La importancia del chocolate del loro
JOSÉ A. ALEMÁN
Repetiréles que no son los tinerfeños de a pie culpables de las prácticas antigrancanarias de ATI. Ni siquiera son beneficiarios directos de la interrelación de la política y los negocios dominante y reservada a un pequeño núcleo dirigente y sus cómplices grancanarios. Entre otros, Soria, hasta que lo echaron, el malvado Mauricio y Mar Julios, erigida en propagandista de los exquisitos equilibrios adánicos. Quizá porque cree Adán que ser grancanaria proporciona a Julios crédito en esta isla. Desconoce que por encima de los exaltados predicadores de la yihad, la mayoría de los grancanarios enjuicia a los gestores públicos por su modo de proceder, no por su procedencia insular.
Podrá Julios decir misa, pero Adán no sólo acaba de meter en el Ejecutivo a personas de notorio proceder antigrancanario sino que mantiene a Mauricio, con una larga trayectoria en la que ha dado duros golpes a La Caja, además de protagonizar ruidosas denuncias de mafias empresariales; cosa que, como mínimo, hace dudar de que sea la persona adecuada para la Consejería de Hacienda, que requiere maneras discretas. Pudo ponerlo en otra consejería, pero no, lo colocó en Hacienda. Y lo hizo pese al rechazo que suscitaba Mauricio en CC-Gran Canaria, con lo que aseguró la ruptura de la coalición, hoy ya consumada. En cuanto a Julios, ya me contarán: no perderé el tiempo con su entusiasmo propagandístico.
Insisto en todo esto porque el Gobierno, sus defensores y propagandistas se han puesto a aventar el fantasma del insularismo para defenderse de unas críticas que van contra él, no contra Tenerife y el tinerfeñismo normal; aunque haya quienes no diferencian y hacen tabla rasa, que es lo que quiere precisamente el Gobierno.
Entre las maniobras de distracción de Adán figura poner sobre la mesa las inversiones del Gobierno, lo que demostraría, piensa, que se invierte más en Gran Canaria que en Tenerife, cuando lo que en realidad vendría a demostrar es que no se entera de cuál es el problema. Veamos.
Siempre he pensado que debe invertirse donde sea objetivamente necesario; a cada cual según sus necesidades sería la idea. No sé en qué isla se ha invertido más y no me preocupa. Pero ya puestos, creo más significativo ir no a la programación de inversiones sino a las liquidaciones de los presupuestos, con inclusión del destino final de ese 30% de los presupuestos consignados en partidas innominadas que figuran bajo el epígrafe Islas y que son casi de libre disposición y potencialmente un formidable instrumento clientelar.
Con todo, las inversiones, a eso iba, poco dicen en realidad del desequilibrio o su contrario. Éste sólo afectaría a las empresas en disposición de acceder a los grandes dineros. El desequilibrio sentido por el ciudadanaje es otro de más calado y mayor extensión. La Ley de Sedes, recuerden, fue precedida del reconocimiento por el Gobierno de la existencia en Santa Cruz de unos 5.000 funcionarios más que en Las Palmas. No sé cuál será ahora la diferencia, pero si aceptamos esos 5.000 y les adjudicamos un salario medio anual de cuatro millones estaríamos hablando de 20.000 millones más circulando por restaurantes y cafeterías, por los transportes, los colegios, los pequeños comercios y tiendas y el sinfín de actividades de la vida cotidiana con su enorme capacidad de distribución de dinero en circulación y sus efectos multiplicadores en las pequeñas economías. Hice el cálculo pesetas para equivocarme menos que en euros y tirando por lo bajo.
Me han dicho, a veces, que es el chocolate del loro. Pero chocolate, al fin y al cabo, que pone de manifiesto que el asunto de las sedes no es cuestión de prestigios capitalinos y blasones ciudadanos sino de las economías que generan e intuyo que esa diferencia en menos para Gran Canaria tiene que ver con la cantidad de pequeños establecimientos cerrados que han puesto el cartelito de se vende o se traspasa.
Un pequeño botón de muestra, pero hay otros. Por ejemplo, los gastos corrientes. El material escolar y de oficina de Educación o de Hacienda es enviado desde Tenerife en contenedores, debido, quizá, a que en Las Palmas no se venden muebles ni lápices o libretas. No es preciso insistir, ésa es otra, en el modo de distribuir subvenciones, con frecuencia inaccesibles a los grancanarios debido a mecanismos que no por fomalmente legales traslucen menos mala fe.
Es en éstas y en miles de puñetitas más donde radica el desequilibrio que se percibe en la calle y que provoca protestas contra el Gobierno que lo promueve o tolera, no contra los tinerfeños como quiere hacer creer Adán para escaquearse. Una vez dije que los problemas por esta forma de gobernar vendrían cuando las pequeñas economías se sintieran afectadas. En ésas estamos: la economía dejó de tirar lo suficiente y la supervivencia de muchos pequeños negocios depende cada vez más del chocolate del loro.
