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La Voz de Gran Canaria

Los reos del REA

Los reos del REA JOSÉ A. ALEMÁN

Entre los temas a que le entró Adán Martín en estos inicios del nuevo curso político figuran los fraudes al Régimen Especial (¿o Específico?) de Abastecimientos, el REA que nos hace reos a los consumidores del estado de desconfianza en que vivimos. Los canarios podíamos antes importar productos de terceros países a precios más baratos y al obligarnos a adquirir productos de la UE, más caros, se quiso compensar la diferencia mediante estas subvenciones para que la cesta de la compra alimentaria no se disparara de mala manera. O sea, para que se disparara de mejor manera porque dispararse, lo que se dice dispararse, sí que se disparó. Si mal no recuerdo, esa compensación era la filosofía del REA.

El régimen fue desde el principio objeto de sospechas. Se hablaba de la no repercusión de las subvenciones en el consumidor y de otros fraudes nunca determinados con precisión. No se sabía, a ciencia cierta, si se producían realmente los fraudes rumoreados, si éstos eran incidentales o si es que no salían a la luz por falta de voluntad inspectora, que todo pudiera ser.

Ahora viene Adán y dice que los fraudes son cáscaras de lapas; que desde 1990 a esta fecha el volumen alcanzado por las ayudas es de 1.155 millones de euros de los que se ha reclamado la devolución, digamos que por uso inadecuado para evitar grandes palabros, de sólo 7 millones. El 0,6 por ciento del total según sus cuentas. En pesetas 1.000 y pico millones.

Si lo dice el presidente, él sabrá. Es quien tiene los datos. Lo que sí me atrevería a poner en tela de juicio son los estudios a los que se agarra para afirmar que el REA ha sido beneficioso por su repercusión en los precios de productos de primera necesidad. Según él, en base a esos estudios, el REA ha sido un elemento clave “para lograr que las economías familiares de las islas no tengan que hacer frente al sobrecoste derivado de la lejanía de los centros productores”. Ahí sí que tengo mis dudas y me explico.

Hubo un tiempo, bastante largo, en que por razón de oficio debía prestar atención a estos asuntos. Entonces adquirí el hábito de viajar a la Península con un listado de productos REA bajo el brazo que contrastaba, como si fuera rito de obligado cumplimiento, con los precios de venta al público en los mercados de la ciudad en que estuviera. No era un procedimiento muy científico que digamos, pero sí bastaba para convencerme a pie de calle y de bolsillo de los superiores precios en Canarias producto a producto. Tanto de los REA como de los no REA. Traté de que me lo explicaran y obtuve una respuesta supuestamente incontrovertible: sin el REA la diferencia sería aún mayor. O sea, que en el mejor de los casos el REA sólo haría frente a una parte del sobrecoste de la lejanía.

Ni qué decir tiene que aquel esfuerzo de ir por ahí anotando precios de nada sirvió y que hace muchísimos años que ni me ocupo. Aunque me quedé con la copla y cuando un amigo se emperró en comprarse una mesa de billar (lo que nada tiene que ver con el REA, bonito fuera), le aconsejé que probara en la Península donde le salió el capricho por menos de la mitad de lo que le pedían en la ínsula, incluido transporte y demás.

Pero dejando a un lado la anécdota y volviendo al REA, el hecho cierto es que la cesta de la compra canaria figura entre las más caras del país y que en las islas no capitalinas lo es todavía más. Y no es menos cierto que a la comparación euro a euro con comunidades habrían de añadirse, ya para nota, consideraciones como la de los salarios isleños, que son de los más bajos del país por lo que, imagino, el peso relativo de la Alimentación en los presupuestos familiares será mayor; con la corrección que introduzca la diferencia de hábitos alimentarios derivados de la simple climatología.

Quiero decir que si a Adán le bastan los números de que dispone para proclamar que todo está bien, hay observaciones de campo que pudieran restarle rotundidad a la afirmación presidencial. Pero cualquiera sabe.
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