El Estadio Insular a punto de caer
JOSÉ A. ALEMÁN
El PP aprobó en solitario una modificación de crédito de 421.000 euros para demoler el viejo Estadio Insular. Supongo que ahora elaborarán el proyecto de demolición aprisa y corriendo de modo que a la vuelta de las vacaciones nos lo encontremos en el piso. No sé si será casualidad, pero me temo que Soria pretende valerse del relajamiento veraniego para actuar con algo parecido a la alevosía. Muerto el perro, se acabó la rabia y con el Estadio desaparecido, a nadie le quedarán ganas de rechistar, para qué.
Dirán ustedes que busco siempre tres pies al gato en los asuntos cabildicios. Y es verdad. Pero admitan que hay motivos. En este caso, nada sabemos del preceptivo Estudio de Detalle previo, que, por lo visto, se encargó a un estudio externo porque los servicios técnicos de la corporación que pagamos todos están de adorno. Si del Estudio de Detalle nada sabe oficialmente la oposición, nada les digo de la opinión pública.
En cuanto a la demolición en sí se desconoce si calzarán por todo el recinto en peso o si mantendrán partes que puedan reutilizarse o sirvan, al menos, de hito recordatorio del recinto en plan sic transit gloria mundi, como en los cementerios. Aunque, la verdad, casi da lo mismo porque tantas barbaridades se han hecho que otra más ni la notaría una sociedad claudicante como la grancanaria. Le han destruido tantos referentes que poco va a importarle.
Pero, a lo que iba: uniendo las fechas elegidas para apretar el acelerador de la demolición y la ausencia de información sobre los planes para la parcela, se entiende que la oposición se abstuviera de votar los dineros de la demolición y que cada palo aguante su vela.
Me ahorraré el alegato acerca de la oportunidad de consenso que ha perdido Soria. Se empeña en mantener a todo el mundo al margen de sus decisiones en lo alto del sexto escalón. Los plenos son, para él, mero trámite porque la oposición y los votos ciudadanos que representa no son sino una molestia. Dicen que aquí nunca sale nada adelante sin la correspondiente bronca, lo que estaría dispuesto a admitir si se concede que la mayoría de las veces el origen de la trifulca son estas formas de actuar. Lo hizo Soria con la demolición de los almacenes de Woermann, a traición; quiso repetir con el istmo y vieron la que se armó; y ahora, inasequible al desaliento, vuelve a la carga con el Estadio.
No les cansaré con lo que signfica el Insular para todos. Lo saben bien y me ahorraré asimismo cualquier ejercicio de añoranza. Sólo añadiría que el Cabildo adquirió el Estadio por un precio simbólico (los cinco millones y medio que costó la construcción) para apoyar a la UD, por lo que cabe entenderlo como un regalo a la ciudad y a la isla de sus propietarios originales. El dueño no es Soria que no se ha dignado a informar de lo que hay a la corporación. No ha tratado de consensuar para que cuando tenga que levantar el telón, no se encuentre con críticas y disconformidades. Su forma de actuar, a la vista de los precedentes nada escasos, hace que tengamos desde ya la mosca detrás de la oreja.
Si le dan a la moviola, recordarán cuanto interés hubo, en su momento, por ayudar a la UD entre los que esperaban ponerle la mano al Insular y hacer el gran negocio. La gente andaba requintada, no pudo ser y aquel desencanto hizo que casi dejara de ser también el equipo amarillo. No había nada que rascar y dejó de interesarles el futuro del club. Me pregunto si lo habrá ahora que rascar con el macho Soria manejando. Hablan de una zona comercial, de aparcamientos, de un pequeño auditorio, pero no se sabe con exactitud qué pretenden. Preocupante porque a la nula capacidad de diálogo y de consenso de Soria y a su manera poco democrática de concebir la democracia (para él las minorías no cuentan, sólo estorban) une escaso buen gusto y una notoria falta de sensibilidad política y cultural. Suficiente para permanecer en guardia hasta ver por donde sale.
