Ambiente de progreso
LUIS GARCÍA DE VEGUETA
Ese pálpito vital de nuestra población, la gente y el entorno urbano, dejó la huella de su acontecer a través del tiempo en los periódicos que se conservan en el Museo Canario. Casi al azar, en un ejemplar de El Omnibus con fecha 7 de julio de 1867, descubrimos que en una sala del Ayuntamiento se había instalado (previo permiso municipal) un tribunal inglés para juzgar si los armadores del velero Cándina cometieron un fraude al asegurar un cargamento como cochinilla cuando en realidad era, simplemente, de cebada. Los isleños se defendieron, con un "pichingle" portuario, digno de los futuros cambulloneros cuando convencían a los turistas de que un pájaro chirringo era el Caruso de los canarios del monte.
Por aquel tiempo hubo varias mejoras de carácter urbano; por ejemplo, el jardín triangular alrededor de la fuente del Espíritu Santo, y la ampliación de la Plazuela junto al Guiniguada, llamada entonces del Príncipe Alfonso y dedicada luego al alcalde don Ambrosio Hurtado de Mendoza (vamos, la plaza de las Ranas). También
se mejoró el pavimento de la calle de los Canónigos, ahora López Botas, y se reforzó la muralla de la Marina, casi destruida por las olas y los últimos temporales. Unos años después se plantaron los naranjos de la calle Muro, así como los árboles de la plaza de San Bernardo que inspiraron ya avanzado el siglo siguiente una famosa novela de Claudio de la Torres, Alicia al pie de los laureles.
Un espíritu de novedad, de avance de la sociedad isleña hizo emprender variadas iniciativas que se reflejaron en la prensa local. El periódico La Verdad, de 1870 a 1871, señala un ensayo de luz eléctrica en la plaza de Santo Domingo, la botadura de la fragata Fama de Canarias, construida en los astilleros de San Telmo, así como la colocación de un cable submarino que nos unía por vía rápida al resto del mundo. Poco después se fundaba
la sociedad "Juventud dramática de Las Palmas" y se publicaba la lista de entidades y personas que contribuían a la realización de la carretera de Arucas a Teror. Y una novedad: se ponía en circulación una nueva moneda de diez céntimos de peseta. La clásica "perra gorda" de antaño.
Y hasta más ver, amigos.
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Ese pálpito vital de nuestra población, la gente y el entorno urbano, dejó la huella de su acontecer a través del tiempo en los periódicos que se conservan en el Museo Canario. Casi al azar, en un ejemplar de El Omnibus con fecha 7 de julio de 1867, descubrimos que en una sala del Ayuntamiento se había instalado (previo permiso municipal) un tribunal inglés para juzgar si los armadores del velero Cándina cometieron un fraude al asegurar un cargamento como cochinilla cuando en realidad era, simplemente, de cebada. Los isleños se defendieron, con un "pichingle" portuario, digno de los futuros cambulloneros cuando convencían a los turistas de que un pájaro chirringo era el Caruso de los canarios del monte.
Por aquel tiempo hubo varias mejoras de carácter urbano; por ejemplo, el jardín triangular alrededor de la fuente del Espíritu Santo, y la ampliación de la Plazuela junto al Guiniguada, llamada entonces del Príncipe Alfonso y dedicada luego al alcalde don Ambrosio Hurtado de Mendoza (vamos, la plaza de las Ranas). También
se mejoró el pavimento de la calle de los Canónigos, ahora López Botas, y se reforzó la muralla de la Marina, casi destruida por las olas y los últimos temporales. Unos años después se plantaron los naranjos de la calle Muro, así como los árboles de la plaza de San Bernardo que inspiraron ya avanzado el siglo siguiente una famosa novela de Claudio de la Torres, Alicia al pie de los laureles.
Un espíritu de novedad, de avance de la sociedad isleña hizo emprender variadas iniciativas que se reflejaron en la prensa local. El periódico La Verdad, de 1870 a 1871, señala un ensayo de luz eléctrica en la plaza de Santo Domingo, la botadura de la fragata Fama de Canarias, construida en los astilleros de San Telmo, así como la colocación de un cable submarino que nos unía por vía rápida al resto del mundo. Poco después se fundaba
la sociedad "Juventud dramática de Las Palmas" y se publicaba la lista de entidades y personas que contribuían a la realización de la carretera de Arucas a Teror. Y una novedad: se ponía en circulación una nueva moneda de diez céntimos de peseta. La clásica "perra gorda" de antaño.
Y hasta más ver, amigos.
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