La decadencia de Tejeda
Gran Canaria recibirá casi con toda probabilidad dentro de un año el marchamo de Reserva de la Biosfera, una marca que subraya la calidad medioambiental del sitio que la obtiene, y Tejeda viene a caer en el mismísimo centro de la futura catalogación, lo que ha dejado arriba a unos temblando y a otros esperando lo que venga, ya que hoy por hoy, el pueblo es, simplemente, un mormo.
Y no sólo lo dicen los siete jóvenes que, como Carmelo, de 33 años, aseguran estar días sin tener a nadie a quién saludar, y eso que tiene la fábrica de dulces, los sin par dulces Nublo, en la calle principal del municipio: "Paso días y días sin ver a nadie, y para decir algo y tener una conversación tenemos que bajar a Las Palmas". Lo mismo opina otro Carmelo. Es Carmelo Herrera Monzón, de 72 años, y que refuerza la idea: "Antes se trabajaban 50.000 veces más, y se sufría más la vida, pero hombre, se pasaba mejor, porque el que no descamisaba piñas, se iba a recoger castañas, y el que no se ponía a buscar hembras". Manolo y Francisco también están en la calle principal de Tejeda, justo bajo el quicio de uno de los restaurantes del lugar y, salvo las excelencias de la dulcería, es casi lo único vivito
y coleando que se encuentra el vecino a media mañana.
No le hacen fos a la reserva y tampoco, llegado el caso y previo estudio bien amarrado y ponderado, al parque nacional si también tocara en el lote. Francisco hace cálculos y recuerda que en Tenerife a cuenta de lo del parque "deben estar colocadas, no te extrañe, 300 personas en un puesto de trabajo, y el que no en el restaurante, en el teleférico".
"Una pareja joven", explican en estéreo, "si quiere casarse se tiene que marchar. No hay forma de hacer una casa ni una empresa que les dé trabajo".
Y esto que aparece Dioni Hernández, con novia cumbrera y que es de fuera, pero que sube al pueblo a entrenar atletismo. "Sí, todo lo que sea proteger está bien, pero sin restricciones, porque no se puede ofrecer un no tajante, porque en parques como Ordesa,
en Huesca, hay pueblos vivos con actividad vinculada precisamente a ese parque. Pero esto es un muerto total". Y ahora llega su novia, que sale de la dulcería.
Es Coralia Santana y da un somero pero contundente repaso a lo que hay: "todas las políticas municipales del Ayuntamiento -en realidad la única empresa de Tejeda, están encaminadas a la población de la tercera edad, pero no hay actividades para jóvenes, no se potencian las cooperativas, ni las sociedades limitadas, y, por tanto, considero que se debería retomar más políticas para jóvenes, que no tengan que recurrir a irse para seguir viviendo. A mí Tejeda me encanta", añade, "pero me veo obligada a trabajar y residir fuera y subo cuando puedo. Todos tenemos que hacer algo para que no desaparezca."
Por si el panorama ya no fuera lo suficientemente optimista, allí sentados en un pizco de ventana se alinean Carmelo Herrera, Antonio Medina y Juan Sarmiento, en una banda ancha de edad que supera los 65 años.
Veras y mentiras
"Era una vida fuerte aquí, porque íbamos a trabajar por cuatro duros y nos pagaban dos. El que lo pasó lo sabe. Pero vivíamos bien, se atendían en condiciones los caminos y terrenos
y nos reíamos aquí entre veras y mentiras".
Ya puestos, se sueltan definitivamente: La cosa va a peor, je, pero a peor peor. La cosa es que no debe haber mucho dinero, y no hay trabajo por esta banda y, por no haber, no hay nada". Y cuando por fin parecen que van a dar un nuevo dato determinante y definitivo, o un dato medio bueno, sólo tiran hacia atrás para coger más fuga: "Sí. Hace años que va para atrás y mal vamos".
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Y no sólo lo dicen los siete jóvenes que, como Carmelo, de 33 años, aseguran estar días sin tener a nadie a quién saludar, y eso que tiene la fábrica de dulces, los sin par dulces Nublo, en la calle principal del municipio: "Paso días y días sin ver a nadie, y para decir algo y tener una conversación tenemos que bajar a Las Palmas". Lo mismo opina otro Carmelo. Es Carmelo Herrera Monzón, de 72 años, y que refuerza la idea: "Antes se trabajaban 50.000 veces más, y se sufría más la vida, pero hombre, se pasaba mejor, porque el que no descamisaba piñas, se iba a recoger castañas, y el que no se ponía a buscar hembras". Manolo y Francisco también están en la calle principal de Tejeda, justo bajo el quicio de uno de los restaurantes del lugar y, salvo las excelencias de la dulcería, es casi lo único vivito
y coleando que se encuentra el vecino a media mañana.
No le hacen fos a la reserva y tampoco, llegado el caso y previo estudio bien amarrado y ponderado, al parque nacional si también tocara en el lote. Francisco hace cálculos y recuerda que en Tenerife a cuenta de lo del parque "deben estar colocadas, no te extrañe, 300 personas en un puesto de trabajo, y el que no en el restaurante, en el teleférico".
"Una pareja joven", explican en estéreo, "si quiere casarse se tiene que marchar. No hay forma de hacer una casa ni una empresa que les dé trabajo".
Y esto que aparece Dioni Hernández, con novia cumbrera y que es de fuera, pero que sube al pueblo a entrenar atletismo. "Sí, todo lo que sea proteger está bien, pero sin restricciones, porque no se puede ofrecer un no tajante, porque en parques como Ordesa,
en Huesca, hay pueblos vivos con actividad vinculada precisamente a ese parque. Pero esto es un muerto total". Y ahora llega su novia, que sale de la dulcería.
Es Coralia Santana y da un somero pero contundente repaso a lo que hay: "todas las políticas municipales del Ayuntamiento -en realidad la única empresa de Tejeda, están encaminadas a la población de la tercera edad, pero no hay actividades para jóvenes, no se potencian las cooperativas, ni las sociedades limitadas, y, por tanto, considero que se debería retomar más políticas para jóvenes, que no tengan que recurrir a irse para seguir viviendo. A mí Tejeda me encanta", añade, "pero me veo obligada a trabajar y residir fuera y subo cuando puedo. Todos tenemos que hacer algo para que no desaparezca."
Por si el panorama ya no fuera lo suficientemente optimista, allí sentados en un pizco de ventana se alinean Carmelo Herrera, Antonio Medina y Juan Sarmiento, en una banda ancha de edad que supera los 65 años.
Veras y mentiras
"Era una vida fuerte aquí, porque íbamos a trabajar por cuatro duros y nos pagaban dos. El que lo pasó lo sabe. Pero vivíamos bien, se atendían en condiciones los caminos y terrenos
y nos reíamos aquí entre veras y mentiras".
Ya puestos, se sueltan definitivamente: La cosa va a peor, je, pero a peor peor. La cosa es que no debe haber mucho dinero, y no hay trabajo por esta banda y, por no haber, no hay nada". Y cuando por fin parecen que van a dar un nuevo dato determinante y definitivo, o un dato medio bueno, sólo tiran hacia atrás para coger más fuga: "Sí. Hace años que va para atrás y mal vamos".
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