El batacazo de Soria
JOSE A. ALEMAN
Los meses de escarceos acerca de un pacto CC-PSOE parecieron acabar cuando Juan Carlos Alemán descartó el apaño. Pareció un punto y final, pero no; fue punto y aparte y vuelta a empezar. De nuevo se habla de enero como fecha del cambio de pareja.
Se entiende, pues, la desazón de Soria. Es un político metrosexual sin más calado que la prepotencia y la farolería que quedará en nada a poco le quiten la pasarela. Pretende patéticamente mantener el tipo ante los menos avisados, pero la realidad es que está cada vez más reducido a las cuatro paredes de la Casa Palacio de Bravo Murillo. De ahí que insista en acusar a los psocialistas del pecado de querer sacarlo del Gobierno regional, sin reparar en que semejantes propósitos se corresponden a los suyos de no salir de él. Es la política, estúpido.
Teme Soria perder su ascendiente sobre tres consejerías y abandonar los escaños de la primera fila parlamentaria para irse junto a las cenefas del techo del salón de sesiones, donde rara vez alcanzan las cámaras de la tele. Tanto ha descansado su política en la imagen que ese simple cambio de ubicación puede ser para él tan dramático como sería para un metrosexual equivocarse de loción.
Soria vive sin vivir en sí con las zetas desatadas. ATI es cruel y si Adán Martín lo conforta al decir que hay el Gobierno que hay, Paulino Rivero sigue tonteando en Madrid y ha llegado a fijar las condiciones en que podrían psocialistas y nacionalistas entenderse y calzar por él.
Si desasosiega a Soria el pollo de El Sauzal, ni les cuento del malvado Mauricio. El consejero de Hacienda es como el fraile de cartón de movimientos articulados que señala con un puntero el tiempo meteorológico. Su última pirueta poniendo a parir al Gobierno de Aznar puso el puntero en las bajas presiones con barruntos de tormenta que Mauricio trata de capear distanciándose del PP para resituarse caso de que PSOE y CC decidan amigar. Lo ha hecho tantas veces que está cantada la maniobra.
En el plano insular no lo tiene Soria mejor. Si era chica la contestación de los progres trasnochados y pancarteros infames a lo del istmo, Luzardo reconoció ya que no se respetaron en el concurso las directivas comunitarias. Cuasi mauriciana la alcaldesa, oye. Como si considerara que la exposición de los proyectos de los arquitectos agota su cometido y allá se las entiendan Soria y Arnáiz en adelante, una vez que ella ponga su palmito a buen recaudo. Luzardo no ha firmado nada, no está en el fondo del negocio ni en los compromisos adquiridos con los inversores que tienen cogidos por los humildes a los otros dos miembros de la Comisión Puerto-Ciudad y puede aún escapar de la quema. La culpa de que el concurso se convocara mal, dice Luzardo, la tiene Madrid, por no avisarla a tiempo. A veces estar de florero es una ventaja a la hora de escurrir el bulto.
Soria está tocado. Las mayorías absolutas le dieron la oportunidad de liderar Gran Canaria en defensa de los intereses de la isla. Pero es demasiado torpe. Lo atrapó el doradillo de la maurisilva y cedió ante ATI. Que el consejero de Cultura, esa lumbrera de Pedro Luis Rosales, aplaudiera que Dulce Xerach se llevara Socaem para Tenerife es significativo; como lo es el silencio de Soria ante el desmantelamiento de Hecansa, por citar sólo las últimas fechorías antigrancanarias de la familia Martín.
Item más. De las broncas con los ayuntamientos salió no menos trasquilado con daño, además, para el de Las Palmas que repercutirá en los bolsillos ciudadanos. Y le aguarda la UD. Confiaba en que los amarillos no acabarían la actual competición y tenía dispuesto el club que los sustituiría por decreto. Pero peligra hasta el desaloje del Estadio Insular y con un juez al frente pudiera ocurrir que se salve el equipillo a poco crean los jugadores que incurren en desacato si no marcan goles.
Como siga adelante, además, con la venta de Sialsa y la privatización de las instalaciones hidraúlicas del Cabildo podrían encrespársele ganaderos, agricultores y los municipios rurales. Y si Adán Martín se convence de que no tiene fundamento su temor a que Soria, despechado por la ruptura, levante la bandera grancanaria porque ya agotó su credibilidad, queda más expedito el camino para que el Gobierno pueda dejar de ser el que hay sin mayor problema. Es la crónica del batacazo anunciado.
