Lo estás haciendo muy bien
FRANCISCO J. CHAVANEL
Adán, amigo, gigante, corteza mía: cómo felicitarte, inventar palabras que estén a tu altura. Vas camino de ser un símbolo, aquí, en Tenerife, en la casa en la que un día próximo el control del transporte del Archipiélago será nuestro, el clientelimo que abrevamos, esa autocensura que nos autopropoponemos, férrea y sectaria, para que los afanes de nuestro disimulo construyan la región que pretendemos.
Te digo que yo, Manolo, Manolo el Hermoso, tal vez la persona más querida de tu isla, te lo digo sin arrogancia y sin soberbia, te lo dice tu costilla, la persona que se inició contigo en el arte de la política. La que cruzó contigo el rubicón de la empresa a la ordenación pública, los que un día nos numantinizamos e hicimos una roncesvalles de nuestro desconsuelo, te lo dice con el corazón, con la música de los sabores y de los olores de nuestra pequeña patria, yo, el primogénito, el primero que lo inició todo, la hora de tu isla, de la mía, de la de centenares de miles como nosotros, te lo digo que yo me siento orgulloso con la crisis que has resuelto, de cómo la has resuelto, cómo por una vez los gigantes parecieron enanos, de cómo las torres fueron babel, del infierno que has creado en ellas, de esa Gran Canaria aturdida, sin apenas reconocer su tacto, la chata magnitud de su rabia, pactando contigo, con nosotros, con todos nosotros, una salida a su trinchera.
Te felicito por hacerme caso, y perdóname por el beso a mi egolatría. Te felicito por echar a Soria, el instante, el preciso momento en que guadaña y necesidad se hicieron junta en beneficio de la generalidad. Y te felicito, sobre todo, por el gobierno que montamos, todos nuestros, o afectos, cercanos o amamantados, todos con una pena en el alma, todos con algo que demostrarnos. Todos, sin excepción. Da igual. De Lanzarote, Fuerteventura, La Palma, o Gran Canaria. Todos de la casa. Amigos. Aliados. Clientes. Ni siquiera Mauricio puede gritar con la boca llena que posee una corriente dentro del gobierno. ¡Cuántas veces lo pensé, cuántas lo soñe! Eran otros tiempos, otras primaveras. Entonces nos llevábamos las sedes a hurtadillas, en noches de violación y saqueo, había qué ver cómo penetrábamos en la troya de nuestros enemigos.
Pero esto tuyo no tiene parangón. Es la visualización perfecta de un poder omnímodo. Caen los recelos, los rostros inmundos que niegan la región se articulan ante ti y se postran. El sarro de rencor de nuestros afiliados se relaja, se concilia, es como si los caníbales recuperaran la dignidad. Aunque el ambiguo futuro depare seguridades para nuestra isla natal, en esta hora de triunfo debo avisarte de la molicie que ataca a los triunfadores, del odio imprescindible que debemos mantener, del recuerdo permanente que todavía hemos de recitar una y mil veces de despojos cometidos y por cometer para que nada vuelva a ser lo mismo. Para que no exista una nueva oportunidad. ¡Asúmelo, Adán! ¡La Región, el reparto de todo efectuado por nosotros, es nuestra bicoca!