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El PP aprobó en solitario una modificación de crédito de 421.000 euros para demoler el viejo Estadio Insular. Supongo que ahora elaborarán el proyecto de demolición aprisa y corriendo de modo que a la vuelta de las vacaciones nos lo encontremos en el piso. No sé si será casualidad, pero me temo que Soria pretende valerse del relajamiento veraniego para actuar con algo parecido a la alevosía. Muerto el perro, se acabó la rabia y con el Estadio desaparecido, a nadie le quedarán ganas de rechistar, para qué.
Dirán ustedes que busco siempre tres pies al gato en los asuntos cabildicios. Y es verdad. Pero admitan que hay motivos. En este caso, nada sabemos del preceptivo Estudio de Detalle previo, que, por lo visto, se encargó a un estudio externo porque los servicios técnicos de la corporación que pagamos todos están de adorno. Si del Estudio de Detalle nada sabe oficialmente la oposición, nada les digo de la opinión pública.
En cuanto a la demolición en sí se desconoce si calzarán por todo el recinto en peso o si mantendrán partes que puedan reutilizarse o sirvan, al menos, de hito recordatorio del recinto en plan sic transit gloria mundi, como en los cementerios. Aunque, la verdad, casi da lo mismo porque tantas barbaridades se han hecho que otra más ni la notaría una sociedad claudicante como la grancanaria. Le han destruido tantos referentes que poco va a importarle.
Pero, a lo que iba: uniendo las fechas elegidas para apretar el acelerador de la demolición y la ausencia de información sobre los planes para la parcela, se entiende que la oposición se abstuviera de votar los dineros de la demolición y que cada palo aguante su vela.
Me ahorraré el alegato acerca de la oportunidad de consenso que ha perdido Soria. Se empeña en mantener a todo el mundo al margen de sus decisiones en lo alto del sexto escalón. Los plenos son, para él, mero trámite porque la oposición y los votos ciudadanos que representa no son sino una molestia. Dicen que aquí nunca sale nada adelante sin la correspondiente bronca, lo que estaría dispuesto a admitir si se concede que la mayoría de las veces el origen de la trifulca son estas formas de actuar. Lo hizo Soria con la demolición de los almacenes de Woermann, a traición; quiso repetir con el istmo y vieron la que se armó; y ahora, inasequible al desaliento, vuelve a la carga con el Estadio.
No les cansaré con lo que signfica el Insular para todos. Lo saben bien y me ahorraré asimismo cualquier ejercicio de añoranza. Sólo añadiría que el Cabildo adquirió el Estadio por un precio simbólico (los cinco millones y medio que costó la construcción) para apoyar a la UD, por lo que cabe entenderlo como un regalo a la ciudad y a la isla de sus propietarios originales. El dueño no es Soria que no se ha dignado a informar de lo que hay a la corporación. No ha tratado de consensuar para que cuando tenga que levantar el telón, no se encuentre con críticas y disconformidades. Su forma de actuar, a la vista de los precedentes nada escasos, hace que tengamos desde ya la mosca detrás de la oreja.
Si le dan a la moviola, recordarán cuanto interés hubo, en su momento, por ayudar a la UD entre los que esperaban ponerle la mano al Insular y hacer el gran negocio. La gente andaba requintada, no pudo ser y aquel desencanto hizo que casi dejara de ser también el equipo amarillo. No había nada que rascar y dejó de interesarles el futuro del club. Me pregunto si lo habrá ahora que rascar con el macho Soria manejando. Hablan de una zona comercial, de aparcamientos, de un pequeño auditorio, pero no se sabe con exactitud qué pretenden. Preocupante porque a la nula capacidad de diálogo y de consenso de Soria y a su manera poco democrática de concebir la democracia (para él las minorías no cuentan, sólo estorban) une escaso buen gusto y una notoria falta de sensibilidad política y cultural. Suficiente para permanecer en guardia hasta ver por donde sale.
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