El plantón y el Museo de la Ciencia
JOSE A. ALEMAN
Si no es por la plancha de quienes acudieron a celebrar el Día de Canarias en el Parque de Santa Catalina, no me entero de que en Las Palmas (de G.Canaria, dicho sea para no molestar a los insularistas solidarios y nada xenófobos) no se programó acto institucional alguno. Nunca he echado de menos las solemnidades vacías, así que de no ser por el planchazo no me hubiera enterado de que se había hecho tradicional esta concentración festiva. Tampoco me estaría preguntando ahora si no se celebró porque el Gobierno concentró su esfuerzo en la capital de facto del Archipiélago o porque el Ayuntamiento de Las Palmas y el Cabildo de Gran Canaria se gastaron todo el dinero disponible en la promoción de La Gran Marina y no les quedó ni para un triste grupo folclórico.
Menos mal que el Museo de la Ciencia y la Tecnología abrió sus puertas en el edificio Elder al público general y espeso, como hace cada 30 de mayo; patrióticamente, of course. Así no resultó vano el desplazamiento de tantas personas con sus típicas galas ancestrales de diseño que se enteraron de ese modo, in situ pudiera decirse, de la existencia de estas instalaciones museísticas que Soria detesta de manera enfermiza.
Como recordarán, el Museo de la Ciencia fue instalado en el edificio Elder con la oposición de Soria, que no pudo evitarlo por el empeño de don Olarte en llevarle la contraria desde la Consejería de Turismo. El Museo se puso en marcha y Soria siguió empeñado en cargárselo proponiendo su traslado (¡Oído Infecar!) para instalar allí una pinacoteca y dos piedras, que vienen a ser en Soria viajes de bloques y bovedillas.
Le falló también, mecachis, la pinacoteca y tenía la esperanza de que los famosos arquitectos de La Gran Marina borraran del mapa (ilegalmente, claro) no sólo al edificio Elder con el Museo sino al vecino de Miller, cosa que tampoco ocurrió.
Para colmo, ya digo, el Museo palió el lunes el mal sabor de la fiesta negada porque al PP se le acabaron las perras, o porque sigue todavía encochinado con la expulsión del Gobierno. Y encima, sus responsables, los del Museo, han salido de lo más puñeteros: montados en el éxito y en el elevado número de visitas registradas quieren ampliarlo mediante la incorporación del edificio Miller y un área exterior para otras actividades. Una iniciativa que cualquier administración inteligente apoyaría, pero no es el caso: aquí se lamentan los metros cúbicos que pueda restarle al negocio.
Guste o no guste, el Museo de la Ciencia de Elder ha aportado a aquel lado de la ciudad un atractivo que ya quisiera el patético mamotreto vecino de El Muelle apadrinado, ése sí, por Soria y el PP. Mientras el Museo de Elder ha soportado las tarascadas del PP hasta consolidarse y demandar ampliación, El Muelle se confirma como el gran fiasco soriano. No sólo huyen de El Muelle los comerciantes sino que los ya mentados arquitectos de La Gran Marina ignoraron el mamotreto en sus proyectos.
Sin que nadie se lo haya propuesto, la cercanía del Museo de la Ciencia y El Muelle permite contrastar lo que ha significado Soria y el PP para la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria y la alternativa a su modelo especulativo y hortera tirando a cutre; es decir, lo que es el disfrute ciudadano sin más de los espacios públicos frente a su privatización en El Muelle, que nos quita visión del mar, salvo que paguemos por ella en sus terrazas a los amigos de los mandarines.
No contará la ampliación del Museo de la Ciencia con el apoyo del PP actual porque le da coraje a Soria que encima de no acertar él en la zona, den en la diana allí mismo los proyectos y las ideas que no le gustan y combate. El Gobierno, dicen, sí está dispuesto a impulsar la ampliación del Museo de la Ciencia, pero si yo fuera ustedes, no confiaría demasiado y no es preciso explicarles la razón.
