¿Un aeropuerto nuevo y privado para Gran Canaria?
DANIEL GARZON LUNA
En toda esta movida de crear un aeropuerto privado que venga a poner en el mercado precios bajos para poder atraer a las compañías aéreas que operan el sistema de low cost (bajo coste), y dentro de las fantasías y del espíritu mega de una determinada clase empresarial que ello encierra, hay que destacar la contemplación de convertir el aeroclub de Tarajalillo en aeropuerto internacional para recibir tráfico turístico, el cual, casi en su totalidad, opera con grandes aviones, habiendo sido anticipada esta posibilidad por el presidente de la FEHT (Federación de Empresarios de Hostelería y Turismo), Fernando Fraile, en sus declaraciones al diario de papel La Provincia/Diario de Las Palmas, publicadas en dicho diario el día 21 de agosto. Dentro de la legitimidad que cualquiera pueda tener de invertir sus dineros dónde y cómo le plazca dentro de la libertad de mercado e iniciativa de nuestro contexto occidental, siempre y cuando se ajuste a las normas establecidas, la sola contemplación de ubicar este aeropuerto en Tarajalillo es ya, de entrada y de por sí, un tremendo despropósito. Me explico a continuación.
De todos es sabida la situación negativa en que se encuentra inmersa la cama extrahotelera en el Sur de la isla, especialmente en Playa del Inglés, por razones que ya son sabidas e innecesario repetir aquí ahora; por tanto, quienquiera que baraje la posibilidad de convertir el aeroclub de Tarajalillo en un aeropuerto internacional para recibir grandes aviones, debe tener claro que los grandes aviones necesitan entre diez y quince kilómetros de aproximación a la pista de aterrizaje volando a baja altura y forzosamente tendrían que sobrevolar todo Playa del Inglés, además de San Agustín, Morro Besudo, Bahía Feliz, etc. Sólo hay que pasarse un rato contemplando los vuelos de aproximación a Gando, casi siempre de Sur a Norte, y nos podemos hacer una idea rápida de lo que significaría una situación semejante para la zona turística sureña. Es de suponer que quienes hayan emprendido este proyecto tienen lo suficientemente claro lo antes mencionado sobre los ruidos de vuelos bajos sobre la zona turística desde Maspalomas hasta el aeroclub porque, además, es bien sabido que en el Sur de Tenerife la construcción del aeropuerto Reina Sofía afectó de forma idéntica a una urbanización y su entorno -Ten-Bel-, en su día idílicos y hoy seriamente afectados por la contaminación acústica de los vuelos bajos de aproximación al aeropuerto. Tanto es así que los pueblos aledaños se han convertido en residencia preferida de inmigrantes variopintos a tenor de la caída en picado de los precios de las viviendas.
Entonces, si las cosas que se ven y se pueden tocar son como son y difícilmente se pueden cambiar, no hay más remedio que hacerse la pregunta: ¿esta movida de qué va? ¿Es una forma de presionar a AENA para que raciocine y se mentalice sobre lo que pide el mercado? Si así fuera, la manera y la forma es deplorable. ¿O acaso se trata de justificar un aeropuerto internacional en el aeroclub de Tarajalillo que sin la mínima duda apuntillaría de por siempre a la zona turística del Sur de la isla? Si así fuera, ¿a quién beneficia? ¿Hay alguien interesado en demoler Playa del Inglés para volver a sembrarla de tomateras, o alguien se ha olido bolsas de oro negro en su subsuelo? Porque, ya me dirán los emprendedores del proyecto dónde está el raciocinio si se quiere combatir la falta de clientes presionando a AENA para que abarate los precios con el fin de que seamos más competitivos y vengan más clientes -planteamiento al que AENA debe y tiene que poner oídos, y no sordos precisamente-, mientras que, por otro lado, nos embarcamos en la iniciativa de un nuevo aeropuerto barajando la idea de que sea en el aeroclub mencionado, lo que dejaría al Sur sin un cliente digno de llamarse tal.