Ah, pero mi carta es de felicitación, de abrazo estrecho hacia ti, felicitación pues al fin me has atendido, después de tantas horas de tribulación a través de Pilar (Parejo), a través de tu entorno encorajinado, que supo rectificar lo que era la muerte segura de ATI y de Coalición Canaria. Seguro que te percatas de la cantidad de posibilidades que manejamos ahora. Recrudecer el pleito insular significa elevarnos en Tenerife, rebajar las pretensiones socialistas, y otorgarle respiración asistida al PP de Gran Canaria. ¿Lo ves? Tenemos una derecha dispuesta a pactar con nosotros en 2007 a cambio de casi nada. Y a una izquierda que hará lo que sea, martirizarse con la terquedad del bruto, con tal de estar presente en ese gobierno aunque sea mayoría. Hemos cambiado la historia. Reconociéndonos que Soria es un paleto al que no debe dársele importancia, y que el PSOE es un enemigo de cuidado si gana las elecciones, nosotros, con tu acción, con mi inteligencia, con el impulso de la ATI profunda, volvemos al centro en el juego de las dos sillas: nadie podrá montar un gobierno sin nosotros. Y sí, ya sé que Román juega a un gobierno de izquierdas, y que Mauricio también, pero los caminos del Señor son inescrutables y de eso saben perfectamente los socialistas y Honorio García Bravo. (Por cierto: ¿cómo todavía hay quién sostiene que hubo una pistola por medio para traerlo de la Península para montar mi moción de censura).
Tu última actuación con los empresarios de Las Palmas me supo a gloria bendita. ¡Los engañaste! Primero te dieron con la puerta en las narices, y más tarde llamaste al presidente de la Confederación, Mario Rodríguez, para reunirte con él en almuerzo privado El muy tonto cayó. Se ve, Adán, que sufren del síndrome del nido vacío. Quitarles a Mauricio y echar de menos al hijo listo que les resuelve los problemas con el médico es lo mismo. Y luego, qué habilidad, invitar in person a Germán Suárez que está en todas las negociaciones. Y luego que te censuraran a Pepe Sánchez, buen amigo nuestro, por no darle protagonismo a Grisaleña. Y luego que Juan Miguel Sanjuán estuviera en Santo Domingo triunfando sobre la arena rubia. Y más luego que te aceptaran a Sergio Alonso. Me pongo en tu pellejo. ¡Cómo te reirías! ¡Qué desesperación la de estos empresarios grancanarios! ¿Son éstos los que proclaman ser locomotoras de la región? ¡¿Y con qué cerebro?!... ¡Dios mío! De repente, de la bolichada, tres de los máximos accionistas de la Clínica San Roque de Meloneras junto a ti, compartiendo mesa y mantel, pidiendo, casi, perdón por existir.
¿En qué estarían pensando los tres? ¿Acaso no conoce Mario Rodríguez nuestra profunda querencia por Pedro Luis Cobiella? ¿Aquellos besos que le diste, la red hospitalaria casi a su nombre, las amistades de copas y rebumbios hasta el amanecer, el viaje a Cancún, y el vértigo de tantas cosas en común desde el principio, desde la fundación, desde que nos hicimos hombres, Adán?... Mario sacó adelante el concurso de Meloneras porque Román se puso isloñetista, razón de más para contratar a José Carlos para que le disparase en la sien, pero ahora depende de las subvenciones, depende de tu pulgar, de la gracia que tengas con él, de lo bien o mal que se porte.
Y por eso vino a verte. Entregado. Él y los demás. Eso y contaminar, a través del fondo de reptiles, a aquellos medios grancancarios que pasan por caja, fue de catón, una obra de arte, un reconocimiento orográfico del terreno digno de Napoleón. ¿Cómo expresártelo? ¡Una obra maestra! Nunca nos habíamos divertido tanto en la Avenida de Anaga. ¡Corrió -cuéntalo, mi buen amigo- el etiqueta azul en una noche de verbena!
Lo importante, Adán, es que hemos recuperado la iniciativa. La pinza Mauricio/Soria nos asfixiaba y ahora somos nosotros los que remamos hasta el centro del río. El mundo es de los intrépidos, de los que no tienen miedo a morir. Tú, de alguna forma, has resucitado en dos ocasiones, por eso no te importa seguir pudriendo los cimientos de una sociedad entera.
Mandamos. Dirigimos. Abrimos las cerraduras inconmovibles. Una isla sobre las demás. Una región posible porque nosotros la gobernamos. ¿El pleito insular? Claro, siempre. De ello hemos construido una legión, tal vez una nación. Te felicito, amigo, tienes la mala leche de los que se sienten inmortales. Ya era hora.