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Si no es por la plancha de quienes acudieron a celebrar el Día de Canarias en el Parque de Santa Catalina, no me entero de que en Las Palmas (de G.Canaria, dicho sea para no molestar a los insularistas solidarios y nada xenófobos) no se programó acto institucional alguno. Nunca he echado de menos las solemnidades vacías, así que de no ser por el planchazo no me hubiera enterado de que se había hecho tradicional esta concentración festiva. Tampoco me estaría preguntando ahora si no se celebró porque el Gobierno concentró su esfuerzo en la capital de facto del Archipiélago o porque el Ayuntamiento de Las Palmas y el Cabildo de Gran Canaria se gastaron todo el dinero disponible en la promoción de La Gran Marina y no les quedó ni para un triste grupo folclórico.
Menos mal que el Museo de la Ciencia y la Tecnología abrió sus puertas en el edificio Elder al público general y espeso, como hace cada 30 de mayo; patrióticamente, of course. Así no resultó vano el desplazamiento de tantas personas con sus típicas galas ancestrales de diseño que se enteraron de ese modo, in situ pudiera decirse, de la existencia de estas instalaciones museísticas que Soria detesta de manera enfermiza.
Como recordarán, el Museo de la Ciencia fue instalado en el edificio Elder con la oposición de Soria, que no pudo evitarlo por el empeño de don Olarte en llevarle la contraria desde la Consejería de Turismo. El Museo se puso en marcha y Soria siguió empeñado en cargárselo proponiendo su traslado (¡Oído Infecar!) para instalar allí una pinacoteca y dos piedras, que vienen a ser en Soria viajes de bloques y bovedillas.
Le falló también, mecachis, la pinacoteca y tenía la esperanza de que los famosos arquitectos de La Gran Marina borraran del mapa (ilegalmente, claro) no sólo al edificio Elder con el Museo sino al vecino de Miller, cosa que tampoco ocurrió.
Para colmo, ya digo, el Museo palió el lunes el mal sabor de la fiesta negada porque al PP se le acabaron las perras, o porque sigue todavía encochinado con la expulsión del Gobierno. Y encima, sus responsables, los del Museo, han salido de lo más puñeteros: montados en el éxito y en el elevado número de visitas registradas quieren ampliarlo mediante la incorporación del edificio Miller y un área exterior para otras actividades. Una iniciativa que cualquier administración inteligente apoyaría, pero no es el caso: aquí se lamentan los metros cúbicos que pueda restarle al negocio.
Guste o no guste, el Museo de la Ciencia de Elder ha aportado a aquel lado de la ciudad un atractivo que ya quisiera el patético mamotreto vecino de El Muelle apadrinado, ése sí, por Soria y el PP. Mientras el Museo de Elder ha soportado las tarascadas del PP hasta consolidarse y demandar ampliación, El Muelle se confirma como el gran fiasco soriano. No sólo huyen de El Muelle los comerciantes sino que los ya mentados arquitectos de La Gran Marina ignoraron el mamotreto en sus proyectos.
Sin que nadie se lo haya propuesto, la cercanía del Museo de la Ciencia y El Muelle permite contrastar lo que ha significado Soria y el PP para la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria y la alternativa a su modelo especulativo y hortera tirando a cutre; es decir, lo que es el disfrute ciudadano sin más de los espacios públicos frente a su privatización en El Muelle, que nos quita visión del mar, salvo que paguemos por ella en sus terrazas a los amigos de los mandarines.
No contará la ampliación del Museo de la Ciencia con el apoyo del PP actual porque le da coraje a Soria que encima de no acertar él en la zona, den en la diana allí mismo los proyectos y las ideas que no le gustan y combate. El Gobierno, dicen, sí está dispuesto a impulsar la ampliación del Museo de la Ciencia, pero si yo fuera ustedes, no confiaría demasiado y no es preciso explicarles la razón.
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