Por otra parte, no deja de sorprender la inmediata buena acogida que el tal proyecto de nuevo aeropuerto ha tenido, así, a bote pronto, por parte del presidente de nuestro Gobierno; tal vez un gesto amable para limar asperezas después del reciente rifirrafe con empresarios grancanarios, aunque también podría tratarse de un caramelo envenenado, porque es de suponer que nuestro presidente está debidamente informado de que un nuevo aeropuerto internacional en Gran Canaria es totalmente innecesario, ya que con la construcción de la segunda pista comercial en Gando -que no debe demorarse más-, operativa simultáneamente con la existente, la isla está bien servida para atender su tráfico aéreo para años y que, además, de construirse un nuevo aeropuerto para grandes naves aéreas sería imposible hacerlo de Gando hacia Las Palmas capital y tendría que ir, forzosamente, de Vecindario hacia la zona turística del Sur de la isla, por lo que podría significar un suicidio económico seguro para dicha zona. Consecuentemente, y si se coloca el pretendido nuevo aeropuerto en el aeroclub de Tarajalillo, como apunta el presidente de la FEHT como posibilidad, la zona turística del Sur de Gran Canaria quedaría finiquitada en lo que a la recepción de turismo se refiere.
Expuesto lo que es evidente, sólo resta preguntarse: ¿a quién beneficia una desbandada masiva del turismo del Sur de Gran Canaria? Dentro del contexto canario, en primer lugar a Tenerife Sur que se llevaría lo que aún queda por drenar hacia allí de la clientela de poder adquisitivo de nuestro Sur, y en segundo lugar a la Costa de Mogán que se llevaría lo que quedara de clientela de calidad en la zona San Agustín-Playa del Inglés-Maspalomas, esos clientes repetidores e incondicionales de Gran Canaria que serían empujados por la contaminación acústica hacia el Sur-Oeste, es decir, la costa de Mogán.
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En toda esta movida de crear un aeropuerto privado que venga a poner en el mercado precios bajos para poder atraer a las compañías aéreas que operan el sistema de low cost (bajo coste), y dentro de las fantasías y del espíritu mega de una determinada clase empresarial que ello encierra, hay que destacar la contemplación de convertir el aeroclub de Tarajalillo en aeropuerto internacional para recibir tráfico turístico, el cual, casi en su totalidad, opera con grandes aviones, habiendo sido anticipada esta posibilidad por el presidente de la FEHT (Federación de Empresarios de Hostelería y Turismo), Fernando Fraile, en sus declaraciones al diario de papel La Provincia/Diario de Las Palmas, publicadas en dicho diario el día 21 de agosto. Dentro de la legitimidad que cualquiera pueda tener de invertir sus dineros dónde y cómo le plazca dentro de la libertad de mercado e iniciativa de nuestro contexto occidental, siempre y cuando se ajuste a las normas establecidas, la sola contemplación de ubicar este aeropuerto en Tarajalillo es ya, de entrada y de por sí, un tremendo despropósito. Me explico a continuación.
De todos es sabida la situación negativa en que se encuentra inmersa la cama extrahotelera en el Sur de la isla, especialmente en Playa del Inglés, por razones que ya son sabidas e innecesario repetir aquí ahora; por tanto, quienquiera que baraje la posibilidad de convertir el aeroclub de Tarajalillo en un aeropuerto internacional para recibir grandes aviones, debe tener claro que los grandes aviones necesitan entre diez y quince kilómetros de aproximación a la pista de aterrizaje volando a baja altura y forzosamente tendrían que sobrevolar todo Playa del Inglés, además de San Agustín, Morro Besudo, Bahía Feliz, etc. Sólo hay que pasarse un rato contemplando los vuelos de aproximación a Gando, casi siempre de Sur a Norte, y nos podemos hacer una idea rápida de lo que significaría una situación semejante para la zona turística sureña. Es de suponer que quienes hayan emprendido este proyecto tienen lo suficientemente claro lo antes mencionado sobre los ruidos de vuelos bajos sobre la zona turística desde Maspalomas hasta el aeroclub porque, además, es bien sabido que en el Sur de Tenerife la construcción del aeropuerto Reina Sofía afectó de forma idéntica a una urbanización y su entorno -Ten-Bel-, en su día idílicos y hoy seriamente afectados por la contaminación acústica de los vuelos bajos de aproximación al aeropuerto. Tanto es así que los pueblos aledaños se han convertido en residencia preferida de inmigrantes variopintos a tenor de la caída en picado de los precios de las viviendas.