Firmado: Manuel Hermoso.
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Adán, amigo, gigante, corteza mía: cómo felicitarte, inventar palabras que estén a tu altura. Vas camino de ser un símbolo, aquí, en Tenerife, en la casa en la que un día próximo el control del transporte del Archipiélago será nuestro, el clientelimo que abrevamos, esa autocensura que nos autopropoponemos, férrea y sectaria, para que los afanes de nuestro disimulo construyan la región que pretendemos.
Te digo que yo, Manolo, Manolo el Hermoso, tal vez la persona más querida de tu isla, te lo digo sin arrogancia y sin soberbia, te lo dice tu costilla, la persona que se inició contigo en el arte de la política. La que cruzó contigo el rubicón de la empresa a la ordenación pública, los que un día nos numantinizamos e hicimos una roncesvalles de nuestro desconsuelo, te lo dice con el corazón, con la música de los sabores y de los olores de nuestra pequeña patria, yo, el primogénito, el primero que lo inició todo, la hora de tu isla, de la mía, de la de centenares de miles como nosotros, te lo digo que yo me siento orgulloso con la crisis que has resuelto, de cómo la has resuelto, cómo por una vez los gigantes parecieron enanos, de cómo las torres fueron babel, del infierno que has creado en ellas, de esa Gran Canaria aturdida, sin apenas reconocer su tacto, la chata magnitud de su rabia, pactando contigo, con nosotros, con todos nosotros, una salida a su trinchera.
Te felicito por hacerme caso, y perdóname por el beso a mi egolatría. Te felicito por echar a Soria, el instante, el preciso momento en que guadaña y necesidad se hicieron junta en beneficio de la generalidad. Y te felicito, sobre todo, por el gobierno que montamos, todos nuestros, o afectos, cercanos o amamantados, todos con una pena en el alma, todos con algo que demostrarnos. Todos, sin excepción. Da igual. De Lanzarote, Fuerteventura, La Palma, o Gran Canaria. Todos de la casa. Amigos. Aliados. Clientes. Ni siquiera Mauricio puede gritar con la boca llena que posee una corriente dentro del gobierno. ¡Cuántas veces lo pensé, cuántas lo soñe! Eran otros tiempos, otras primaveras. Entonces nos llevábamos las sedes a hurtadillas, en noches de violación y saqueo, había qué ver cómo penetrábamos en la troya de nuestros enemigos.
Pero esto tuyo no tiene parangón. Es la visualización perfecta de un poder omnímodo. Caen los recelos, los rostros inmundos que niegan la región se articulan ante ti y se postran. El sarro de rencor de nuestros afiliados se relaja, se concilia, es como si los caníbales recuperaran la dignidad. Aunque el ambiguo futuro depare seguridades para nuestra isla natal, en esta hora de triunfo debo avisarte de la molicie que ataca a los triunfadores, del odio imprescindible que debemos mantener, del recuerdo permanente que todavía hemos de recitar una y mil veces de despojos cometidos y por cometer para que nada vuelva a ser lo mismo. Para que no exista una nueva oportunidad. ¡Asúmelo, Adán! ¡La Región, el reparto de todo efectuado por nosotros, es nuestra bicoca!
Ah, pero mi carta es de felicitación, de abrazo estrecho hacia ti, felicitación pues al fin me has atendido, después de tantas horas de tribulación a través de Pilar (Parejo), a través de tu entorno encorajinado, que supo rectificar lo que era la muerte segura de ATI y de Coalición Canaria. Seguro que te percatas de la cantidad de posibilidades que manejamos ahora. Recrudecer el pleito insular significa elevarnos en Tenerife, rebajar las pretensiones socialistas, y otorgarle respiración asistida al PP de Gran Canaria. ¿Lo ves? Tenemos una derecha dispuesta a pactar con nosotros en 2007 a cambio de casi nada. Y a una izquierda que hará lo que sea, martirizarse con la terquedad del bruto, con tal de estar presente en ese gobierno aunque sea mayoría. Hemos cambiado la historia. Reconociéndonos que Soria es un paleto al que no debe dársele importancia, y que el PSOE es un enemigo de cuidado si gana las elecciones, nosotros, con tu acción, con mi inteligencia, con el impulso de la ATI profunda, volvemos al centro en el juego de las dos sillas: nadie podrá montar un gobierno sin nosotros. Y sí, ya sé que Román juega a un gobierno de izquierdas, y que Mauricio también, pero los caminos del Señor son inescrutables y de eso saben perfectamente los socialistas y Honorio García Bravo. (Por cierto: ¿cómo todavía hay quién sostiene que hubo una pistola por medio para traerlo de la Península para montar mi moción de censura).
