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La Voz de Gran Canaria

Hace 75 años, un día del Pino

Hace 75 años, un día del Pino JOSE LUIS YANEZ

El 8 de septiembre de 1929, hace 75 años, el Día del Pino se celebró con un tono de especial solemnidad. José Rodnguez Casademunt, un mallorquín que había sido nombrado Capitán General de Canarias el 21 de noviembre del año anterior, tuvo el honor de ser la primera persona que ostentó la representación del monarca Alfonso XiII en las celebraciones de la Patrona de la Diócesis de Canarias. El tema venía rondando la cabeza de un joven párroco, Antonio Socorro Lantigua, recién llegado a la Villa, desde que en octubre de 1928 recibiera al General Primo de Rivera en visita a la Basílica y le insinuara la conveniencia de tal designación y cómo ello había de redundar, por un lado, en el protocolo de las celebraciones en honor a la Virgen del Pino y, por otro, en una muestra del respeto de los grancanarios hacia la Casa Real.

Antonio Socorro ya había comenzado desde su llegada una serie de cambios encaminados a recuperar en la vida religiosa de la Basíiica terorense, y más en concreto en sus fiestas anuales, parte de la solemnidad que ésta había perdido después de que las desamortizaciones y los aires revolucionanos decimonónicos acabaran con los últimos rescoldos del lujo que en el siglo XVIII, tras la construcción del templo y la cesión por Carlos III a la Virgen de las tierras situadas en el Barranco de su nombre, se habían caracterizado todos los actos festivos y religiosos de la Villa Mariana en honor a la Virgen del Pino.

Ya en 1928, nada más llegar a la parroquia y siguiendo los consejos de Agustín Alzola, consintió en introducir una innovación que con el paso de los años acabaría por convertirse en uno de los actos más significativos de las fiestas de la Patrona: la Bajada de la Imagen de su Camarín por medio de rampa y a vista del pueblo, que con algunas transformaciones se ha seguido manteniendo hasta la actualidad. Como consecuencia de las gestiones de Antonio Socorro, se formó expediente favorable por el Coronel de Infantería Rafael de Castro Caubín, que se trasladó a Consejo de Ministros de 26 de julio de 1929; y éste, presidido por el Rey, aprobó lo solicitado por el alcalde de Teror “...en representacibn de todo el pueblo, ya que desde tiempos muy remotos había hecho un sinnúmero de milagros y había sido nombrada recientemente Patrona de la Diócesis de Canarias...”. En atención a estas circunstancias, Alfonso XIlI firmó el 21 de agosto mientras disfrutaba de sus vacaciones santanderinas un Real Decreto por el cual “se tributarían anualmente, en el día de su festividad a la Imagen de la Virgen del Pino, de la Villa de Teror, los mismos honores que para los Capitanes Generales consignados en las Reales Ordenanzas y la representación de Mi Real Persona en cuantos actos de culto se celebren en honor a la citada Imagen”.

La función religiosa y la posterior procesión, revistió por ello, hace 75 anos, de una especial significación, preludio de lo que las décadas siguientes, tras el intervalo de la Segunda República, han ido afianzando y aumentando para solaz y disfrute de muchos y enojo de otros tantos. Al Capitán General, cuentan las crónicas, le acompañaron los presidentes de los Cabildos Insulares de Fuerteventura, Lanzarote y Gran Canaria, éste por aquel entonces presidido por Laureano de Armas Gourié que tan sólo 4 años antes había dejado en Teror la huella perenne de su buen hacer como arquitecto (no titulado, por cierto) en el bellísimo edificio del Convento que las Madres Dominicas acababan de construir en la montaña de San Matías. Los honores fueron rendidos, siguen contándonos las crónicas, por una Compañía del Regimiento de Infantería de Las Palmas con bandera, banda de cornetas y tambores y banda de música. Todo un despliegue que seguramente asombró a los grancanarios que aquel día llenaron las calles del Recinto.

El primer representante, Jose Rodríguez Casademunt, permaneció en la Capitanía hasta que en junio de 1931 fue sustituido por el General de Bngada Angel Rodríguez del Barrio, cuando ya los aires soplaban muy diferentes. La República suprimió honores y representación oficial; Franco los restableció años más tarde; el gobierno democrático, pasada la transición, volvió a suprimir los honores a la Imagen, pero no la representación de la Casa Real que se sigue manteniendo hoy en día. Avatares del discurrir de la historia que han ido creando una tradición ya plenamente implantada, aunque discutida por algunos que defienden al respecto propuestas diferentes. No obstante, a la representación real, como con ésto de la democracia todos queremos un puesto (cosa que me parece muy bien), se han ido sumando alcaldes y alcaldesas, concejales, militares, cónsules, diputadas y diputados..., algo que no deja de ser un atractivo añadido (lo de las pamelas de este día es tema recurrente en los chiringuitos todos los años) pero que trae consigo parejo al aumento del censo protocolario, una lógica disminución del espacio disponible. Pero bueno, como decía mi abuela. con buena disposición todo se soluciona y donde comen dos comen cuatro porque, a fin de cuentas, pegarse ese día un bocadillo de chorizo al lado del Cónsul de Japón, el Presidente del Parlamento o la Alcaldesa de Las Palmas de Gran Canaria, no me digan ustedes que no tiene su cosilla.

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