar una placa y cortar una cinta. El pío discurso de Adán Martín cuando dio cuenta de su cambio de equipo tuvo uno de sus ejes en la necesidad de erradicar la pobreza y las desigualdades: en materia de menores se puede pasar de las palabras a las medidas concretas, con el debido acompañamiento presupuestario. Cierto es que el previsto encargo al consejero de Presidencia José Miguel Ruano de que tome las riendas de esta área, y el anuncio de una serie de medidas para profesionalizar el servicio, constituyen al menos un cambio de actitud, aunque sea imposible
olvidar la desidia pasada. Por supuesto, hay que destacar la rápida respuesta sobre el terreno de la recién nombrada consejera Marisa Zamora y de su flamante director general nada más conocida la tragedia.
El diputado del Común, Manuel Alcaide, ha advertido con alarma en varias ocasiones de la situación explosiva y de la urgencia de aumentar la dotación para estas competencias; por su parte la jueza de Menores pidió hace un mes el cierre de Tabares´´ por falta de ventilación, y la Fiscalía tinerfeña pidió al juez, que lo autorizó, el desalojo inmediato del ´Nivaria´, porque "no garantiza el derecho a la vida de los internos". Sólo en lo que va de año ha habido tres incendios provocados en el ´Tabares´ y otro en el ´Nivaria´. Resultado: una adolescente de 16 años murió en las primeras horas de ayer, otras dos resultaron heridas graves, varios chicos más sufrieron las consecuencias de los fuegos anteriores... Sin contar otros muchísimos incidentes y revueltas, que han afectado en otros momentos a los locales de Gáldar. Pero es que la desorganización, el desmadre y la incompetencia es un síndrome global, nada funciona correctamente, porque, de entrada, ni hay dinero suficiente ni se ha optado por una profesionalización jerarquizada dependiente de la Administración. Estos chicos están bajo la tutela directa del Presidente del Gobierno, máximo responsable de la Administración autonómica, pero tampoco pueden desligarse del problema los Cabildos y los Ayuntamientos, aunque no tengan una competencia directa. Tampoco la tienen con la meteorología y asumen el alcantarillado. Ante la gravedad de la situación, el nuevo consejero de la Presidencia, José Miguel Ruano, ha dicho en Comisión que tratará de arreglar el desaguisado. Pero hace falta un ´plan de choque´, y una profunda convicción sobre el deber público. La transferencia de la responsabilidad y de la gestión a ONG y fundaciones y la privatización encubierta, peloteo practicado por todos los niveles institucionales, han sido el cimiento de una arquitectura social que se derrumba.
Y no es ésta una cuestión baladí. Además de las directrices que puedan vislumbrarse en el discurso inaugural de la nueva etapa de Adán Martín, se necesita una comparecencia parlamentaria del presidente y un proyecto concreto y generoso que debe enunciar con celeridad el consejero, o la consejera, y respaldar una mayoría amplia en la Cámara. Ya no es hora de palabras y declaraciones rimbonbantes sino de hechos que pongan fin al caos y al riesgo, desde la base misma del fenómeno. Y esto significa que el fenómeno uramente ´carcelario´
es sólo una parte. Todo empieza en la infancia, en los colegios, en la falta de respuesta ante los primeros síntomas, en la quiebra brusca de la tutela administrativa, en el enorme fracaso escolar de los que quieren una oportunidad en la adversidad, en el abandono de todos en la edad más difícil. Sigue sin publicarse, suponiendo
que se haya hecho, un estudio sobre el número de menores ´amparados´ que han conseguido salir adelante, y el número de los que acaban en las prisiones o en las calles dedicados a la prostitución o al trapicheo de drogas. Todo se confunde en una madeja. Sólo hay que saber tirar de la punta para llegar al ovillo. No es difícil.
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