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La Voz de Gran Canaria

Peregrina

Peregrina LUIS GARCÍA DE VEGUETA

Un entrañable rincón de la ciudad, la calle de la Peregrina, guarda la memoria de hechos y personajes fuera de lo común aunque, eso sí, señalados por ese profundo carácter isleño. Es una calle nuestra, de todos los ciudadanos, ya que "ese angosto tramo que une la calle de los Malteses con la Plazuela" (una definición de Juan Antonio Martínez de la Fe) cumple también la misión de encauzar el fluido humano, a pie, que transita desde San José, Vegueta y San Juan para acudir a Triana y su distrito comercial.

En la calle de la Peregrina, en tiempos del memorialista y comerciante don Antonio de Bethencourt y su vecino el naviero don Cipriano Avilés, dueño de unos veleros dedicados a la pesca del salado en Río de Oro, solía pasar por allí el señor Vernetta de ida o vuelta de su botica "Las Cadenas" en la calle de los Remedios. La gente de este enclave ciudadano, de ayer y hoy, forma una rica y variada galería de retratos que va del daguerrotipo clásico a la foto digital de ahora, y con tal variedad de matices que sólo un gran artista, el escritor José Miguel Alzola, pudo recrearla en beneficio de los espectadores.. o lectores. Ahí están, en efecto, a través de la biografía de la calle una radiografía lúcida de la Peregrina del quinientos, la enrevesada historia de Doña Marina de Mújica y otras damas de parecida catadura mágica; la casa de los Santos Nombers; la familia Grondona, los Penichet, Sarmiento, Cantero y otras nobles estirpes; la tendera irascible, también conocida como la Galinda, y los expertos maestros de veleros José y Cayetano Grek; la saga de los Torón, la familia Briganty y los ascendientes de don Francisco García, el futuro
Pancho Cabildo; los Navarro Sertino, y la familia Ayala y sus parientes Benítez Inglott... y así la "casa partida" y diversas familias de alcurnia o modesto papel social según soplaba el viento de la fortuna, y ya en nuestros días mi apreciado pariente Manuel Ojeda-Deurván y, hasta hace poco, el abogado Ambrosio Hurtado de Mendoza, cuyas peripecias personales dejó escritas para sus hijas y ojalá se publiquen para su merecido recuerdo y mejor conocimiento de la canariedad de don Benito, su pariente.

Hasta otro día, usted.

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