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La Voz de Gran Canaria

Ciudadanos para el bosque

Ciudadanos para el bosque ANGEL TRISTÁN PIMIENTA

Otro incendio volvió a encoger el corazón de los grancanarios. Esta vez el fuego se prendió en tres focos en la Montaña de Camaretas, en la Hoya del Gamonal, en el término municipal de San Mateo. La reacción del Cabildo fue impecable; de forma inmediata más de cien hombres de distintos efectivos, y seis helicópteros, se pusieron a la labor de extinción. (Hubo quien dijo, está claro que con una malévola retranca, que Soria quería impedir que
Zapatero volviera acompañado de Juan Fernando López y de José Segura a hacer otra visita. Simple humor local). Había una preocupación añadida, el fuerte calor de ese día, cuando los termómetros alcanzaban en algunos lugares los 40 grados, y la posibilidad de que los cambios de temperatura entre la mañana y la noche y la noche
y la mañana formaran ráfagas de aire que reavivaran las brasas.

Ante la desgracia, sin embargo, la reacción de los ciudadanos fue ejemplar y constructiva. En todas partes se oían los mismos comentarios: "no hay derecho de que quemen así nuestra Isla", "son unos malos canarios, unos traidores, porque no puede haber tantos locos sueltos", "son gente ruin y perversa - se decía en la barra del bar Cristal- que quizás odia al mundo y se quiere vengar de él". Una lectora de este periódico llamó indignada
pidiendo a las autoridades "que hagan algo". Casi a la vez que el alcalde de Nueva Orleans, pedía a Bush "mueva el trasero, señor presidente", esta señora pedía a los políticos de aquí "que se muevan", porque "esto no puede continuar así".

Es como el proceso de edificación horizontal infinita: como las Islas no crecen, cada vez queda menos territorio libre. Desde ahora hasta el fin de los tiempos, los metros cuadrados que hay en septiembre de 2005 son los que habrá dentro de cien, doscientos o trescientos años. Con los montes ocurre algo similar a lo del
suelo: cada vez se queman más pinares y laurisilva, por lo cual la masa boscosa disminuye. Las nuevas plantaciones no son suficientes para compensar lo que puede destruir un fuerte incendio, diseñado fríamente para que calcine la mayor superficie posible. Aunque los bandoleros de los fósforos tienen frente a ellos la barrera de la propia naturaleza canaria, con unos pinos endémicos acostumbrados a resistir altas temperaturas, por lo que al cabo de un par de primaveras algunos acaban floreciendo de nuevo, otras especies que forman el ciclo de la vida en nuestras cumbres tienen más difícil resurgir de entre sus cenizas.

La gran cuestión está en saber qué pasa por la mente de un pirómano cuando se dispone a atentar contra su propia tierra y se agacha para prender la hoguera que luego se extenderá como un tsunami, alentada por los calores del verano y por una pinocha y restos de helechos secos que no siempre se recogen con diligencia. ¿En
qué piensan estos malvados? La especial configuración de las cumbres hace que no sea factible la urbanización; por ahí no hay un aprovechamiento interesado. ¿Cuál es la intención? ¿Sencillamente acabar con lo verde, masacrar a los árboles? En principio esto obedecería a un síndrome psicótico, porque no existe ninguna razón, ni científica, ni de sentido común, ni de costumbres, que lo avale. Los pinos y la laurisilva no sólo no hacen ningún mal, sino que están donde siempre estuvieron desde el principio de los tiempos, cumpliendo una función fundamental. Evitando la desertización, resistiendo, gracias a sus cualidades biológicas, los bruscos cambios de temperatura, ´fabricando´ agua en su contacto con los alisios. No hay sustitutos.

La idea de unas cumbres desérticas, llenas de cabras (de cuatro patas) y de pastores cubiertos de mantas pelados de frío, es sólo una parte de la historia verdadera. Gran Canaria perdió su masa verde cuando se plantearon, en diversos periodos, las necesidades de madera, para construir las primeras casas, para fabricar barcos en la aventura americana, para hacer carbón, cuando los vaivenes de la política exterior cerraban los mares para el aprovisionamiento al archipiélago. ¿Plantar nísperos, aguacates, albaricoques, almendros ...? Hay donde hacerlo, no son iniciativas incompatibles, sin perder de vista que la comercialización tropieza con serios inconvenientes.

Es cierto que la Corporación insular tiene en marcha interesantes planes preven tivos, como la videovigilancia y la instalación de sensores. Pero una vez que pase el 2005, el 2006 tiene que llevar al ´casquete central´ y a los relictos estratégicos de la flora autóctona medidas ´masivas´ y eficaces, para impermeabilizar las áreas de peligro. Que no se cuele nadie, y que todo el que penetre en la zona protegida, esté perfectamente identificado
y desprovisto de todo tipo de material con el que se pueda hacer saltar una chispa. Mientras tanto no vendría mal que el Seprona de la Guardia Civil buscara o hiciera un ´retrato robot´ ideológico de los ´autores intelectuales´, como dirían Rajoy, Zaplana y Acebes, porque estas acciones criminales podrían tener un nexo
común, un hilo conductor, un caldo de cultivo, como se le quiera llamar. Este es un asunto donde hay que reclamar la más entusiasta colaboración ciudadana.
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1 comentario

Jose I. Diaz -

Angel Trista Pimienta es el mayor traidor que ha nacido en Canarias, lo que se dice un lameculo de Madrid. Personas como este malnacido, es lo peor que puede parir una madre...