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La Voz de Gran Canaria

Oposición municipal gandula

Oposición municipal gandula JOSÉ A. ALEMÁN

Arcadio Díaz Tejera, concejal psocialista del Ayuntamiento de Las Palmas, acaba de proponer nada menos que un referéndum sobre el futuro del Estadio Insular. Agüita, oye. Una iniciativa estrambótica ante la que no estuvo menos lucido el PP en su respuesta: considera que la consulta popular (de pueblo, no de PP) “ya está hecha a través del periodo de exposición pública del estudio de detalle”, según el ineféibol concejal de Urbanismo y tiro porque me toca, Felipe Afonso. Ahora me desayuno con que la exposición pública tiene valor refrendatario. Todas las noches se acuesta uno sabiendo algo nuevo, por más que te quite el sueño.

Está claro que el Estadio Insular no es una simple cancha deportiva. Es un referente de la ciudad para una buena porción de generaciones y ha sido escenario de actos y espectáculos de todo tipo. No es preciso decirles de los acontecimientos futbolísticos; sí, quizá, recordarles que además de infinidad de conciertos que siguen en nuestras memorias, allí se celebraron los grandes mítines de estreno de la democracia, lo que refuerza el carácter histórico del lugar. Al que habría que añadirle su valor, el que quiera tenga, como edificio representativo de la arquitectura y el urbanismo de un momento dado. Nada digo de sentimientos porque para qué.

Pertenezco a una generación a la que le han robado la memoria de su ciudad que cada día se le hace menos reconocible. La especulación, la insensibilidad amaurada e incompetente de los políticos, cuando no sus intereses, asoman por todas partes. Y cuando no han podido eliminar del todo esos recuerdos, han desplegado remodelaciones y reformas marcadas por el cutrerío y la horterada; a pesar de que, en ocasiones excepcionales, han acertado (pongan ustedes aquí lo que les parezca bien). Se le afilan a uno los dientes al observar en otras ciudades el cuidado por preservar una personalidad que Las Palmas de Gran Canaria ha ido perdiendo a toda pastilla. Junto a su autoestima, hoy casi inexistente.

No insistiré porque hay lo que hay y no creo que sirva de mucho recalentarse la cabeza. A mí entender, la ciudadanía de Las Palmas, a fuerza de palos, ha acabado por desinteresarse y permite a los políticos sus despropósitos. No le es posible a nadie mantener tensiones añadidas a las preocupaciones diarias. Hubo movilización cuando lo del istmo de Santa Catalina y aunque aquello se paró, ahí siguen la alcaldesa Luzardo y su jefe Soria erre que erre. Su disposición a bloquear cualquier iniciativa que no sea la de ellos es tan explícita como que el rechazo generalizado de La Gran Marina, ilegalidades aparte, no les ha hecho reflexionar ni modificar su comportamiento y forma de gobernar. Ya veremos en 2007 si se ha tomado buena nota.

En lo del Estadio Insular, por ejemplo, pisaron el acelerador para poner el asunto en piedras de ocho durante el mes de agosto. Como hicieran con el derribo de las naves de Woermann y con más de un edificio de Vegueta-Triana en los que, encima, actuaron con nocturnidad. Para coger a traición al ciudadanaje y ponerlo ante los hechos consumados. Es normal que los ciudadanos estén hasta las narices y tiendan a la resignación.

Como es normal cabrearse no tanto porque el PP convierta en consulta popular una información pública (los despropósitos del PP son habituales y no llaman la atención) sino porque otro del PSOE se columpia con una propuesta de referéndum que indica la impotencia de la oposición.

Impotencia que yo llamaría gandula. Porque es más cómodo y efectista convocar a los medios informativos en el Estadio y apelar a la voluntad soberana del pueblo que “aprenderse” la ciudad, leer los papeles y seguir los expedientes para exigir que se hagan las cosas no digo bien, lo que sería mucho pedir, sino algo mejor.

Cabe exigirle un mínimo de respeto a la ciudadanía que lo puso ahí para que haga la oposición e impida, en este caso, la operación especulativa que muchos barruntamos en el solar del viejo Estadio. Eso no va con referéndums y fuegos artificiales sino con conocimiento, dedicación y coraje político.
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