Tu última actuación con los empresarios de Las Palmas me supo a gloria bendita. ¡Los engañaste! Primero te dieron con la puerta en las narices, y más tarde llamaste al presidente de la Confederación, Mario Rodríguez, para reunirte con él en almuerzo privado El muy tonto cayó. Se ve, Adán, que sufren del síndrome del nido vacío. Quitarles a Mauricio y echar de menos al hijo listo que les resuelve los problemas con el médico es lo mismo. Y luego, qué habilidad, invitar in person a Germán Suárez que está en todas las negociaciones. Y luego que te censuraran a Pepe Sánchez, buen amigo nuestro, por no darle protagonismo a Grisaleña. Y luego que Juan Miguel Sanjuán estuviera en Santo Domingo triunfando sobre la arena rubia. Y más luego que te aceptaran a Sergio Alonso. Me pongo en tu pellejo. ¡Cómo te reirías! ¡Qué desesperación la de estos empresarios grancanarios! ¿Son éstos los que proclaman ser locomotoras de la región? ¡¿Y con qué cerebro?!... ¡Dios mío! De repente, de la bolichada, tres de los máximos accionistas de la Clínica San Roque de Meloneras junto a ti, compartiendo mesa y mantel, pidiendo, casi, perdón por existir.
¿En qué estarían pensando los tres? ¿Acaso no conoce Mario Rodríguez nuestra profunda querencia por Pedro Luis Cobiella? ¿Aquellos besos que le diste, la red hospitalaria casi a su nombre, las amistades de copas y rebumbios hasta el amanecer, el viaje a Cancún, y el vértigo de tantas cosas en común desde el principio, desde la fundación, desde que nos hicimos hombres, Adán?... Mario sacó adelante el concurso de Meloneras porque Román se puso isloñetista, razón de más para contratar a José Carlos para que le disparase en la sien, pero ahora depende de las subvenciones, depende de tu pulgar, de la gracia que tengas con él, de lo bien o mal que se porte.
Y por eso vino a verte. Entregado. Él y los demás. Eso y contaminar, a través del fondo de reptiles, a aquellos medios grancancarios que pasan por caja, fue de catón, una obra de arte, un reconocimiento orográfico del terreno digno de Napoleón. ¿Cómo expresártelo? ¡Una obra maestra! Nunca nos habíamos divertido tanto en la Avenida de Anaga. ¡Corrió -cuéntalo, mi buen amigo- el etiqueta azul en una noche de verbena!
Lo importante, Adán, es que hemos recuperado la iniciativa. La pinza Mauricio/Soria nos asfixiaba y ahora somos nosotros los que remamos hasta el centro del río. El mundo es de los intrépidos, de los que no tienen miedo a morir. Tú, de alguna forma, has resucitado en dos ocasiones, por eso no te importa seguir pudriendo los cimientos de una sociedad entera.
Mandamos. Dirigimos. Abrimos las cerraduras inconmovibles. Una isla sobre las demás. Una región posible porque nosotros la gobernamos. ¿El pleito insular? Claro, siempre. De ello hemos construido una legión, tal vez una nación. Te felicito, amigo, tienes la mala leche de los que se sienten inmortales. Ya era hora.
Firmado: Manuel Hermoso.
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