..................................................................................................
Repetiréles que no son los tinerfeños de a pie culpables de las prácticas antigrancanarias de ATI. Ni siquiera son beneficiarios directos de la interrelación de la política y los negocios dominante y reservada a un pequeño núcleo dirigente y sus cómplices grancanarios. Entre otros, Soria, hasta que lo echaron, el malvado Mauricio y Mar Julios, erigida en propagandista de los exquisitos equilibrios adánicos. Quizá porque cree Adán que ser grancanaria proporciona a Julios crédito en esta isla. Desconoce que por encima de los exaltados predicadores de la yihad, la mayoría de los grancanarios enjuicia a los gestores públicos por su modo de proceder, no por su procedencia insular.
Podrá Julios decir misa, pero Adán no sólo acaba de meter en el Ejecutivo a personas de notorio proceder antigrancanario sino que mantiene a Mauricio, con una larga trayectoria en la que ha dado duros golpes a La Caja, además de protagonizar ruidosas denuncias de mafias empresariales; cosa que, como mínimo, hace dudar de que sea la persona adecuada para la Consejería de Hacienda, que requiere maneras discretas. Pudo ponerlo en otra consejería, pero no, lo colocó en Hacienda. Y lo hizo pese al rechazo que suscitaba Mauricio en CC-Gran Canaria, con lo que aseguró la ruptura de la coalición, hoy ya consumada. En cuanto a Julios, ya me contarán: no perderé el tiempo con su entusiasmo propagandístico.
Insisto en todo esto porque el Gobierno, sus defensores y propagandistas se han puesto a aventar el fantasma del insularismo para defenderse de unas críticas que van contra él, no contra Tenerife y el tinerfeñismo normal; aunque haya quienes no diferencian y hacen tabla rasa, que es lo que quiere precisamente el Gobierno.
Entre las maniobras de distracción de Adán figura poner sobre la mesa las inversiones del Gobierno, lo que demostraría, piensa, que se invierte más en Gran Canaria que en Tenerife, cuando lo que en realidad vendría a demostrar es que no se entera de cuál es el problema. Veamos.
Siempre he pensado que debe invertirse donde sea objetivamente necesario; a cada cual según sus necesidades sería la idea. No sé en qué isla se ha invertido más y no me preocupa. Pero ya puestos, creo más significativo ir no a la programación de inversiones sino a las liquidaciones de los presupuestos, con inclusión del destino final de ese 30% de los presupuestos consignados en partidas innominadas que figuran bajo el epígrafe Islas y que son casi de libre disposición y potencialmente un formidable instrumento clientelar.
Con todo, las inversiones, a eso iba, poco dicen en realidad del desequilibrio o su contrario. Éste sólo afectaría a las empresas en disposición de acceder a los grandes dineros. El desequilibrio sentido por el ciudadanaje es otro de más calado y mayor extensión. La Ley de Sedes, recuerden, fue precedida del reconocimiento por el Gobierno de la existencia en Santa Cruz de unos 5.000 funcionarios más que en Las Palmas. No sé cuál será ahora la diferencia, pero si aceptamos esos 5.000 y les adjudicamos un salario medio anual de cuatro millones estaríamos hablando de 20.000 millones más circulando por restaurantes y cafeterías, por los transportes, los colegios, los pequeños comercios y tiendas y el sinfín de actividades de la vida cotidiana con su enorme capacidad de distribución de dinero en circulación y sus efectos multiplicadores en las pequeñas economías. Hice el cálculo pesetas para equivocarme menos que en euros y tirando por lo bajo.
Me han dicho, a veces, que es el chocolate del loro. Pero chocolate, al fin y al cabo, que pone de manifiesto que el asunto de las sedes no es cuestión de prestigios capitalinos y blasones ciudadanos sino de las economías que generan e intuyo que esa diferencia en menos para Gran Canaria tiene que ver con la cantidad de pequeños establecimientos cerrados que han puesto el cartelito de se vende o se traspasa.
Un pequeño botón de muestra, pero hay otros. Por ejemplo, los gastos corrientes. El material escolar y de oficina de Educación o de Hacienda es enviado desde Tenerife en contenedores, debido, quizá, a que en Las Palmas no se venden muebles ni lápices o libretas. No es preciso insistir, ésa es otra, en el modo de distribuir subvenciones, con frecuencia inaccesibles a los grancanarios debido a mecanismos que no por fomalmente legales traslucen menos mala fe.
Es en éstas y en miles de puñetitas más donde radica el desequilibrio que se percibe en la calle y que provoca protestas contra el Gobierno que lo promueve o tolera, no contra los tinerfeños como quiere hacer creer Adán para escaquearse. Una vez dije que los problemas por esta forma de gobernar vendrían cuando las pequeñas economías se sintieran afectadas. En ésas estamos: la economía dejó de tirar lo suficiente y la supervivencia de muchos pequeños negocios depende cada vez más del chocolate del loro.
..................................................................................................
1 comentario
fernanda toro -