El Rincón del abandono
Acceder a la capital grancanaria por el norte implica contemplar un paisaje de naves abandonadas que amenazan con venirse abajo de un momento a otro y descampados repletos de chatarra y basura. En plena zona de expansión del barrio de Guanarteme y justo al lado del auditorio Alfredo Kraus y el centro comercial Las Arenas, la desembocadura del barranco de Tamaraceite es la viva imagen del abandono. La sensación de degradación aumenta conforme se sube por el barranco hasta el potrero municipal, un camino bordeado de más naves abandonadas, escombreras y cementerios de vehículos. Una clara muestra de que las cuadrillas de limpieza hace muchísimo tiempo que no se ocupan de hacer su trabajo en el cauce del barranco.
Hasta principios del siglo pasado la desembocadura del barranco de Tamaraceite albergó cientos de hectáreas de fincas de plataneras, parte de las cuales desaparecieron con el florecimiento de las industrias conserveras y el resto con el progresivo abandono de la agricultura. Sólo ha escapado una finca de plataneras que ha sobrevivido milagrosamente
a escasos metros del puente de El Rincón y de las naves de las antiguas fábricas de pescado. La desaparición de la industria conservera en la década de los ochenta trajo consigo el abandono de estas naves, algunas de las cuales siguen siendo utilizadas para actividades de venta de coches, desguace y almacenes. Pero la mayoría de los galpones están abandonados y son utilizados como infraviviendas por indigentes. Mientras el área se degrada de manera acelerada, los ciudadanos de la capital vienen oyendo hablar al Ayuntamiento desde hace más de diez años del ambicioso proyecto para crear en la desembocadura del barranco el Parque de la Música, la gran zona de esparcimiento de la ciudad. Pero los años pasan y el proyecto sigue en el aire. Las previsiones más optimistas apuntan a que permanecerá empantanado diez años más como mínimo.
El causante del retraso de este proyecto, impulsado por el desaparecido arquitecto José Miguel Alonso Fernández Aceytuno, es el contencioso que han interpuesto en los tribunales cinco particulares que reclaman ante el Consejo Insular de Aguas la propiedad del cauce del barranco de Tamaraceite. El Consejo Insular de Aguas intentó llegar a un acuerdo con estos particulares, que aseguran que adquirieron los solares a los Betancores, pero las negociaciones fueron infructuosas y acudieron a los tribunales cuando el órgano del Cabildo aprobó en 2002 el deslinde del barranco de Tamaraceite.
El pleito sigue su curso, pero el presidente del Cabildo, José Manuel Soria, ya ha anunciado su intención de ocupar parte de los 566.000 metros cuadrados previstos para la zona de esparcimiento y ocio. Su objetivo es trasladar a El Rincón las instalaciones de la Institución Ferial de Canarias, una pretensión que el Ayuntamiento ha manifestado que está dispuesto a estudiar, pese a que el Parque de la Música perdería una cuarta parte de la superficie prevista inicialmente. El proyecto del Parque de la Música contempla la creación en la desembocadura del barranco de un rockódromo con capacidad para 60.000 espectadores y el tratamiento de las laderas y el cauce.
Los vecinos de la zona se sonríen escépticos cuando se les pregunta por el Parque de la Música, mientras advierten de que las naves se van a venir abajo cualquier día. Ya han perdido la esperanza de ver algún día el parque. "A lo mejor nuestros nietos lo ven", comenta uno, "porque yo, no creo". A la espera de un parque que nunca llega, la desembocadura del barranco se ha convertido en el estercolero de la zona.
Hasta principios del siglo pasado la desembocadura del barranco de Tamaraceite albergó cientos de hectáreas de fincas de plataneras, parte de las cuales desaparecieron con el florecimiento de las industrias conserveras y el resto con el progresivo abandono de la agricultura. Sólo ha escapado una finca de plataneras que ha sobrevivido milagrosamente
a escasos metros del puente de El Rincón y de las naves de las antiguas fábricas de pescado. La desaparición de la industria conservera en la década de los ochenta trajo consigo el abandono de estas naves, algunas de las cuales siguen siendo utilizadas para actividades de venta de coches, desguace y almacenes. Pero la mayoría de los galpones están abandonados y son utilizados como infraviviendas por indigentes. Mientras el área se degrada de manera acelerada, los ciudadanos de la capital vienen oyendo hablar al Ayuntamiento desde hace más de diez años del ambicioso proyecto para crear en la desembocadura del barranco el Parque de la Música, la gran zona de esparcimiento de la ciudad. Pero los años pasan y el proyecto sigue en el aire. Las previsiones más optimistas apuntan a que permanecerá empantanado diez años más como mínimo.
El causante del retraso de este proyecto, impulsado por el desaparecido arquitecto José Miguel Alonso Fernández Aceytuno, es el contencioso que han interpuesto en los tribunales cinco particulares que reclaman ante el Consejo Insular de Aguas la propiedad del cauce del barranco de Tamaraceite. El Consejo Insular de Aguas intentó llegar a un acuerdo con estos particulares, que aseguran que adquirieron los solares a los Betancores, pero las negociaciones fueron infructuosas y acudieron a los tribunales cuando el órgano del Cabildo aprobó en 2002 el deslinde del barranco de Tamaraceite.
El pleito sigue su curso, pero el presidente del Cabildo, José Manuel Soria, ya ha anunciado su intención de ocupar parte de los 566.000 metros cuadrados previstos para la zona de esparcimiento y ocio. Su objetivo es trasladar a El Rincón las instalaciones de la Institución Ferial de Canarias, una pretensión que el Ayuntamiento ha manifestado que está dispuesto a estudiar, pese a que el Parque de la Música perdería una cuarta parte de la superficie prevista inicialmente. El proyecto del Parque de la Música contempla la creación en la desembocadura del barranco de un rockódromo con capacidad para 60.000 espectadores y el tratamiento de las laderas y el cauce.
Los vecinos de la zona se sonríen escépticos cuando se les pregunta por el Parque de la Música, mientras advierten de que las naves se van a venir abajo cualquier día. Ya han perdido la esperanza de ver algún día el parque. "A lo mejor nuestros nietos lo ven", comenta uno, "porque yo, no creo". A la espera de un parque que nunca llega, la desembocadura del barranco se ha convertido en el estercolero de la zona.
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