Entonces, si las cosas que se ven y se pueden tocar son como son y difícilmente se pueden cambiar, no hay más remedio que hacerse la pregunta: ¿esta movida de qué va? ¿Es una forma de presionar a AENA para que raciocine y se mentalice sobre lo que pide el mercado? Si así fuera, la manera y la forma es deplorable. ¿O acaso se trata de justificar un aeropuerto internacional en el aeroclub de Tarajalillo que sin la mínima duda apuntillaría de por siempre a la zona turística del Sur de la isla? Si así fuera, ¿a quién beneficia? ¿Hay alguien interesado en demoler Playa del Inglés para volver a sembrarla de tomateras, o alguien se ha olido bolsas de oro negro en su subsuelo? Porque, ya me dirán los emprendedores del proyecto dónde está el raciocinio si se quiere combatir la falta de clientes presionando a AENA para que abarate los precios con el fin de que seamos más competitivos y vengan más clientes -planteamiento al que AENA debe y tiene que poner oídos, y no sordos precisamente-, mientras que, por otro lado, nos embarcamos en la iniciativa de un nuevo aeropuerto barajando la idea de que sea en el aeroclub mencionado, lo que dejaría al Sur sin un cliente digno de llamarse tal.
Por otra parte, no deja de sorprender la inmediata buena acogida que el tal proyecto de nuevo aeropuerto ha tenido, así, a bote pronto, por parte del presidente de nuestro Gobierno; tal vez un gesto amable para limar asperezas después del reciente rifirrafe con empresarios grancanarios, aunque también podría tratarse de un caramelo envenenado, porque es de suponer que nuestro presidente está debidamente informado de que un nuevo aeropuerto internacional en Gran Canaria es totalmente innecesario, ya que con la construcción de la segunda pista comercial en Gando -que no debe demorarse más-, operativa simultáneamente con la existente, la isla está bien servida para atender su tráfico aéreo para años y que, además, de construirse un nuevo aeropuerto para grandes naves aéreas sería imposible hacerlo de Gando hacia Las Palmas capital y tendría que ir, forzosamente, de Vecindario hacia la zona turística del Sur de la isla, por lo que podría significar un suicidio económico seguro para dicha zona. Consecuentemente, y si se coloca el pretendido nuevo aeropuerto en el aeroclub de Tarajalillo, como apunta el presidente de la FEHT como posibilidad, la zona turística del Sur de Gran Canaria quedaría finiquitada en lo que a la recepción de turismo se refiere.
Expuesto lo que es evidente, sólo resta preguntarse: ¿a quién beneficia una desbandada masiva del turismo del Sur de Gran Canaria? Dentro del contexto canario, en primer lugar a Tenerife Sur que se llevaría lo que aún queda por drenar hacia allí de la clientela de poder adquisitivo de nuestro Sur, y en segundo lugar a la Costa de Mogán que se llevaría lo que quedara de clientela de calidad en la zona San Agustín-Playa del Inglés-Maspalomas, esos clientes repetidores e incondicionales de Gran Canaria que serían empujados por la contaminación acústica hacia el Sur-Oeste, es decir, la costa de Mogán.
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