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Los meses de escarceos acerca de un pacto CC-PSOE parecieron acabar cuando Juan Carlos Alemán descartó el apaño. Pareció un punto y final, pero no; fue punto y aparte y vuelta a empezar. De nuevo se habla de enero como fecha del cambio de pareja.
Se entiende, pues, la desazón de Soria. Es un político metrosexual sin más calado que la prepotencia y la farolería que quedará en nada a poco le quiten la pasarela. Pretende patéticamente mantener el tipo ante los menos avisados, pero la realidad es que está cada vez más reducido a las cuatro paredes de la Casa Palacio de Bravo Murillo. De ahí que insista en acusar a los psocialistas del pecado de querer sacarlo del Gobierno regional, sin reparar en que semejantes propósitos se corresponden a los suyos de no salir de él. Es la política, estúpido.
Teme Soria perder su ascendiente sobre tres consejerías y abandonar los escaños de la primera fila parlamentaria para irse junto a las cenefas del techo del salón de sesiones, donde rara vez alcanzan las cámaras de la tele. Tanto ha descansado su política en la imagen que ese simple cambio de ubicación puede ser para él tan dramático como sería para un metrosexual equivocarse de loción.
Soria vive sin vivir en sí con las zetas desatadas. ATI es cruel y si Adán Martín lo conforta al decir que hay el Gobierno que hay, Paulino Rivero sigue tonteando en Madrid y ha llegado a fijar las condiciones en que podrían psocialistas y nacionalistas entenderse y calzar por él.
Si desasosiega a Soria el pollo de El Sauzal, ni les cuento del malvado Mauricio. El consejero de Hacienda es como el fraile de cartón de movimientos articulados que señala con un puntero el tiempo meteorológico. Su última pirueta poniendo a parir al Gobierno de Aznar puso el puntero en las bajas presiones con barruntos de tormenta que Mauricio trata de capear distanciándose del PP para resituarse caso de que PSOE y CC decidan amigar. Lo ha hecho tantas veces que está cantada la maniobra.
En el plano insular no lo tiene Soria mejor. Si era chica la contestación de los progres trasnochados y pancarteros infames a lo del istmo, Luzardo reconoció ya que no se respetaron en el concurso las directivas comunitarias. Cuasi mauriciana la alcaldesa, oye. Como si considerara que la exposición de los proyectos de los arquitectos agota su cometido y allá se las entiendan Soria y Arnáiz en adelante, una vez que ella ponga su palmito a buen recaudo. Luzardo no ha firmado nada, no está en el fondo del negocio ni en los compromisos adquiridos con los inversores que tienen cogidos por los humildes a los otros dos miembros de la Comisión Puerto-Ciudad y puede aún escapar de la quema. La culpa de que el concurso se convocara mal, dice Luzardo, la tiene Madrid, por no avisarla a tiempo. A veces estar de florero es una ventaja a la hora de escurrir el bulto.
Soria está tocado. Las mayorías absolutas le dieron la oportunidad de liderar Gran Canaria en defensa de los intereses de la isla. Pero es demasiado torpe. Lo atrapó el doradillo de la maurisilva y cedió ante ATI. Que el consejero de Cultura, esa lumbrera de Pedro Luis Rosales, aplaudiera que Dulce Xerach se llevara Socaem para Tenerife es significativo; como lo es el silencio de Soria ante el desmantelamiento de Hecansa, por citar sólo las últimas fechorías antigrancanarias de la familia Martín.
Item más. De las broncas con los ayuntamientos salió no menos trasquilado con daño, además, para el de Las Palmas que repercutirá en los bolsillos ciudadanos. Y le aguarda la UD. Confiaba en que los amarillos no acabarían la actual competición y tenía dispuesto el club que los sustituiría por decreto. Pero peligra hasta el desaloje del Estadio Insular y con un juez al frente pudiera ocurrir que se salve el equipillo a poco crean los jugadores que incurren en desacato si no marcan goles.
Como siga adelante, además, con la venta de Sialsa y la privatización de las instalaciones hidraúlicas del Cabildo podrían encrespársele ganaderos, agricultores y los municipios rurales. Y si Adán Martín se convence de que no tiene fundamento su temor a que Soria, despechado por la ruptura, levante la bandera grancanaria porque ya agotó su credibilidad, queda más expedito el camino para que el Gobierno pueda dejar de ser el que hay sin mayor problema. Es la crónica del batacazo anunciado.
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